La cárcel de la pequeña armonía familiar

Mundo · Claudio Magris
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5 junio 2012
Las grandesreligiones universales, y sobre todo el cristianismo, no son asunto de un family day. Cristo vino para cambiarla vida de los hombres y para proclamar los valores más altos del círculo inmediatode los afectos, es más, para azotarles duramente cuando éstos se oponenobstinadamente a un amor más grande. Incluso el vínculo más fuerte, el queexiste entre madre e hijo, es tratado bruscamente cuando María quiereinterferir: «Mujer, ¿qué tenemos que ver tú y yo?», le dice.  

Cuando, mientrasestá hablando a una multitud, le vienen a decir que su madre y sus hermanos leestán buscando, Cristo responde: «¿Quién es mi madre? ¿Y quiénes son mishermanos?», añadiendo que es hermano suyo quien cumple la voluntad del padre.En caso de conflicto entre la relación de parentesco y el mandamiento, ladecisión está clara: él afirma que ha venido para separar, si es necesario, «alhijo del padre, a la hija de la madre». Su mismo nacimiento, por lo demás, escandalosorespecto a las reglas, no cabe en el modelo del orden familiar.

Naturalmente,Cristo no tiene intención de negar el amor entre los esposos, los hijos, loshermanos, los padres. Quiere potenciarlo, liberarlo de sus tan frecuentesdegeneraciones egoístas, bienpensantes y reductivas que empobrecen ese vínculouniversal-humano y lo reducen a un refugio pávido y árido, cerrando la puerta ala vida y a los otros, atrincherándose en un pequeño mundo limpio y correctopero indiferente ante la miseria y el sufrimiento que puede encontrar al otrolado de la puerta. Hay una viva expresión veneciana que representa esta falsa ypequeña armonía familiar basada en el rechazo a los otros: «far casetta».

«Tengo familia»es la mejor excusa para echarse atrás ante un deber que nos llama a ponernos enpeligro. A propósito de esto, Noventa – gran poeta católico, uno de los grandesdel siglo XX – respondía en su dialecto veneciano a quien agacha vilmente lacabeza y se limita a sus viejos padres, la mujer aún joven y los hijos quetiene que mantener: «son vigliaco» (cobardes).

La familia,ciertamente, es una realidad histórica y, aunque tiene una particular duración,como tal está sujeta a transformaciones y mutaciones, pero nunca tan intensa yconfusamente como hoy, en una maraña de liberaciones algunas justas y otrassencillamente ideológicas y estúpidas, convencionalismos travestidos detransgresiones o de sacros principios, supuestos exhibicionismos, unaconvulsión de tradiciones seculares, costumbres, valores, formas de agregaciónfamiliar. La familia ha sido, y difícilmente podrá dejar de serlo, una célulaprimaria del universo humano, el Teatro del Mundo al que el individuo nace, lasvoces que le llegan cuando aún está en la primera estación de su viaje, en elvientre materno; cuando el individuo descubre el mundo hace la experienciafundamental del amor o la devastadora del desamor, aprende con sus hermanos quées el juego, la aventura, la lucha, la ambivalencia de afecto y rivalidad,donde el padre y la madre les transmiten no sólo la vida sino también susentido. No se equivocaba Francesco Ferdinando, el heredero al trono de losHabsburgo asesinado en Sarajevo al querer que sobre su tumba sólo seinscribieran tres fechas: su nacimiento, su matrimonio y su muerte.

La familia puedeser el escenario intocable del descubrimiento del mundo, como en Guerra y paz de Tolstoi, y puede ser tragedia yvileza, odio y violencia, Caín y Abel, los Aqueos y la estirpe de Edipo. Puedeser un lugar de opaca extrañeza, de resentimientos mezquinos, de violencia yopresión; violencia de padres o maridos dueños de sus hijos y mujeres, sórdidavenganza femenina con sofocantes tiranías domésticas, obligaciones que losclanes parentales llevaron de la tribu a la civitas y que absorben al individuo, comoescribía Kafka, en la papilla informe de los orígenes. La palabra familia ya espor sí misma un Jano de dos caras: indica el mundo que nos es más querido ypuede indicar también el bestial vínculo mafioso. André Gide podía decir: «Familias,cuánto os odio». Las nuevas formas de familia, radicalmente distintas de latradicional, que se anuncian abrazándose con énfasis, pueden llevar consigovalores contra-valores pero sin dudano están a salvo de las degeneraciones de la convivencia.

La liberación delhombre – el sentido del cristianismo – no puede no liberar también a lafamilia; también de sí misma, si es necesario. Y entonces la familia puedeconvertirse verdaderamente en un Teatro del Mundo y del universo humano:cuando, jugando con los hermanos y amándoles, damos el primer y fundamentalpaso hacia una fraternidad mayor, que sin la familia no habríamos aprendido asentir tan vivamente; cuando los padres nos hacen entender concretamente quésignifica ser llevados de la mano por la jungla del mundo, de una mano que nossigue apoyando incluso cuando ya no la aferras físicamente. En una familialibre y abierta también el Eros encuentra su mayor aventura, misteriosa yperturbadora; comer en paz el propio pan con la mujer amada durante lajuventud, como dice un pasaje bíblico es una experiencia para grandes amantes.Y los hijos, en un universo de relaciones liberadas del familismo (ansioso,autoritario, débil, obsesivo, según los casos) que se convierten así en lapasión más grande que la vida puede darles a conocer. La civilización griegonos dio a Edipo y a los Aqueos, pero también a Héctor, que sin preocuparle supropia muerte, sobre los muros de una Troya asediada juega con su hijoAstiajnax y su mayor deseo es que éste crezca mejor y más fuerte que él.

Corriere della Serra

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