Española provocación contra el Papa

La energía necesaria

España · Fernando de Haro
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15 noviembre 2010
Es una provocación. Cameron agradeció a Benedicto XVI su contribución a la conversación nacional británica, Klaus que hubiese aportado esperanza a las tierras de la república checa. Sarkozy, delante del Papa, habló de las raíces cristianas y de su valor para resolver los problemas de todos. Zapatero este domingo ha utilizado al Santo Padre en la campaña de las elecciones catalanas para atacar a la oposición, acusándole de querer imponer leyes. Ha agitado el espantajo de la imposición: "hemos tenido que vivir décadas y décadas un código de conducta con una forma de ver la vida y la religión ¡Ya está bien!".

El presidente del Gobierno recurre, como viene haciendo desde 2004, a la fórmula revolucionaria de la confrontación. El mecanismo es sencillo y perverso. Se trata de arrastrar a algún sector social, en este caso a los cristianos, al terreno del enfrentamiento ideológico mediante mentiras o verdades parciales. Una vez que todos están en ese campo se alimenta una dialéctica en la que sólo cuenta el poder y una violencia que acaba encanallándolo todo. La aportación que esos sectores sociales estaban realizando tranquila y lealmente al bien común se envenena y se convierte en un arma arrojadiza. Ha ocurrido con los empresarios, con las víctimas del terrorismo, con los familiares de las víctimas de la Guerra Civil -que somos casi todos los españoles.

Durante los dos días que ha durado la visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y a Barcelona ha corrido un aire extraordinariamente fresco en un país en el que huele a cerrado. Por unas horas el argumento dominante en la vida pública española no ha sido ese tirarse los tratos a la cabeza, que nos domina desde hace seis años, sino un hombre que ha sabido señalar algo positivo: la grandeza de la vida cuando se abre a Dios, posible gracias al acontecimiento cristiano. No ha sido necesario ser católico para reconocer la novedad que introduce en la bronca nacional alguien que supera el hastío dominante al subrayar que no hay enemistad entre libertad y verdad. Por unas horas hemos vivido el respiro de una posición no instrumental, no dictada por proyectos de poder. Y esto es lo que hay que destruir.

El poder siempre pretende eliminar a los sujetos diferentes, lo importante es que todo el mundo esté en la misma longitud de onda. Sean aliados o enemigos, lo decisivo es que todo se mueva en el terreno de la ideología, y no en ese terreno de la vida real en el que las personas y los sujetos sociales cuentan por la experiencia humana que tienen y libremente proponen, donde es posible encontrarse con el diferente y construir historia de forma gratuita. La provocación del Gobierno pretende que se olvide el aire limpio que nos ha traído el Papa. Por eso se hace necesario desplegar una intensa energía no en la refriega sino en entender de dónde ha surgido ese respiro, cuál es el método de Benedicto XVI. No es fácil porque los católicos españoles tienden a darlo todo por supuesto.

Zapatero dice que las leyes las hace el parlamento y no el Papa. El Papa no ha querido hacer leyes. Lo que pasa es que el presidente del Gobierno teoriza un poder autorreferencial que lleva en sí el germen del autoritarismo. El viejo fantasma de la imposición de una moral católica que se agita ya sin sustento histórico sirve para rechazar lo que Sarkozy y Cameron agradecían a Benedicto XVI. Un viejo anticlericalismo impide reconocer que las democracias occidentales, Habermas dixit, no pueden ser sólo formales y requieren de la aportación que todas las tradiciones laicas o religiosas puedan hacer para fortalecer el humus social que las sustenta. Zapatero puede empeñarse en rechazar esa aportación pero los cristianos no pueden dejar de ofrecerla, les conviene. El ejercicio de traducir en "términos laicos" la aportación cívica de la experiencia de la fe está por hacer y ese es un ejercicio que ayuda a sanear las propias raíces. La identificación entre español y católico que denuncia Jiménez Lozano ha provocado que la presencia pública se haya pensado en términos confesionales.

En el ámbito social un no católico como Víctor Pérez Díaz ha escrito recientemente un papel titulado Catholicism, social values and the welfare system in Spain (http://www.asp-research.com/pdf/Asp%20102.pdf), en el que destaca el papel de la Iglesia como "creadora de bienestar". Es un buen ejemplo de la tarea que hay por delante. En las provocaciones es mejor no caer; los cristianos, como decía Péguy, son los mejores ciudadanos. Siempre y cuando sean fieles a su experiencia y no transiten por las áridas tierras de la ideología.

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