La canción de Guerra (D. Buzzati)

El fragor de sus victorias se extendía por todo el mundo, el sonido de sus pisadas se perdía por las llanuras, cada vez más alejados de las cúpulas plateadas del palacio. Y desde sus campamentos rodeados de ignotas constelaciones se expandía siempre el mismo canto: no alegre, sino triste, no victorioso y guerrero, sino lleno de amargura.
El rey se regocijaba con las victorias increíbles de sus batallones, pero no comprendía qué era eso que cantaban sus aguerridos soldados. En sus victorias se dejaba presagiar la derrota, quizás la definitiva, pero el rey sólo veía cómo nuevas tierras eran conquistadas.
Por campos y pueblos, / El tambor sonó / Pero pasados los años / El camino de vuelta, / El camino de vuelta, / Nadie lo encontró.
El afán de avanzar e imponerse sobre los otros no era suficiente para los soldados. Y el canto decía lo que muchos quizás no se atrevían a decir; secretamente esperaban que sus victorias fueran definitivas, pero en el fondo sabían que nunca volverían. Era una melodía triste, que el rey no soportaba, ni comprendía, pero era más digna que todas las victorias. Aunque el rey quiso evitarlo, todavía resuena.
Adelante vamos / Y pasados los años / Donde te dejé, / Donde te dejé, / Una cruz hallé.