Katyn
1. El hecho
En septiembre de 1939, una semana después de la firma del Pacto Molotov-Von Ribbentrop entre Hitler y Stalin, Polonia es atacada en el oeste por los alemanes y en el este por los bolcheviques. Quince mil oficiales del ejército polaco, sitiados y desarmados, son llevados a los campos de trabajo soviéticos de Ostashkov, Kozielsk y Starobielsk. Lo mismo les ocurre a 5.000 dirigentes intelectuales polacos -profesores, artistas, políticos…-. En el invierno de 1940, Stalin ordena la ejecución de los 20.000 prisioneros, que son llevados a los bosques de Katyn y ejecutados de un tiro en la nuca. En el transcurso de la guerra, los nazis encuentran las fosas comunes de Katyn, y culpan -hipócritamente- a los soviéticos. Por su parte, los bolcheviques manipulan las autopsias para cambiar la fecha de las ejecuciones y acusan a los alemanes. Acabada la Segunda Guerra Mundial, la mentira se vuelve versión oficial, y los nazis cargan con esa responsabilidad hasta 1990, en que Rusia reconoce que aquel genocidio fue obra de Stalin y de las NKVD.
2. El argumento
El argumento se basa en la novela Post Mortem, de Andrzej Mularczyk. Sobre el trasfondo descrito, se sitúa la historia de Anna (Maja Ostaszewska), casada con un oficial polaco, Andrzej (Artur Zmijewski). Cuando éste es detenido y llevado a la Unión Soviética, Anna se reúne con su suegra, cuyo marido, un profesor de la Universidad de Cracovia, ha sido también arrestado y llevado a Rusia. Juntas, y a lo largo de la guerra, mantienen la esperanza de que sus maridos no aparezcan en las listas de Katyn que se van publicando. La aparición al finalizar la guerra del teniente Jerzy (Andrzej Chyra), amigo de Anna, aclarará muchas cosas y abrirá nuevas heridas. Junto a estos personajes hay otras tramas secundarias, como la del general polaco y su esposa, o como la del ingeniero aviador y su hermana, que dibujan y refuerzan distintos matices del drama humano de Katyn.
3. La película
El film se abre con una estremecedora partitura de Krzysztof Penderecki que sitúa al espectador en el nivel anímico con el que debe enfrentarse a un film tan desasosegador. Unos amenazantes nubarrones no son sólo el fondo de unos títulos de crédito, sino el estado de conciencia de un Wajda que ha tenido que convivir casi toda su vida con la mentira. Otros compañeros de profesión como Krzysztof Zanussi o Krzysztof Kieslowsky han dejado también en su cine la impronta de una amargura encallecida.
La primera escena es todo un símbolo: en un puente se encuentran los polacos que huyen de los nazis con los polacos que huyen de los bolcheviques. Están rodeados. No hay escapatoria. Un personaje dirá con contundencia más adelante: "Polonia nunca será libre". Frente a la opacidad de tantas situaciones, conmueve un catolicismo sólido y arraigado en el sufrimiento. En todo momento los polacos están prestos a rezar un padrenuestro, a cantar un villancico o a aferrarse al rosario. Una hermosa metáfora visual es cuando descubren un cadáver cubierto por un abrigo, y aparece en su lugar un Cristo crucificado con la corona de espinas.
La película es como un mecanismo de relojería, preciso, sin irregularidades, con una estética tan realista como sobria, sin la más mínima concesión al efectismo ni a la demagogia maniquea. Incluso se permite la inclusión de un capitán soviético "bueno", y un teniente polaco "traidor". Se ha cuidado la dirección artística al máximo, y el tratamiento de la luz. Un homenaje inmortal a las víctimas de Katyn no se puede permitir errores de bulto, ni trazos gruesos.
El film va avanzando en el tiempo hasta recorrer los seis años de la guerra para finalmente, como broche de oro, llevarnos a la matanza de Katyn, con unas escenas durísimas que pasarán a la historia del cine. Wajda ha firmado una de las mejores cintas sobre la guerra mundial jamás rodadas, más cerca de una confesión íntima que del bombo comercial de las producciones de Hollywood.