México

La fórmula Calderón contra la pobreza no es suficiente

Mundo · Laura Juárez (México D.F.)
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3 diciembre 2009
El pasado miércoles 25 de noviembre, la Secretaría de Desarrollo Social llevó a cabo el Primer Encuentro por un México sin Pobreza, Juntos Podemos Superarla. Este encuentro se da en un contexto en el que, debido a la crisis, se estima un aumento de seis millones de pobres en México; en el que un reporte del Coneval, el órgano público que se encarga de evaluar la política social, afirma que varios de los programas sociales del Gobierno no son efectivos y en el que el Congreso aprobó un incremento de recursos menor al propuesto para el programa Oportunidades, el mayor programa contra la pobreza del Gobierno federal.  

El aumento estimado en la pobreza es motivo de dolor y preocupación para todos. Quizá por ello el presidente Calderón enfatizó, en su discurso ante los asistentes al encuentro, que la lucha contra la pobreza es y será una prioridad de sus últimos tres años de Gobierno. De hecho, como ya comentábamos hace unas semanas, la fallida reforma fiscal se promovió explícitamente como una medida necesaria para aumentar el gasto gubernamental en los más pobres. Aunque el presidente también mencionó de paso que debemos salir del esquema asistencialista a la hora de atacar el problema, lo cierto es que la idea que dominó su intervención es que es el Gobierno el que va a erradicar la pobreza en México. Pero, si "juntos podemos superarla", ¿cuál es entonces el papel de la sociedad? Según el discurso de Calderón, la sociedad debe supervisar a los gobiernos federal y locales, exigir rendición de cuentas en el uso de los recursos públicos, tomar conciencia de que es necesario aumentar los impuestos y eliminar los subsidios generalizados, que por años han beneficiado a muchos que no son pobres, para poder enfocar los recursos a los más necesitados. Si bien todo esto es justo, en realidad se queda corto y muestra que, aunque el presidente y su partido tienen a la subsidiaridad como principio en su ideario político, en la práctica no se animan del todo a verificar que funciona, que más sociedad es un recurso indispensable para abatir la pobreza.

Es una realidad, como muestra el reporte del Coneval, que muchos de los programas sociales del Gobierno no son efectivos para sacar a las personas de la pobreza. Esto se debe, en parte, a que muchos fueron creados con fines paliativos y clientelares y no para ayudar al desarrollo integral de la persona. El programa Oportunidades es la excepción, ya que da incentivos a las familias para que mantengan a sus hijos en la escuela e inviertan en su salud, y por ello ha obtenido resultados positivos. Sin embargo, apostar la eliminación de la pobreza a la mera expansión de este programa es insuficiente y subestima la aportación insustituible de la sociedad a la construcción del bien común.

Lo anterior no son sólo palabras o buenas intenciones. Quienes asistimos el pasado 13 de noviembre a la conferencia "El desarrollo nace de la persona", dictada por Cleuza Ramos y Marcos Zerbini, líderes de la Asociación de Trabajadores Sin Tierra de Sao Paolo, Brasil, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pudimos ver a dos que, sin esperar la intervención del Gobierno y tomando en serio la realidad y su propia persona, han logrado acompañar en sus necesidades básicas de vivienda, educación y trabajo a miles de familias y ayudarlas a convertirse en protagonistas de su propia vida. Esto supone una novedad total en cuanto a la promoción del desarrollo, la cual generalmente se entiende como algo que llega de fuera, del Gobierno o de algún organismo internacional. De hecho, respondiendo a una pregunta del público sobre si el Gobierno de Brasil estaba haciendo algo para apoyar iniciativas sociales como la suya, Marcos respondió que para el Gobierno brasileño el desarrollo se reduce dar transferencias monetarias, lo cual hace a la persona cada vez más dependiente. Pero el Gobierno brasileño no es el único que opera con esta lógica. Un profesor de Sociología que asistió a la conferencia comentaba que en México los partidos políticos, e incluso las organizaciones sociales, muchas veces no logran dejar atrás el asistencialismo como modo de acercarse a las necesidades de las personas. También Cleuza contó que hubo un tiempo en el que la ideología le llevó a pensar que era ella quien debía resolver las necesidades de los demás, "pero esto me hacía sentir abrumada, porque todo lo que hacía no era nunca suficiente". Como cuenta ella misma, fue el encuentro con Cristo, a través del movimiento de Comunión y Liberación, el que le hizo descubrir que la primera responsabilidad es su propia persona y esto, lejos de alejarla de su responsabilidad, le dio una energía e inteligencia nuevas para continuar su trabajo en la asociación.

Los frutos de este implicarse con las personas están a la vista de todos. Miles de familias han conseguido tener su vivienda propia; miles de chicos de escasos recursos, gracias a la asociación, asisten a la universidad. Pero ¿no podría el Gobierno hacer lo mismo? ¿Dar casa y educación a quienes lo necesitan? Sí podría, pero no puede ofrecer una amistad que dé sentido y esperanza a todo lo que sucede dentro de la casa. Tampoco puede dar la fuerza y compañía necesaria para terminar la universidad a quienes además deben trabajar todo el día para su sustento. Esto sólo puede hacerlo quien, por un encuentro o por la profundización en la tradición que ha recibido, vive una experiencia positiva y totalizante de significado, es decir, cada uno de nosotros.

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