LA DEFENSA DE LA VIDA, TAREA EDUCATIVA.

Cultura · Vicente A. Morro López
COMPARTIR ARTÍCULO Compartir artículo
| Me gusta 2.878
11 abril 2014
José Javier Rodríguez Santos, filósofo y Técnico Municipal de Educación del Ayuntamiento de Salamanca, entre otras muchas cosas, comenzaba uno de sus artículos de opinión con esta contundente frase: «La defensa de la vida, una asignatura que la escuela suspende.» En la raíz de la naturaleza del hombre, de su esencia, está la dignidad inviolable de toda vida humana, sea cual sea su estado de desarrollo y sus circunstancias particulares. Este ámbito, la defensa de la vida, es crucial para el futuro de la Humanidad. Una gran batalla cultural está librándose en torno a él especialmente desde el último tercio del Siglo XX. En ella está en juego la concepción misma del hombre. Tomando prestada la expresión de Ortega, podríamos decir que ‘el tema de nuestro tiempo’ es el ‘tema’ de la defensa de la vida.

I.- INTRODUCCIÓN.

José Javier Rodríguez Santos, filósofo y Técnico Municipal de Educación del Ayuntamiento de Salamanca, entre otras muchas cosas, comenzaba uno de sus artículos de opinión con esta contundente frase: «La defensa de la vida, una asignatura que la escuela suspende.»

En la raíz de la naturaleza del hombre, de su esencia, está la dignidad inviolable de toda vida humana, sea cual sea su estado de desarrollo y sus circunstancias particulares. Este ámbito, la defensa de la vida, es crucial para el futuro de la Humanidad. Una gran batalla cultural está librándose en torno a él especialmente desde el último tercio del Siglo XX. En ella está en juego la concepción misma del hombre. Tomando prestada la expresión de Ortega, podríamos decir que ‘el tema de nuestro tiempo’ es el ‘tema’ de la defensa de la vida, del mismo modo que la cuestión social fue el ‘tema’ de finales del Siglo XIX. Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium Vitae, llamaba la atención al respecto: «Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida. Si la Iglesia, al final del siglo pasado, no podía callar ante los abusos entonces existentes, menos aún puede callar hoy, cuando a las injusticias sociales del pasado, tristemente no superadas todavía, se añaden en tantas partes del mundo injusticias y opresiones incluso más graves, consideradas tal vez como elementos de progreso de cara a la organización de un nuevo orden mundial.» Monseñor Livio Melina, Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II, lo expresa así: «Las cuestiones fundamentales del respeto de la vida humana… han sido profetizadas por el Magisterio de la Iglesia en su dimensión no solamente de moral individual, sino propiamente social: estas cuestiones son como la “nueva frontera” de la cuestión social.»

Monseñor Reig Plá insistía también en este aspecto: «La cuestión del amor humano podría calificarse como la gran cuestión de los tiempos actuales, como lo fue la “cuestión social” durante los cien años que van de la Rerum novarum de León XIII (1893) a la Centesimus annus de Juan Pablo II.» También la Conferencia Episcopal Española reforzaba esta idea, en el documento La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, al hacer presente que «al Evangelio del matrimonio y de la familia va estrechamente unido el Evangelio de la vida.» Es decir, la vinculación esencial entre ambos ámbitos hace que también el matrimonio y la familia se encuentren en el epicentro de la batalla cultural a la que hemos aludido. Con algo más de vehemencia se pronunciaba al respecto Giuliano Ferrara, director del diario italiano Il Foglio y promotor de una iniciativa para proponer a Naciones Unidas una moratoria en la aplicación del aborto, al proclamar que «la batalla contra el aborto y la eugenesia, contra el gesto más antifemenino que uno pueda imaginar y contra el programa de mejora de la raza, es la frontera decisiva de nuestro siglo.»

Además, si hay un ámbito en que fe y razón, religión y ciencia, se complementan y colaboran estrechamente, caminando unidas, es el de la defensa de la vida humana y de la promoción de su valor y dignidad. Sus descubrimientos, intuiciones, hallazgos, no entran en contradicción sino que mutuamente se refuerzan y confirman. Esta complementariedad la enunció ya el Papa Juan Pablo II, en su Encíclica Fides et Ratio: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.» Monseñor Melina señala que «la Revelación cristiana ofrece posteriores confirmaciones a las indicaciones de la ciencia biológica y a las evidencias de la razón filosófica, proyectando una luz nueva sobre la dignidad singular de la persona.»

Sin embargo, paradójicamente, la cuestión de la defensa de la vida está ausente en el ámbito educativo. El ya citado Ferrara denunciaba esta situación con crudeza: «La sordera moral respecto al aborto es hoy día la ley educativa de Occidente.» Parece como si en la escuela estuviera prohibido hablar de las cuestiones que afectan a la vida humana, de los ataques y amenazas que sufre, del valor y dignidad de «toda la vida y la vida de todos», en feliz expresión de Juan Pablo II. José María Pardo, señala la gravedad de esta cuestión, que para algunos puede resultar accesoria y hasta molesta: «Es ilusorio pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida humana, sin ayudar a los adolescentes y jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda la existencia según su verdadero significado. La banalización de la sexualidad es uno de los principales factores que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: solamente un amor verdadero sabe custodiar la vida. Por tanto, no podemos eximirnos de ofrecer, sobre todo a los adolescentes y a los jóvenes, la auténtica educación de la sexualidad y del amor, una educación que implica la formación de la castidad, como virtud que favorece la madurez de la persona y la capacita para respetar el significado ‘esponsal’ del cuerpo.»

No debemos perder de vista que la educación primordialmente es, o debería ser, un servicio a la verdad. Su misión es llevar al hombre desde la duda, la falsedad o el error, al conocimiento de la realidad de las cosas, haciendo efectiva la clásica definición de Santo Tomás sobre la verdad: «adecuación de la cosa y del entendimiento.» En este terreno la verdad consiste en reconocer los datos y evidencias presentes en la naturaleza, datos que la ciencia confirma y que son, en consecuencia, accesibles racionalmente. Datos que sólo pueden ser negados desde planteamientos puramente ideológicos. «Se ha afirmado, de manera totalmente justa, que la preeminencia de la verdad, como criterio guía para la actuación humana, es uno de los fundamentos sobre los que se apoya nuestra civilización occidental (Pieper, J.). Solamente la primacía de la verdad, radicada en la apertura honesta a la realidad, nos salva del arbitrio indiscriminado de la fuerza. La dependencia de la verdad es condición necesaria para el hecho mismo de la libertad», recordaba Livio Melina. Primacía de la verdad. ¡Triste ironía que en este ámbito se nos pretenda presentar como suprema libertad el seguimiento de opiniones y modas basadas en falsedades y en teorías alejadas de la realidad de las cosas!

Precisamente por su condición de servicio a la verdad, la educación no puede obviar cuestiones tan trascendentales como qué es la vida, qué valor tiene, qué amenazas sufre o a qué desafíos se enfrenta, máxime teniendo en cuenta que es una cuestión que en otros entornos sociales –medios de comunicación, política- o está también deliberadamente ausente o tiene un tratamiento totalmente parcial y sesgado. Para servir a la verdad en este campo tendremos que ver, en primer lugar, qué es lo que dice la ciencia sobre la vida humana y su inicio. Después revisaremos, someramente, algunas de las falsedades y manipulaciones más difundidas.

II.- ¿QUÉ DICE LA CIENCIA?

Debe quedar claro que en esta cuestión no pueden primar preferencias, ideas u opiniones, sino de datos objetivos y contrastables. La doctora López Moratalla denuncia una de las falsedades recurrentes en este ámbito: el embrión es al principio un simple conjunto de células. Al contrario, «puede afirmarse que el cigoto es un viviente y no simplemente una célula viva. Es la única realidad unicelular totipotente capaz de desarrollarse naturalmente a organismo completo y crecer lleno de coherencia.» Con más rotundidad se expresaron, en 1990, Cole y otros autores en la prestigiosa revista científica Lancet (I, 1040): «De hecho, es falso, y un insulto contra la razón, considerar que el embrión humano es sólo un grupo de células totipotentes.»

El profesor Jérôme Lejeune, actualmente en proceso de beatificación, fue un científico eminente y descubridor de la trisomía 21, origen del Síndrome de Down. Señalaba, sin ningún género de dudas, que «cada uno de nosotros tiene un comienzo muy preciso, el momento de la concepción… tan pronto como se encuentran los veintitrés cromosomas transportados por el espermatozoide con los veintitrés transportados por el óvulo, ya tenemos reunida toda la información necesaria y suficiente para expresar todas las características del nuevo ser.» Más adelante añadía que «la información que está dentro de esta primera célula transmite a ésta todos los trucos del oficio para construirse a sí misma como el individuo que es. Quiero decir que no es una definición para construir un hombre teórico, sino para construir esta persona humana particular que después llamaremos Margarita, Pablo o Pedro.»

También la ciencia jurídica se ha pronunciado al respecto, y muy recientemente. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (Gran Sala) dictó una Sentencia el 18 de octubre de 2011 en la que definía al embrión humano como un organismo capaz de iniciar el desarrollo de un ser humano, ya sea el resultado de la fecundación o producto de una clonación. Específicamente, la Sentencia confirma que «constituye un embrión humano todo “ovulo humano” a partir del estadio de la fecundación tenga el origen que tenga». ¡Qué vergüenza para aquellos que se han pasado la vida hablando de pre-embriones o de la anidación o de cualquier otro momento, más o menos arbitrario, para fijar el inicio de la vida humana!

III.- MENTIRAS Y MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE.

Ya anunciábamos al principio que las evidencias científicas y los datos objetivos sólo podían negarse desde presupuestos ideológicos. Vamos a ver algunas de las falsedades y lugares comunes más difundidos en este ámbito. Lo más llamativo, por incongruente, es que algunas de estas opiniones se revisten de ropajes de progreso, ampliación de derechos e, incluso, de falsa piedad hacia quien sufre. Además, es significativo que casi siempre, para justificar algunas de las posiciones ideológicas contrarias a la vida humana y a la familia, entendida como entorno privilegiado para la protección y cuidado de ésta, se utilicen mentiras, eufemismos, manipulación del lenguaje.

Es reveladora de esa forma de actuar, por ejemplo, la propuesta que hiciera en su día Bill Clinton diciendo que el aborto debía ser «seguro, legal y excepcional.» Pues bien, el dato cierto es que en Nueva York el cuarenta por ciento de los embarazos terminan en aborto, y en España casi el veinte por ciento. También es significativo que el caso que se utilizó para promover la legalización del aborto en Estados Unidos, y después en cascada en gran cantidad de países, el célebre Roe vs. Wade (sentencia de enero de 1973), estuviera construido sobre la mentira de una falsa violación. Igualmente falsos, y sin rigor científico alguno, fueron los conocidos Informes Kinsey de 1948 y 1953, sobre el comportamiento sexual de los hombres y las mujeres en Estados Unidos.

En cuanto a la manipulación del lenguaje, podemos encontrar ejemplos como el eufemismo ‘interrupción voluntaria del embarazo’ o el invento del término pre-embrión en un intento de justificar determinadas manipulaciones sobre el embrión humano, o la difusión de la idea del ‘sexo seguro’ mediante la supuesta protección total con el uso del preservativo. A este respecto hay que señalar que la propia ONUSIDA ha tenido que reconocer que sólo se puede hablar de ‘sexo más seguro’, pero no de seguridad total como se daba a entender con el slogan anterior. También la aplicación del concepto de ‘derecho’ a lo que no son más que meros deseos subjetivos: derecho al hijo, al aborto, a decidir, a la salud reproductiva, al libre ejercicio y expresión de la identidad sexual.

Como último ejemplo de estas mentiras y manipulaciones citaremos el constante recurso a la amenaza de la superpoblación, de la explosión de una supuesta “bomba demográfica”, como la denominara Paul Erlich, sombrío profeta de catástrofes jamás acaecidas. La falsedad de estos planteamientos la desveló, entre otros, Jean Ziegler, socialista suizo y Relator Especial sobre el derecho a la alimentación de Naciones Unidas, en un Informe de enero de 2008: «Y sin embargo, el hambre y las hambrunas no son inevitables. Según la  Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el mundo produce ya suficientes alimentos para atender a cada niño, mujer y varón, y podría dar de comer a 12.000 millones de personas, es decir el doble de la población actual. El mundo es más rico que nunca, así que, ¿cómo podemos aceptar que cada año 6 millones de niños menores de 5 años mueran a causa de la malnutrición y de las enfermedades a que da lugar?» A esta ya larga y negra lista tendríamos que añadir las prácticas eugenésicas, el ‘aborto postnatal’ o el infanticidio.

En este contexto, y en relación con el combate cultural al que nos referíamos al principio, hay que señalar que en la base de todas estas falacias, eufemismos y manipulaciones, se encuentran los planteamientos de la ideología de género y su agenda política. En el campo educativo el servicio a la verdad consistirá en demostrar estas falsedades y en proponer una recta antropología, adecuada a la auténtica naturaleza del ser humano.

IV.- NO SÓLO LA IGLESIA.

Otra manipulación que suele utilizarse para intentar desacreditar las propuestas y posiciones de quienes defendemos la vida es decir que pretendemos imponer nuestra fe y nuestras creencias a toda la sociedad, pues intentan hacer creer que no existen otros argumentos más allá de los de tipo moral o religioso, como si la vida y la familia sólo pudieran defenderse desde planteamientos puramente confesionales. Nada más lejos de la realidad. Vamos a demostrarlo con algunos ejemplos. Las evidencias científicas y los datos objetivos meramente racionales, a los que en el caso de los creyentes se pueden sumar otras consideraciones –mandamientos, prácticas, costumbres, virtudes, creencias-, demuestran que existen razones de ciencia y de conciencia para oponerse a los ataques reiterados contra la vida humana, especialmente cuando ésta se encuentra en formación en el seno materno o cuando está enferma, en fase terminal o en situación de debilidad, dependiencia o abandono.

Citaremos sólo algunos pensadores y personajes, no ultracatólicos precisamente. Tabaré Vázquez, expresidente de Uruguay y médico de profesión: «Hay consenso en que el aborto es un mal social que hay que evitar… La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia… hay que rodear a la mujer desamparada de la indispensable protección solidaria, en vez de facilitarles el aborto.» Norberto Bobbio, filósofo socialista italiano: «Me sorprende que los laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe matar… Ante todo, el derecho fundamental del concebido, el derecho a nacer, sobre el cual, creo yo, no se puede transigir. Es el mismo derecho en cuyo nombre soy contrario a la pena de muerte.» Mahatma Gandhi, líder pacifista: «Me parece tan claro como el día que el aborto es un crimen.»

Hemos visto, como ya anticipábamos, que hay argumentos absolutamente racionales, laicos, no confesionales, para defender la vida humana. Argumentos y opiniones desgraciadamente casi desconocidos, pues arruinarían la caricatura que se hace de la fe y la religión en este terreno. Recientemente, el 20 de septiembre del año pasado, el Papa Francisco, en un discurso pronunciado ante los ginecólogos católicos participantes del encuentro promovido por la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos, incidía en esta idea: «Queridos amigos médicos, ustedes son llamados a ocuparse de la vida humana en su fase inicial, recuerden a todos, con hechos y palabras, que esta es siempre, en todas sus fases y todas las edades, sagrada y siempre de calidad. ¡Y no por un discurso de fe –no, no– sino de razón, de ciencia!»

La existencia de estos argumentos no desvirtúa el hecho de que haya sido la Iglesia la primera, y siempre se ha mantenido igual, que clamó en favor del respeto a la vida y la dignidad de todo ser humano. El Catecismo de la Iglesia Católica y la Instrucción Donum Vitae nos recuerdan que «la vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente.» Juan Pablo II, en Audiencia General del 3 de enero de 1979, 3 meses después de su elección como Sumo Pontífice, marcaba ya los caminos a seguir: «Este hecho del que hablo es un gran grito, un desafío permanente a cada uno y a todos, acaso más en particular en nuestra época… En efecto, lo que viene llamado con eufemismo ‘interrupción de la maternidad’ (aborto) no puede evaluarse con otras categorías auténticamente humanas que no sean las de la ley moral, esto es, de la conciencia… No se puede dejar sola a la madre que debe dar a luz; no se la puede dejar con sus dudas, dificultades y tentaciones. Debemos estar junto a ella… debemos ofrecerles toda ayuda posible.»

En la Evangelium Vitae, Juan Pablo II nos ponía frente a nuestra responsabilidad personal: «Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la ‘cultura de la muerte’ y la ‘cultura de la vida’. Estamos no sólo ‘ante’, sino necesariamente ‘en medio’ de ese conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente a favor de la vida.» Además, esta responsabilidad no se puede demorar: «Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida.»

Los cristianos, cuando hablamos de la defensa de la vida no lo hacemos exclusivamente del aborto –recuérdese el «toda la vida y la vida de todos»-, sino que nos ocupamos también de la eutanasia, la eugenesia, el terrorismo, la pena de muerte, las guerras, las torturas y violencias, la manipulación e ingeniería genéticas, la pobreza y el hambre. La Instrucción Dignitas Personae lo expresa magníficamente: «Pero la historia de la humanidad ha sido testigo de cómo el hombre ha abusado y sigue abusando del poder y la capacidad que Dios le ha confiado, generando distintas formas de injusta discriminación y opresión de los más débiles e indefensos. Los ataques diarios contra la vida humana; la existencia de grandes zonas de pobreza en las que los hombres mueren de hambre y enfermedades, excluidos de recursos de orden teórico y práctico que otros países tienen a disposición con sobreabundancia; un desarrollo tecnológico e industrial que está poniendo en riesgo de colapso el ecosistema; la utilización de la investigación científica en el campo de la física, la química y la biología con fines bélicos; las numerosas guerras que todavía hoy dividen pueblos y culturas. Éstos son, por desgracia, sólo algunos signos elocuentes de cómo el hombre puede hacer un mal uso de su capacidad y convertirse en el peor enemigo de sí mismo, perdiendo la conciencia de su alta y específica vocación a ser un colaborador en la obra creadora de Dios.»

Acabaremos recordando una cita de Chesterton: «Solo quien nada contracorriente sabe que está vivo.» Lo mejor que podemos hacer por nuestros jóvenes es que ‘vivan’, no que se dejen arrastrar por la corriente. Es más duro, pero es mucho más humano. Para eso es necesario que en su educación les hablemos del valor y dignidad de la vida humana y de la necesidad de defenderla.

Precisamente, el Papa Francisco invitaba a los jóvenes, en el Angelus del 23 de junio de 2013, a adoptar esta actitud: «¡Debemos ir contracorriente! Y ustedes jóvenes, sean los primeros: vayan contra la corriente, tengan esa altura de ir contra la corriente, ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente! ¡Y siéntanse orgullosos de hacerlo!»

Noticias relacionadas

Simón: ¿por qué frente a tanto mal surge tanto bien?
Cultura · Isabella García-Ramos Herrera
Simón (2023) es la primera película venezolana en llegar a Netflix Latinoamérica y España, después de su nominación a los premios Goya como “Mejor película iberoamericana” y ser ganadora y nominada en otros certámenes como el Heartland International Film Festival, The Platino Awards for...
1 abril 2024 | Me gusta 5
Tomarse a Dios en serio
Cultura · Antonio R. Rubio Plo
Ha llegado a mis manos un interesante libro "Tomarse a Dios en serio", escrito por Joan Mesquida Sampol, un funcionario de la Administración balear, con formación jurídica y en ciencias religiosas. El título va acompañado de este esclarecedor subtítulo "La dificultad de creer en un Dios que no...
19 marzo 2024 | Me gusta 5
Chesterton, un hombre del pueblo
Cultura · Antonio R. Rubio Plo
Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Gilbert Keith Chesterton y el paso del tiempo solo sirve para subrayar la genialidad y la capacidad de intuición de un escritor que no puede ser reducido a la caricatura de un catolicismo militante....
21 febrero 2024 | Me gusta 1