La culpa siempre es del otro
No vale la pena entrar en el debate de “cuántos eran” el día de la Diada. Una fiesta de Cataluña absorbida en exclusiva por los separatistas. Basta observar que las respetables fuentes van desde 300.000 a un millón. Los primeros contando metros cuadrados y personas, los segundos contando con la “intuición”. ¿Qué va a pasar en Cataluña? Si en la realidad de cuántos eran hay tantas versiones, calcúlese cuántas habrá para predecir el futuro.
Porque el futuro a tres semanas tiene dos ópticas tan lejanas como el número de asistentes. Para Puigdemont amaneceremos en un orden nuevo, la República Catalana Independiente. Para Rajoy, aquí no va a pasar nada.
Quizá lo único cierto es que sí que pasa y mucho. ¿Recuerdan lo de “cambio de época”? Es verdad, no es una época de cambios sino un cambio de época y quien no lo lea así no se va a enterar de nada. La división generada en la sociedad española y catalana no la arregla la Guardia Civil. Son estertores de un sistema en fase de crisálida. No es sólo nacionalismo. Es también un imperio ideológico de izquierda apuntado al festival burgués.
De las pancartas que vi me quedo con una, increpada y silbada por muchos aludidos: “Los malos gobiernos dividen los pueblos”, y más abajo: “La culpa siempre es del otro”. “Vete al valle de los caídos”, le increpaba la multitud. El hombre tranquilamente sonreía. Probablemente, de todos, fuese quien más razón tenía.