La ética médica y la dignidad humana

Mundo · Nicolás Jouve
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3 diciembre 2013
Una gran noticia relacionada con la medicina perinatal nos llena de orgullo y esperanza. Orgullo por lo que supone la excelente noticia de la calidad de la sanidad española y esperanza por tratarse de otro paso adelante en la posibilidad de salvar la vida de un recién nacido al que se le había diagnosticado una grave patología cardiaca con pronóstico de fallecimiento.

Una gran noticia relacionada con la medicina perinatal nos llena de orgullo y esperanza. Orgullo por lo que supone la excelente noticia de la calidad de la sanidad española y esperanza por tratarse de otro paso adelante en la posibilidad de salvar la vida de un recién nacido al que se le había diagnosticado una grave patología cardiaca con pronóstico de fallecimiento.

El caso es que una niña nacida con apenas 31 semanas de gestación y 1,5 kilos de peso, ha sido intervenida de dicha patología con éxito por cardiólogos pediátricos del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. En la explicación del caso aportada por los médicos  destaca la complejidad de la operación y el optimismo de la evolución favorable de la recién nacida.

La gran dificultad del caso se debe al pequeño tamaño de la pequeña que padecía un fallo de riego pulmonar por una falta de perforación de la válvula de la arteria que va a los pulmones. Para evitar el riesgo de una operación a cirugía abierta en una niña prematura, los doctores decidieron recurrir al ductus  una arteria que comunica la aorta con la arteria pulmonar mientras el feto está en el vientre de la madre, pero que se cierra cuando el niño nace. Lo que hicieron los cirujanos fue implantar un stent, una pequeña cánula metálica cilíndrica, para mantener el ductus abierto de modo que la sangre fluyese hacia el pulmón. En la explicación posterior a la operación los médicos señalaron que es una operación que se realiza en otros hospitales españoles, en Madrid, Bilbao y Barcelona, pero que es la primera vez que se lleva a cabo en un neonato tan pequeño.

Al margen de la complicada operación desarrollada, teniendo que improvisar la mejor solución y el material para llevarla a cabo en una niña prematura a los 13 días del parto, la niña no nació sola, sino que vino acompañada de un hermanito y una hermanita que han tenido una evolución favorable. Tras varias semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal la niña ha evolucionado muy bien y ha alcanzado cerca de dos kilos y medio de peso.

El comentario fácil sería decir que mientras hay vida hay esperanza, o que la esperanza es lo último que se pierde, pero lo cierto es que, tópicos aparte, el hecho en sí es extraordinariamente magnífico para la sanidad española y hay que felicitar a todos los actores de este hecho tan positivo. En primer lugar desde la perspectiva médica, por el tesón y la destreza con que los cirujanos han hecho frente al problema, conscientes de que: «El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible», como señala el artículo 36 del Código de Deontología Médica. Pero sobre todo hay que felicitar a los padres por luchar con éxito por la vida de la niña.

Una reflexión en torno a un hecho tan positivo nos lleva a pensar en la fragilidad de la vida humana. Una fragilidad ante la que caben diferentes posturas. Por desgracia hay una tendencia cada vez más extendida en el mundo de hoy a acabar con lo frágil o lo imperfecto… Ahí están las tendencias eugenésicas que tanto daño hicieron en etapas históricas del pasado, pero que han renacido con el disfraz de la poderosa tecnología del diagnóstico genético preimplantarorio y prenatal, que permite la selección de los mejores embriones o la invitación al aborto. Ahí están también la eutanasia u “homicidio por compasión”, que como bien recuerda el Código de Deontología Médica, es contrario a la ética.  Ahí están, yendo aun más lejos los intentos de implantar el infanticidio, con el máximo exponente ideológico de quienes solo son capaces calificar a las personas por sus capacidades físicas o intelectuales. Según este punto de vista no todos los seres humanos son igualmente valiosos. Esto lo señala Peter Singer, Profesor de Bioética en la Universidad americana de Princeton, cuando dice que el hombre no es más que un ser más de la naturaleza que no se debe diferenciar de otros animales en sus derechos individuales, hasta llegar a afirmar que: “La vida de un recién nacido, tiene menos valor que la de un cerdo, un perro o un chimpancé”, tremenda afirmación que expresa el materialismo ideológico del que está impregnado su proyecto Gran Simio.

Finalmente, y en la vertiente ética está la cara positiva del valor de la vida humana, como un fin en sí mismo, independientemente del momento de su desarrollo o de su salud. Señalaba María Dolores Vila-Coro que el puesto singular del hombre está muy por encima de lo que llamamos inteligencia y facultad de elegir.  Se trata de un nuevo principio que hace del hombre un humano,  que no puede reducirse a ´evolución natural de la vida´ sino que si ha de ser reducido a algo, solo puede ser¬lo al fundamento supremo de las cosas.  Es desde esta perspectiva desde la que ha de verse, y nos recordaba que «no se puede disociar la condición que consiste en pertenecer  a la especie humana porque todos los hombres son personas: lo es el concebido no nacido, el deficiente, el que duerme, el enfermo que está en coma, el que se encuentra en el umbral de la muerte…» (M.D. Vila-Coro. «La vida humana en la encrucijada. Pensar la Bioética». Ediciones Encuentro, Madrid, 2010).

En este sentido, qué gran lección de humildad y reconocimiento de la dignidad humana nos ha dado el papa Francisco el pasado 6 de Noviembre abrazando y besando a Vinicio, un enfermo de 53 años aquejado de la enfermedad de Recklinghausen, una patología genética rara conocida como Neurofibromatosis de tipo 1. La imagen impactante del papa expresa mejor que mil palabras la forma de ver y reconocer en cada persona un valor en sí mismo, muy por encima de cualquier parámetro material con el que se quisiera calificar la dignidad de un ser humano.

Enhorabuena a los médicos que entienden su profesión desde esta perspectiva y buscan denodadamente la mejor solución para sus pacientes, neonatos o adultos. La perspectiva ética y el interés por la vida deben formar parte de cualquier tipo de actuación profesional en el mundo de la salud, pero aun más en las situaciones de mayor fragilidad.

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