La conspiración del silencio

Cultura · Juan Orellana
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20 enero 2015
El cine alemán de los últimos años está acabando precisamente con la conspiración del silencio. Ha abierto un proceso muy afinado de revisión de su propia historia reciente, tanto del totalitarismo nazi como del comunista. Recordemos títulos como La vida de los otros, Goodbye Lenin, Barbara, El hundimiento, Dos vidas, R.A.F. Facción del Ejército Rojo, Si no nosotros, ¿quién?, El noveno día, Diplomacia… Ahora que el próximo día 27 se cumple el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz se estrena La conspiración del silencio, del actor milanés afincado en Alemania Giulio Ricciarelli, que debuta en el largometraje tras una larga carrera como actor.

El cine alemán de los últimos años está acabando precisamente con la conspiración del silencio. Ha abierto un proceso muy afinado de revisión de su propia historia reciente, tanto del totalitarismo nazi como del comunista. Recordemos títulos como La vida de los otros, Goodbye Lenin, Barbara, El hundimiento, Dos vidas, R.A.F. Facción del Ejército Rojo, Si no nosotros, ¿quién?, El noveno día, Diplomacia… Ahora que el próximo día 27 se cumple el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz se estrena La conspiración del silencio, del actor milanés afincado en Alemania Giulio Ricciarelli, que debuta en el largometraje tras una larga carrera como actor.

La película cuenta la historia de Johann Radmann (interpretado por Alexander Fehling), un joven fiscal que, a finales de los cincuenta, comienza a investigar lo sucedido en Auschwitz. En aquel momento los alemanes habían corrido un tupido velo sobre el III Reich y el Holocausto, y nadie sabía ni quería saber nada de crematorios, cámaras de gas ni exterminios masivos de judíos. Todo el mundo tenía nazis en su familia y habían optado como pueblo por mirar hacia adelante imponiendo un tácito olvido del pasado. Soldados que en la guerra habían humillado, torturado y asesinado a pobres inocentes, ahora trabajaban como ciudadanos normales en talleres o restaurantes. La desnazificación programada por los aliados contaba con la implícita cláusula no escrita de echar tierra sobre las vergüenzas nacionales. Con Nüremberg se daba por saldada la cuenta histórica y ahora tocaba mirar al futuro. Pero ¿era eso justo? Es la pregunta que lleva al fiscal Radmann a reabrir viejas heridas: lo que ocurrió en Auschwitz ¿puede quedar impune ante los ojos de la Historia? ¿Pueden diluirse en una responsabilidad abstracta y genérica -la del III Reich- las barbaridades perpetradas por alemanes con nombres y apellidos, y que a menudo obraban por su cuenta, sin obedecer órdenes? Radmann, con el apoyo moral del Fiscal General, comienza a investigar casos particulares de brutalidades y asesinatos perpetrados en Auschwitz. Muchos colegas de la Fiscalía le consideran un traidor, e incluso muchas víctimas prefieren no revivir aquel infierno. Pero Radmann se debe a su conciencia, y está convencido de que sin reparación moral Alemania no puede construirse un futuro digno. La verdad debe ponerse encima de la mesa para que los alemanes puedan volver a mirarse a los ojos… o en el espejo. La investigación llega a un punto crítico cuando se topa con dos nombres especialmente significativos y escalofriantes, el doctor Josef Mengele y el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann. En ese momento Radmann se da cuenta de que las clases dirigentes, incluso aliadas, no están por la labor de ir hasta el final.

Interesantísima película que, bajo el paraguas de un relato de ficción, cuenta la historia real de tres fiscales jóvenes, Joachim Kügler, Georg Friedrich Vogel y Gerhard Wiese. Sí que es real el periodista Thomas Gnielka, que fue quien propició la puesta en marcha del caso; así como el fiscal general Fritz Bauer -encarnado por Gert Voss-, superviviente del Holocausto y que lideró la investigación que culminó en los juicios de Auschwitz.

Sólo un miembro del Gobierno de Hitler, el arquitecto Albert Speer, hizo suyo el presupuesto moral en el que se basa esta película: era necesario asumir la verdad entera, pedir perdón y pagar las consecuencias. Cumplió íntegra su condena en Spandau. Aunque hay dos buenas series de televisión, sería necesario un buen largometraje actual sobre este personaje tan singular.

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