La apelación a la ley, un acto de ´vida en la verdad´

Mundo · Aliosha Miranda
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2 enero 2018
A través de la historia se han visto leyes absurdas, leyes que van en contra de la justicia; basta pensar en la Sudáfrica del Apartheid, donde solamente los blancos tenían derecho a votar. En casos como ese, sólo con observar las leyes se podía entender la injusticia que se vivía allí. Es distinto en Venezuela, si nos limitamos a leer las leyes de Venezuela no entenderíamos nada de lo que ocurre allí. No entenderíamos que allí las leyes no son más que una fachada que cubre una ingeniosa maquinaria de la dictadura que tiene como fin controlar a la población.

A través de la historia se han visto leyes absurdas, leyes que van en contra de la justicia; basta pensar en la Sudáfrica del Apartheid, donde solamente los blancos tenían derecho a votar. En casos como ese, sólo con observar las leyes se podía entender la injusticia que se vivía allí. Es distinto en Venezuela, si nos limitamos a leer las leyes de Venezuela no entenderíamos nada de lo que ocurre allí. No entenderíamos que allí las leyes no son más que una fachada que cubre una ingeniosa maquinaria de la dictadura que tiene como fin controlar a la población.

Esto es un aspecto muy característico de las dictaduras modernas, no por nada Václav Havel decía sobre Checoslovaquia que «si alguien no supiera nada de la vida de nuestro país y sólo conociera sus leyes, no podría entender de qué nos lamentamos; toda la secreta manipulación política de los tribunales y de las procuradurías, la limitación de las posibilidades de los abogados, la no publicidad de los procedimientos judiciales, la arbitrariedad de los órganos de seguridad, el menosprecio de la justicia y la indiferencia ante los derechos humanos. Todo esto, naturalmente, permanece desconocido para el observador».

Es necesario entonces denunciar esta “secreta manipulación” que ocurre en Venezuela; y qué mejor manera que explicando algunos de los hechos que sucedieron en las dos últimas elecciones realizadas en el país caribeño.

En los últimos meses se han realizado dos elecciones en Venezuela, una el pasado 15 de octubre, las elecciones regionales, y otra el pasado 10 de diciembre, las elecciones municipales. En ambas contiendas se dio una aplastante derrota del oficialismo. En ambas contiendas el régimen ha usado, entre otras cosas, el hambre del pueblo para manipularlo y salir victorioso en las elecciones.

Antes que nada, es necesario entender que el hambre en este país es un tema serio. Según Cáritas, en el año 2016 los venezolanos bajaron en promedio 12 kg de forma involuntaria, para el 2017, según esa misma organización, hubo una reducción involuntaria de otros 14 kg en promedio. Además, estudios hechos por el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda) estiman que hacen falta más de 13 salarios mínimos para cubrir los gastos de alimentación básicos de una familia. La gente pasa hambre, cada semana los precios suben y comer tres veces al día se vuelve un lujo para cada vez más familias venezolanas, y es aquí donde el gobierno se aprovecha de la situación, se aprovecha de la tragedia.

El régimen usa el hambre del pueblo para manipularlo, usa el hambre para salir victorioso.

Tanto el pasado 15 de octubre como el pasado 10 de diciembre el régimen se valió de amenazas y promesas para que la población saliera a votar. Se valió de amenazas, pues si alguno de los 4.468.695 venezolanos (14.4% de la población) para los que las cajas de alimentos repartidas por el gobierno son la principal vía para conseguir alimentos -de acuerdo con una encuesta realizada por Ratio Ucab, la empresa de análisis y estrategia de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB)- no salía a votar por los candidatos oficialistas, corría el riesgo de dejar de recibir este beneficio social, corría el riesgo de dejar de comer. Se valió de promesas, pues cada venezolano que votara por el oficialismo en las elecciones recibiría 500.000 bolívares. Se valió de amenazas, pues los empleados públicos que votaran en contra de los candidatos oficialistas podrían perder su trabajo. Se valió de promesas, pues aquellas personas que votaran por los candidatos oficialistas recibirían una bolsa de comida especial durante las fiestas decembrinas, bolsa de comida especial que nunca llegó y que ha dado origen a varias protestas en el país durante estos días. En su artículo “Votar por hambre y no por convicción”, Andrea Tosta afirma: «No fue por gusto o por intimidación. En los comicios municipales del 10 de diciembre se evidenció cómo la necesidad movió a muchos electores a sacar el comprobante de votación y llevarlo a un punto rojo. No importó la violación a la ley ni el quiebre del secreto del voto, que nadie castigó sino que se alentó desde el poder. En las zonas populares, el crujir de los estómagos sonó más duro que cualquier consigna política. Y las promesas no se cumplen». Así pues, si el lector quiere saber con más detalle las injusticias ocurridas en esos comicios puede recurrir a dicho artículo.

Así pues, mientras el gobierno anunciaba un proceso totalmente transparente, con tecnología punta, sin ningún tipo de fraude, jugaba con el hambre del pueblo. Un acto que por definición es democrático y una prueba de legalidad para un país se convierte en una simple fachada que cubre lo que en realidad sucede en el país.

Esta situación, toda esta injusticia montada por el régimen, ha hecho que muchos venezolanos consideren una ingenuidad salir a votar, que vean con escepticismo cualquier pretensión de cambio de gobierno que implique algún tema legal en el país, salir a votar es, para muchos, legitimar a la dictadura. Sobre este punto Havel también viene en nuestro auxilio, insisto, Václav Havel, ese hombre que estuvo preso, que vivió mil injusticias en una dictadura brutal, afirma: «la apelación a la ley es un acto de vida en la verdad que amenaza potencialmente a todo el mentiroso andamiaje, precisamente por su falsedad. Partir del hecho de que las leyes son sólo una fachada, que no significan nada, y que por tanto no tiene sentido apelar a ellas, no es más que reforzar ulteriormente esa fachada, esa exterioridad».

Este es un tema complicado, el nivel de control que tiene la dictadura sobre la sociedad venezolana es cada vez más grande, pero es necesario comprender que no se puede hacer frente a una dictadura sin acudir a las elecciones por muy fraudulentas que sean, en 2018 en teoría hay elecciones presidenciales, si estas se dan es necesario acudir a ellas con inteligencia, sabiendo a quién se tiene enfrente pero obedeciendo a lo que dice Havel, con la conciencia de que seguir las leyes que impone el gobierno para cubrir lo que hace es un acto de “vida en la verdad”.

El contexto es difícil en Venezuela pero, como decía san Ignacio, en situaciones como esta «debemos entrar con la de ellos y salirnos con la nuestra».

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