La debacle política llega a los mercados
Elena Salgado, la ministra de Economía, ha intentado explicar por qué habían enviado a Bruselas un papel en el que se ampliaba el período de cálculo de la pensión y por qué lo corrigieron en dos horas. Ha sido peor porque la ministra ha acabado criticando al todavía comisario de Economía, Joaquín Almunia. El Gobierno se desmorona y el mundo del dinero, que es muy conservador y temeroso, sale espantado. El mundo del dinero, que coincide, por una vez, con los sindicatos. Las centrales por fin han empezado a decir lo que tenían que haber dicho hace mucho tiempo: "éste es un Ejecutivo de aprendices".
A la par que nos zumbaban en los mercados internacionales, Zapatero ha predicado el relativismo en el Desayuno de Oración: ha vuelto a negar el Evangelio para asegurar que es la libertad la que nos hace verdaderos y no la verdad la que nos hace libres. Es idealismo de andar por casa: la realidad no existe, es el pensamiento el que la crea. Un discurso bueno para los salones enmoquetados pero no para responder a los que están en la cola del paro. Mientras todo se derrumba y los cascotes golpean la cabeza de los españoles, el inquilino de la Moncloa se olvida del primer mandamiento de la política y la vida: el realismo.