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La educación, según Obama

Mundo · Lorenzo Albacete
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11 diciembre 2008
Mientras el presidente electo Obama desvela la composición de su gobierno, uno de los nombres más esperados es el del futuro ministro de Educación. El Partido Demócrata está muy dividido sobre esta cuestión y la decisión de Obama al respecto ha creado una gran expectación.

Por un lado están los llamados reformistas, que defienden medidas como los incentivos para profesores por méritos, escuelas igualitarias y un seguimiento preciso de los resultados obtenidos. Por otro lado están los sindicatos de profesores y el establishment académico y ministerial. Éstos piden un incremento del gasto, menos alumnos por clase y reformas. Durante la campaña presidencial, Obama osciló entre ambos bandos, pero ahora tiene que decidir a quién pondrá al frente de la política educativa en su administración.

La persona elegida por Obama para este tiempo de transición es Darling-Hammond, profesora de la Stanford University. Es crítica con las estrategias reformistas, pero en los círculos más cercanos a Obama tratan de tranquilizar a los reformistas más alarmados y les dicen que tendrán su apoyo.

Los ánimos en el país favorecen en este momento a los reformistas. La semana pasada el Newsweek Magazine dedicó su artículo de portada a Michelle Rhee, responsable del sistema de escuelas públicas de Washington DC, conocida reformista. También las escuelas públicas de Nueva York están bajo la guía de un reformista, Joel Klein.

La cuestión primordial es la valoración de los resultados. Las esperanzas de los reformistas se centran ahora en un amigo personal de Obama, Ame Duncan, responsable de las escuelas públicas de Chicago. Si no resulta elegido Duncan, o cualquier otro reformista, Obama decepcionará seriamente a muchos de los que habían creído en su promesa de cambio real. Conviene destacar que los debates sobre la educación se orientan hacia la valoración de los resultados, los incentivos, las titulaciones, las promociones, las habilidades de escritura, de lectura, de matemáticas o ciencias, los cursos más rentables, etc. Pero no se habla de las materias humanísticas, especialmente de los contenidos de la historia, la educación cívica o la responsabilidad social.

Esto es así porque, por tradición, el gobierno federal no puede establecer los contenidos de lo que se enseña en las escuelas públicas, que son gestionadas íntegramente por la administración local. Otra razón es la concepción pragmática de la educación en este país.

La guerra cultural ha llegado al sistema público de la escuela primaria y secundaria a causa de las reglas de lo "políticamente correcto" que se incluyen en los requisitos para acceder a las subvenciones federales. Por ejemplo, el revisionismo histórico (que tiene como resultado la eliminación del hecho cristiano en la formación de la civilización occidental) es un criterio influyente en muchas universidades y está a punto de entrar también en la escuela superior.

Si no se aborda esta cuestión, no importará mucho quién sea elegido ministro de Educación.

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