La dama de hierro

Cultura · Juan Orellana
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2 enero 2012
En un tiempo en el que se han puesto de moda exitosos biopics o retratos de figuras políticas occidentales del siglo XX (The Queen, Frost vs Nixon, El discurso del Rey...) le ha tocado el turno a Margaret Thatcher, la primera ministra británica conservadora desde 1979 hasta 1990. Una mujer de mano dura, ideas claras, y muy controvertida, que tuvo que afrontar una tremenda crisis económica, la Guerra de las Malvinas, el conflicto del Ulster -que casi le costó la vida-, los últimos coletazos de la Guerra Fría, y un sinfín de retos internos que la fueron desgastando hasta perder el apoyo de su propio partido en 1990, siendo sustituida por John Major.

Al frente del proyecto ha estado la directora británica Phyllida Lloyd, que casi sólo tiene en su haber la película musical Mamma mia! (2008), donde tuvo la oportunidad de trabajar con Meryl Streep. El guión ha sido responsabilidad de Abi Morgan, un guionista de televisión que con éste ha afrontado el reto más importante de su carrera. Pero también es el gran problema de esta película, que tiene su baza más importante en el trabajo memorable de Meryl Streep.

La película parte del presente, de una Thatcher anciana, con demencia senil, y que se arrastra por su casa viendo alucinaciones de su difunto marido, Denis Thatcher. A partir de ahí y de la mano de sus recuerdos, la película va ofreciendo flashbacks en los que se nos cuentan diferentes episodios de la vida de esta mandataria. Desde su juventud, interpretada por Alexandra Roach, hasta los sucesos más conocidos como la Guerra de las Malvinas, el atentado del Gran Hotel de Brighton, o alguna de sus medidas económicas más impopulares. El problema del film es que pasa de puntillas por esos acontecimientos, se deja fuera muchos otros, y ofrece una visión un poco superficial de sus años de gobierno. A cambio, se centra excesivamente en el presente, en esa triste y solitaria ancianidad, consiguiendo un ritmo retardado y una pérdida de pulso dramático.

Aun así la película es interesante y ofrece los claroscuros de una mujer que es jefe de Gobierno, esposa y madre. Y es que su vida privada es reflejada generosamente en el film. La película ni ensalza ni ataca a la dama de hierro. Da una de cal y otra de arena, lo cual ha generado muchas controversias entre los espectadores. A pesar de sus diferencias ideológicas, Meryl Streep se entrega absolutamente a su personaje y consigue uno de los trabajos más notables de la historia del cine contemporáneo.

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