John Williams: la Belleza conmueve a través de la música.-

Tiempo hace que me adentré hace años en el mundo de las bandas sonoras de cine (en mi caso, fue a través de la música clásica): uno de los soundtracks (bandas sonoras) que me marcaron en la adolescencia fue haber escuchado la partitura compuesta para Hook. Siempre había pensado que sólo existía la Belleza en la música clásica, en el rock, el country o los cantos populares.
Y, entonces, tuve mi Encuentro en la Tercera Fase con la realidad, a través de un maestro:John Williams
Nacido en 1932, en Long Island (New York) este prodigio de la música, que estuvo tocando en las Fuerzas Armadas, había aprendido piano con Mario Castelnuovo-Tedesco, y continuó sus estudios en la Juilliard School, una de las mejores escuelas de música en Estados Unidos, y tuvo como maestros a Bernard Herrmann, Erich Wolfgang Korngold, Franz Waxman o Alfred Newman (con el que tocó en su orquesta), aprendiendo composición y bebiendo de fuentes como Aaron Copland o Max Steiner.
Había tenido, desde 1954, una proliferación de trabajos para películas como Bromas con mi mujer, ¡no!, o Valley of the Dolls, sin olvidar Midway y muchas otras…aportando, en cada una, anticipos de lo que iba a empezar a ser su estilo: una música profundamente descriptiva y sentida, sin estridencias, pero con majestuosidad. Y lo mejor estaba por venir.
En 1972, Williams conoce a Steven Spielberg, que ya había empezado a hacer algunos pinitos en el cine (El Diablo sobre Ruedas). El director de Cincinnati (Ohio) le propuso para una película The Sugarland Express. El proyecto juntó también a Toots Thielemans, gran intérprete de armónica por entonces. La película fue un punto de partida para la carrera meteórica del Rey Midas, y fue el primer espaldarazo a la carrera de John Williams.
A partir de entonces, llovieron los dones: la amistad con George Lucas, que catapultó al músico al estrellato desde entonces con las trilogías Star Wars; el primer Óscar por la adaptación musical de Fiddler on the Roof (un violinista en el tejado); el segundo galardón de la Academia por Tiburón; el tercero, por La Guerra de las Galaxias; el cuarto, por E.T. el extraterrestre; el quinto, por una de las obras maestras de Steven Spielberg, La Lista de Schindler. Entre medias, infinitud de obras: Encuentros en la Tercera Fase, las aventuras de Indiana Jones, Superman, Home Alone, JFK, Hook… Y más obras después de Schindler´s List: Sabrina, Nixon, Salvar al Soldado Ryan, Amistad, El Patriota, Las cenizas de Ángela, Minority Report, Harry Potter y la piedra filosofal, Harry Potter y la cámara de los secretos, Harry Potter y el prisionero de Azkabán; la conmovedora Munich, Las aventuras de Tintin, War Horse y la última, hasta la fecha, Lincoln. Ciertamente, puede decirse que la colaboración Williams-Spielberg es un hito indiscutible en la historia del celuloide. Ninguna otra ha dado más fecundidad (no sólo en cantidad, sino en calidad) en música para películas que ésta. Colaboración que ha creado escuela: pensemos en la que hay entre Robert Zemeckis y el músico Alan Silvestri (ni su partitura para Forrest Gump o para Náufrago, siendo auténticas bellezas, llegan a la profundidad con que Williams narra la historia).
La capacidad que tiene Williams para componer melodías impresionantes, su habilidad e imaginación para conmover una y otra vez es lo que le distingue de muchos compositores. Sus partituras están llenas de momentos estremecedores: unos, trágicos; otros, heroicos; líricos, en ocasiones. Pero nunca exentos de una emotividad que está lejos del sentimentalismo o de una majestuosidad que dista mucho de estridencias histéricas de compositores como Hans Zimmer. La prueba de que este compositor resiste, con creces, la competencia del mundo musical es que su partitura para Superman sigue siendo insuperable, a pesar de la nueva creación del compositor Zimmer, que, desde su magnífica Gladiator, y la original visión que supone partir de una visión distinta de Superman, no acaba realmente de tener melodías definidas. Y es que Williams, al contrario que el compositor de origen alemán, dista mucho de ser un compositor efectista, siendo un compositor que domina la percusión tanto o más que las composiciones vanguardistas de Zimmer (soy entusiasta de Williams, ¿qué le voy a hacer?…y eso que me gusta la variedad).
Cuando escuchas a Williams, es difícil no rendirse ante la dramaticidad de la realidad que acontece a través de la historia. Ejemplos claros son Schindler´s List, cuyos dos temas principales (Theme from Schindler´s List o Remembrances, magníficamente interpretados por Itzhak Perlman); o el Hymn to the Fallen de Saving Private Ryan, un impresionante homenaje a los caídos en el desembarco de Normandía de 1944. Ambas músicas tocan lo profundo de un corazón humano que se conmueve por el destino del otro. Por no hablar de la belleza heroica de un joven que se conmueve ante lo que sucede en War Horse y encuentra en la relación con su caballo una razón para seguir esperando; o la humanidad necesitada de libertad de los esclavos africanos en Amistad ; pasando por un deseo enorme de justicia y de sentido en un personaje como Lincoln. Cualquier partitura que se escuche del maestro deja una huella. Uno de los pocos que, en Estados Unidos, a mi juicio, va en camino de aprender este modo, aunque a su estilo, es el canadiense Howard Shore con sus partituras para las adaptaciones del mundo de la Tierra Media de J.R.R. Tolkien, llevadas a cabo por Peter Jackson.
Hacer música efectiva (como la que hacen Hans Zimmer, Nick Glennie-Smith o James Newton Howard; unos con más estilo que otros) resulta fácil. Hacer música que te llegue hasta los tuétanos y te abra a otra dimensión; componer piezas que te introduzcan en un significado que esté ´en el subtexto´ de la historia, aparte de Ennio Morricone o los antiguos maestros, sólo lo sabe hacer John Williams. Hoy por hoy, a pesar de que algunos compositores han recibido galardones de la Academia, nadie marca tanto la diferencia como el compositor neoyorquino. Y es que Williams ha sido nominado en un total de casi 50 ocasiones para la mejor banda sonora en los Óscars de la Academia. Por algo será.
Otro día, más sobre el maestro.