JMJ: `La diferencia es evidente`

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13 septiembre 2011
Entrevista a Javier Prades, delegado del Gran Canciller para la Universidad de San Dámaso.  

Algunos señalan que en la JMJ de Madrid se percibía un tono diferente a otros acontecimientos similares, un tono más esencial. ¿Está de acuerdo?

En primer lugar hay que decir que la JMJ ha sido un hecho eclesial de primera magnitud. Ha ofrecido a la ciudad de Madrid, a España y al resto del mundo un testimonio ejemplar de vida cristiana y de su conveniencia para nuestra sociedad.

En esta JMJ efectivamente hay algunas características que la hacen singular. Por ejemplo, se han celebrado los grandes misterios de la fe de una manera sobria y profunda: la Eucaristía y la Reconciliación, la Cruz de Jesucristo, el ministerio y la persona del Papa, poniendo ante todos el origen misterioso del que nace la capacidad de los cristianos para servir a los demás, para construir obras, para colaborar en la sociedad. La JMJ ha sabido dirigir esta propuesta a los jóvenes sin necesidad de recurrir a un tono superficial falsamente juvenil. En las catequesis ha sucedido algo parecido. Han sido gestos de anuncio con una participación masiva en los que se ha profundizado en todas las dimensiones de la experiencia cristiana.

Otra característica propia de esta JMJ ha sido la dignidad civil de las propuestas culturales. Durante varios días antes de la llegada del Papa, en Madrid se podía participar en centenares de eventos culturales, algunos de tanta calidad como la exposición del Prado sobre los Misterios de Cristo, o la del Thyssen, el concierto del Orfeón Donostiarra, el espectáculo flamenco en el Templo de Debod, así como otros conciertos, proyecciones de cine y exposiciones con gran valor histórico, artístico y catequético, como han sido la de las Reducciones del Paraguay, o las dedicadas a la Madre Teresa, a Gaudí o al Pórtico de la Gloria, o la dedicada por "Ayuda a la Iglesia Necesitada" a los mártires.

Por otra parte, esta JMJ ha tenido por primera vez un acto específico del Papa con jóvenes profesores universitarios en El Escorial, para subrayar el interés de Benedicto XVI hacia el mundo académico e intelectual. Son ejemplos de una forma de estar en el ámbito público sin ninguna rebaja del contenido de la fe y con la posibilidad de que la sociedad plural pueda entender la relevancia humana de la fe y su máxima conveniencia.

¿Qué ha significado para la vida de la Iglesia la presencia de casi dos millones de personas siguiendo al Papa?

Es de un valor extraordinario. En primer lugar, destacan los grandes protagonistas de la JMJ que han sido, junto al Papa y los obispos, los propios peregrinos y los voluntarios. El buen eco que han dejado los centenares de miles de jóvenes en Madrid durante la semana, pero también en todos los lugares de España por donde han ido pasando la semana previa, producirá grandes frutos. Los comentarios sorprendidos y agradecidos sobre estos jóvenes han sido unánimes, desde quienes están acostumbrados a las grandes concentraciones, como policías, taxistas, limpiadores urbanos, etc… que reconocían la diferencia evidente en su modo de comportarse, hasta periodistas y figuras públicas que han acogido con respeto y admiración esta forma de presencia de los peregrinos en Madrid. Algo similar cabe decir del trabajo enorme y a veces en condiciones nada fáciles de miles de voluntarios que han sabido improvisar con rapidez, y atender con inteligencia y humanidad a los peregrinos. El relato de los encuentros entre unos y otros sería interminable. Este tejido de encuentros no es tan visible como los actos centrales, pero constituye una parte esencial de la riqueza de la JMJ.

De este modo se ha roto el tópico de que la Iglesia no consigue dirigirse a los jóvenes o que su propuesta no suscita atractivo. La jornada de Cuatro Vientos ha mostrado una preciosa sintonía y complicidad entre los jóvenes y Benedicto XVI, en torno al misterio de la Eucaristía. Estos días hemos podido ver la belleza del anuncio cristiano y el interés que tiene para la vida concreta de los jóvenes.

¿Qué reto y qué tarea suscita un acontecimiento de este tipo?

Para la Iglesia es sobre todo un reto educativo y cultural. El gran desafío educativo es acompañar de modo sistemático el camino de la fe de los cientos de miles de jóvenes que han respondido a la llamada del Papa. Necesitamos un método de educación en la fe a la altura del acontecimiento que hemos vivido. No debemos olvidar que en la fe cristiana hay una profunda correspondencia entre contenido y método.

Desde el punto de vista cultural, hay que aprender una profunda lección de esta JMJ porque hemos podido comprobar lo que significa una propuesta completa e inteligente de los contenidos de la fe, con un tono sereno y constructivo, hasta llegar a todas sus implicaciones para la vida de los hombres. Así se cumplirá lo que nos pedía el Papa: una inteligencia de la fe que se convierte en inteligencia de la realidad.

España ha estado marcada en los últimos tiempos por un clima de confrontación. ¿Ha supuesto la JMJ alguna novedad en este contexto?

Ha permitido a las personas de buena voluntad reconocer que la experiencia religiosa y específicamente la cristiana es un factor muy profundo de desarrollo humano y de presencia civil; y por tanto, que una sociedad en la que haya más jóvenes como éstos será una sociedad mejor. A excepción de algunas voces amargadas, muchos observadores, también ajenos a la Iglesia católica, han señalado la actitud ejemplar de los peregrinos. Vargas Llosa, por ejemplo, reconocía abiertamente que no habían sido los peregrinos los que habían tenido un comportamiento fanático y agresivo.

¿Qué incidencia histórica ha tenido la JMJ?

Es muy difícil medir los procesos históricos en el instante. La historia es el ámbito del diálogo misterioso entre Dios y el hombre, y no podemos aferrar sus consecuencias como si se tratase de un conocimiento instrumental. Por tanto, más allá del primer impacto, que sin duda ha sido muy positivo, debemos esperar pacientemente a que vayan aflorando los hechos en los que se reconozca lo que ha sucedido estos días en Madrid y en España.

Los cambios en la historia están relacionados con los cambios en el corazón del hombre, y por eso la mayor incidencia histórica de la JMJ será la de reconocer a hombres que han cambiado en lo profundo de su corazón. Son estos los protagonistas de acciones verdaderamente nuevas en la historia.

Usted se ocupa de la educación y la investigación. ¿Cuál cree que es en este momento el camino para la educación del pueblo cristiano de cara a los desafíos del siglo XXI?

Hay que dar testimonio del misterio de Cristo presente aquí y ahora en su Iglesia, de manera que se perciba su relevancia para la situación concreta del hombre en las sociedades plurales de Occidente. El desafío incluye no sólo las tareas directamente educativas, sino también la profundización crítica y sistemática en la experiencia cristiana, que la haga capaz de un diálogo con todos los sujetos de nuestra sociedad. La JMJ ha puesto de manifiesto que la vida eclesial tiene profundos recursos para contribuir al bien común, a una sociedad más justa, más libre y más unida. Y todos los españoles deseamos una sociedad así.

La Universidad San Dámaso, que acaba de nacer casi a la vez que el Papa visitaba Madrid, quiere contribuir desde luego a esta tarea de educación del pueblo cristiano, la nueva evangelización, desde su actividad propia de docencia e investigación universitaria. 

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