Debate del Estado de la Nación

Juego holandés sobre fondo nacionalista

España · Fernando de Haro
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14 julio 2010
Zapatero se puso ayer la camiseta naranja para el Debate del Estado de la Nación. Muy consciente de que no tenía juego posible recurrió, como en la final del Mundial, a la fórmula utilizada por Holanda: ninguna solución ni propuesta, entradas duras, descalificación del contrario. Era previsible, y lo peor es que en este momento hacerle una falta tras otra a Rajoy podía resultar eficaz. Ha conseguido, cuando menos, dejar el debate cerca de las tablas y eso en este momento es mucho. Rajoy formuló los mejores razonamientos, desveló las evidentes contradicciones, pero eso no es suficiente para ganar. Le faltó el gol en la prórroga.

En su intervención de la mañana se vio claro que a Zapatero sólo le interesaba el cuerpo a cuerpo de la tarde. No había manera de encontrar titular en la intervención, que comenzó a las 12 de la mañana. Los servicios de prensa del grupo socialista querían que se destacase las palabras en las que el presidente del Gobierno anunciaba de nuevo, ya lo había hecho la semana pasada, su disposición a enmendar la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. "Evaluaré -decía en el arranque de su intervención- la posibilidad de que algunos de los aspectos que han sido declarados inconstitucionales no por razones de fondo puedan ser abordados, como indica el propio Tribunal, por el cauce constitucionalmente precedente". Volvía a saltarse el principio de no contradicción -con el Constitucional contra el Tribunal Constitucional-. No soltaba lastre con el Estatuto, uno de sus productos estrella, apoyaba a Montilla y dejaba la puerta abierta a un improbable apoyo del nacionalismo catalán en el futuro. Los guiños a CiU se repitieron por la tarde.

Los otros 50 minutos de su primera intervención se resumen con las dos voces que se escucharon a las 12.50h. Desde la bancada popular, dos diputados anónimos del PP le gritaban en ese minuto: "¡Ahora…!". El presidente del Gobierno acaba de defender el recorte, la reestructuración del sistema financiero, la reforma laboral y la congelación del sistema de pensiones. Ahora, seis años después, Zapatero ha acudido a un Debate del Estado de la Nación a defender lo que se negó a hacer hasta que se lo impusieron el pasado 7 de mayo. La única curiosidad era su esfuerzo por construir una narración que le eximiera de sus responsabilidades. Estamos como estamos porque "la crisis puso definitivamente de manifiesto algunas debilidades de nuestra economía", dijo. Esas debilidades no tienen padre ni madre, no tienen nada que ver con lo sucedido en los últimos seis años. Su esfuerzo retórico le llevó a intentar salvar el fracasado Plan E y la no nacida Ley de Economía Sostenible. No se privó de mandarles un gesto de cariño a los sindicatos. Llamativo su silencio sobre la ley del aborto, que acaba de entrar en vigor, y sobre la ley de libertad religiosa que se retrasa.

El debate en realidad empezó por la tarde. Rajoy, aclamado por los suyos desde el primer momento, antes de pedir elecciones anticipadas hizo una exposición que recogía bien las razones del desgaste que sufre Zapatero en las encuestas. Hace lo contrario de lo que dice que va a hacer, pretende salvarnos de lo que él mismo representa, ha sido injusto con los recortes, que recaen sobre los más débiles. Terminaba con un contundente razonamiento: el presidente puede seguir ejerciendo el poder pero no gobernado, ha perdido la confianza, que "es un vidrio tan fino como el de una bombilla", no tiene autoridad. Y entonces llegó el momento que Zapatero estaba esperando. La réplica con la que golpear donde más podía doler. Acusó a Rajoy de alegrarse por los efectos negativos de la crisis, de no tener en cuenta el interés de España, de no estar pendiente de lo que necesita el país sino de su interés electoral. Los argumentos son burdos y falaces pero consiguen su objetivo: fidelizan votantes y neutralizan. Zapatero confirmaba así lo que hemos visto desde mayo: tiene ganas de pelear hasta el final. En la réplica y en la dúplica, más entradas directamente al hombre, olvidándose de la pelota. Señor Rajoy, si tanta prisa tiene, convoque elecciones anticipadas. No esté tan eufórico, mis encuestas son malas, las suyas también señor Rajoy. Rajoy, con guante blanco, le replicó que le admitía todas las descalificaciones personales, que lo importante es la situación de España. Demasiado sutil. La imagen del líder de la oposición sigue ligada más a los errores del Gobierno que a una alternativa que le ilusione y eso le hace débil.

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