VENEZUELA

La esperanza, el poder electoral y el poder de los sin poder

Mundo · Aliosha Miranda
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18 julio 2017
«La esperanza, dice Dios, que esos pobres niños vean todos los días cómo va eso, y que todos los días crean que irá mejor la mañana del día siguiente, que todas las mañanas al levantarse crean que el día será bueno, y que olviden de momento los días malos. Que crean, a pesar de todo, que esta mañana esto va bien. Eso me confunde, eso me excede y no salgo de mi asombro. Soy tan viejo, he visto tanto y he hecho tanto. Pero no salgo de mi asombro.» Así afirma el poeta católico Charles Péguy en “El Pórtico del Misterio de la Segunda Virtud”. Según este escritor, no hay nada más conmovedor que un rostro lleno de esperanza en medio del sufrimiento; para Péguy, un corazón lleno de esperanza es capaz de sorprender al mismísimo Dios.

«La esperanza, dice Dios, que esos pobres niños vean todos los días cómo va eso, y que todos los días crean que irá mejor la mañana del día siguiente, que todas las mañanas al levantarse crean que el día será bueno, y que olviden de momento los días malos. Que crean, a pesar de todo, que esta mañana esto va bien. Eso me confunde, eso me excede y no salgo de mi asombro. Soy tan viejo, he visto tanto y he hecho tanto. Pero no salgo de mi asombro.» Así afirma el poeta católico Charles Péguy en “El Pórtico del Misterio de la Segunda Virtud”. Según este escritor, no hay nada más conmovedor que un rostro lleno de esperanza en medio del sufrimiento; para Péguy, un corazón lleno de esperanza es capaz de sorprender al mismísimo Dios.

Pues bien, el pasado domingo el Creador seguro estaba muy asombrado con lo que acontecía en Venezuela.

Recordemos que el pasado 3 de julio la oposición a la dictadura del país sudamericano convocó una consulta popular en la que el pueblo podía expresarse, votar en contra del régimen; a través de las tres preguntas propuestas por la oposición en la consulta, el pueblo podía decir no a la asamblea nacional constituyente, el pueblo podía decir basta a la represión que se ha vivido en los últimos tres meses, el pueblo podía pedir una renovación de los poderes públicos en Venezuela. A través de esta consulta, los venezolanos teníamos la posibilidad de ejercer uno de los derechos que la dictadura nos ha robado: votar.

La consulta se llevaría a cabo el 16 de julio.

En ese momento, la propuesta generó muchas dudas. En primer lugar, porque la organización de este evento no tendría el apoyo del poder electoral de Venezuela, así como tampoco contaría con las fuerzas de seguridad del estado para resguardar el proceso. De hecho, se temía que la Guardia Nacional Bolivariana y la policía reprimieran los centros de votación. Es decir, era una gran incógnita si la oposición tenía la capacidad técnica y publicitaria para organizar un evento que arrojara resultados significativos. En segundo lugar, dado que la consulta estaba fuera de la institucionalidad electoral venezolana, los resultados de la misma no generarían cambios en los puestos políticos del país, al menos no en el corto plazo. Y, en tercer lugar, no se sabía si la gente acudiría de manera multitudinaria a expresarse en este acto organizado por la oposición, ya eran casi 100 muertos en más de 100 días de protestas, ¡más de 100 días de protestas!, y el gobierno no había otorgado ninguna concesión, ninguna señal de querer negociar, sólo daba señales de querer eliminar a todo aquel que pensara distinto con tal de perpetuarse en el poder. Había mil y un razones para que los venezolanos estuvieran escépticos y desesperanzados y no salieran a votar, era totalmente comprensible.

Pero el 16 de julio no reinó el escepticismo, reinó la esperanza.

La gente salió a votar de manera multitudinaria, y no solo dentro del país, desde la noche del 15 de julio los venezolanos veíamos fotos de nuestros compatriotas en Australia, Arabia Saudita, Kuwait y en países del Oriente Medio votando en contra del régimen. Luego, con el correr de las horas, empezamos a ver fotos de nuestros compatriotas de todas partes del mundo: España, Portugal, Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Egipto, Omán, Costa Rica, Argentina, Ecuador, México, Chile, Perú, Colombia, Paraguay entre algunos otros. Al menos 600.000 venezolanos se expresaron en contra de la dictadura en el extranjero. Pero esto no fue lo más asombroso, lo más asombroso era la alegría y la esperanza que tenía la gente dentro del país, ver que los barrios y zonas pobres de Venezuela salían, pero no salían a saquear, salían a votar, lo más asombroso fue ver que la sociedad civil fue la que organizó todo este evento, ver que cuando el poder electoral se niega a organizar una elección, el poder de los sin poder es capaz de hacerlo. Ver que en un evento organizado por el poder de los sin poder, la oposición obtuvo 7.5 millones de votos, cifra que se acerca mucho a los 7.7 millones de votos que obtuvo en las elecciones parlamentarias organizadas por el poder electoral en diciembre de 2015. En este punto, hay que resaltar que en las elecciones parlamentarias el poder electoral habilitó 14.515 centros de votación y 40.601 mesas, siete veces más infraestructura que la empleada para la consulta popular. Lo más sorprendente fue ver que la gente aún tiene esperanza, y que cuando hay esperanza los sin poder comprenden que pueden realizar gestas grandiosas, por eso se logró obtener 7.5 millones de votos con una séptima parte de la infraestructura usada en una elección normal, por eso, lo que pasó no fue una simple elección, fue un acto de protesta. Un día en que los venezolanos dijimos “si conseguimos 7.5 millones con todas estas limitaciones, ¿cuántos más podríamos conseguir en una elección normal?”.

Cuando el poder electoral se niega a hacer su trabajo, el poder de los sin poder actúa.

Pero no se puede hablar de la consulta popular del 16 de julio sin hablar de lo que pasó en Catia, una zona popular del oeste de Caracas.

En Catia se respiraba un ambiente de alegría y esperanza al igual que en toda Venezuela, la gente asistía masivamente a votar en contra del régimen cuando de pronto, sin previo aviso, grupos adeptos al gobierno dispararon una ráfaga de balas contra las personas que estaban votando, una ráfaga de balas empezó a azotar a quienes ejercían un derecho básico de cualquier sociedad, de nuevo, el video es indignante, vemos cómo miles de personas corren inundadas de miedo ante el sonido de las balas, vemos cómo algunas logran refugiarse en una iglesia que en cuestión de segundos queda totalmente repleta. Este acto violento se cobró la vida de una mujer, una mujer perdió su vida por querer expresarse en contra del gobierno, eso le costó la vida, no podemos estar contentos porque “sólo hubo un muerto”, ¡NO!, eso sería una hipocresía monumental, porque la bala que le quitó la vida no solo iba dirigida a ella, iba dirigida a todos los que firmamos el 16 de julio.

Esa bala, ese ataque es un mensaje de la dictadura, un mensaje que dice que ellos sólo creen en su propia verdad imbécil, en su propia ideología y en su propia teoría, y bien nos recuerda Albert Camus que «cuando se quiere unificar al mundo entero en nombre de una teoría, no hay otro camino más que el de hacer ese mundo tan descarnado, ciego y sordo como la teoría misma». Esa bala, ese ataque, es un mensaje que dice que los venezolanos nos estamos enfrentando a un monstruo ideológico que está implicado en una cantidad inmensa de crímenes y por eso no quiere soltar el poder, un monstruo que en nombre de una ideología, de una teoría, ha sumido al país en la peor crisis de toda su historia. Esa bala, esa ráfaga de balas, nos recuerda que al gobierno no le importa que seamos 7.5 millones, nos recuerda a todos que nos estamos enfrentando a un monstruo. Afortunadamente, Nietzsche nos recuerda que «aquel que pelea contra monstruos debe tener cuidado de no convertirse en uno».

No, a pesar de todo, no debemos convertirnos en un monstruo para enfrentar a esta obra totalitaria, porque siendo fiel a sus principios y manteniendo la esperanza el pueblo de Venezuela ha demostrado que la sociedad civil tiene la capacidad de hacer tambalear a un gobierno sin necesidad de recurrir a la violencia, el pueblo venezolano ha demostrado que el motor del poder de los sin poder son los motivos razonables para tener esperanza, y que cuando este motor está se pueden lograr cosas impresionantes.

Los días que vienen serán cruciales en el futuro próximo del país, cada día se acerca más la asamblea nacional constituyente propuesta por Nicolás Maduro y la conducción política de la oposición será determinante durante los próximos días, es momento de que los líderes opositores tengan mucha agudeza y sapiencia a la hora de tomar decisiones. Si bien hay rumores de negociación aún no ha salido a la luz nada oficial. El gobierno intentará hacernos creer que lo que ocurrió el 16 de julio fue inútil, algo sin sentido y que no tiene ningún tipo de significado ni peso político, por lo que es muy probable que con el correr de los días esta euforia y alegría que ha surgido con los resultados de la consulta popular se disipen, por lo que, ante todo, nuestra tarea es tener una mirada atenta sobre la realidad, de modo que sigamos encontrando motivos que nos permitan tener viva la llama de la esperanza en nuestro corazón, porque cuando la llama de la esperanza está viva, el poder de los sin poder se fortifica, se hace más fuerte que cualquier cosa, hace temblar a cualquier dictador y lo llena de confusión cuando ve que su adversario, sin convertirse en un monstruo, es capaz de medirse con él.

¿Cuál es nuestra tarea luego de esta consulta popular? Seguir sorprendiendo a Dios con nuestra esperanza.

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