J.D. Vance y los peligros de perseguir la virtud

Editorial · Fernando de Haro
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1 septiembre 2024
La interpretación cultural que hace Vance de la fe no es una respuesta al secularismo sino una expresión de ese secularismo que dice combatir.

Kamala Harris va por delante de las encuestas. La candidata demócrata suma el 45 por ciento de los apoyos frente al 41 por ciento de Trump, según un sondeo de Reuters. Otras encuestas reducen la diferencia a dos o tres puntos. Nada definitivo, teniendo en cuenta lo mucho que queda para las elecciones de noviembre.

Trump ha buscado un apoyo de un importante sector de católicos con el nombramiento de J.D.Vance como candidato a la vicepresidencia. Vance, educado en un contexto evangélico, explica que se convirtió al ver una coincidencia entre sus aspiraciones y las aspiraciones de la Iglesia Católica. Durante un cierto tiempo el candidato a vicepresidente, un hombre culto, estuvo rodeado de una élite académica para la que lo importante en la vida era ser juez del Tribunal Supremo o consultor de un banco de ricos. Y se dio cuenta de que esa era “una forma increíblemente vacía e incluso asquerosa de pensar en el carácter y la virtud”. Sintió rechazo hacia esas  élites “a las que no les importa en absoluto la diferencia entre hombres y mujeres y cómo tenemos que inculcar virtudes masculinas y virtudes femeninas”. Descubrió que lo importante “era ser un buen marido, un buen nombre, un buen padre”. Vance es consciente de que estas aspiraciones morales no se consiguen de un modo fácil. “Una de las cosas más atractivas del catolicismo para mí es que el concepto de gracia no se expresa como una epifanía. No es que recibas la gracia y de repente pases de ser una mala persona a ser una buena persona. Se trabaja constantemente. Eso me gusta”.

Cuando Vance habla de catolicismo habla de virtudes, explica que su conversión fue un modo de “adherirse a la resistencia”, después “de haber visto como el pecado destruía a personas y comunidades”. “Poco a poco -cuenta- empecé a ver el catolicismo como la expresión más cercana de un cristianismo obsesionado con la virtud, pero consciente del hecho de que la virtud se forma en el contexto de una comunidad más amplia”.

No se puede juzgar la fe de Vance, que sin duda es admirable, pero la interpretación  cultural que hace del catolicismo el aspirante a vicepresidente está centrada en la coherencia moral y en las virtudes. Cuando habla de su vocación política habla, sobre todo, de un conjunto de valores (familia, diferencia sexual, etc). Podría haber escogido otros (acogida de los migrantes, igualdad social y económica, etc). Vance critica que la secularización ha sido nefasta. La secularización que en Occidente sustituyó el cristianismo por los valores universales de la Ilustración. Pero la interpretación cultural que hace Vance de la fe no es una respuesta al secularismo sino una expresión de ese secularismo que dice combatir. Entender la fe, sobre todo, como un conjunto de virtudes universales que hay que conquistar en el terreno personal con trabajo duro y defender en la esfera pública supone convertir el cristianismo en un imperativo ético.

No fue así al principio. Los pastores, los pescadores de Galilea, los ladrones, las prostitutas no siguieron a Jesús porque les ayudaba a alcanzar unos valores que habían traicionado. El primer líder de la Iglesia Católica fue un traidor y un mentiroso. Al principio, y sigue siendo así, hubo una historia particular: un hombre que miraba de un modo determinado a los niños, que miraba de un modo especial las nubes que llegaban del oeste y el viento que llegaba del sur. El cristianismo sigue siendo lo mismo que era entonces: una historia particular, inesperada e inimaginable, una vibración, una mirada que supera todas las expectativas.

 

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