Italia, sin rumbo político

España · Pablo Martín de Santa Olalla Saludes
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8 enero 2014
En estos últimos días hemos podido constatar un hecho que no puede pasar desapercibido: la prima de riesgo italiana ha comenzado a superar a la española, tras varios años por debajo de la nuestra. Los mercados, de esta manera, dejan patente su desconfianza en la capacidad del Gobierno italiano para hacer frente al pago de su deuda nacional, lo que viene a suponer la confirmación de la deriva política en la que nuestros vecinos del sur de Europa se encuentran inmersos desde hace tiempo.

En estos últimos días hemos podido constatar un hecho que no puede pasar desapercibido: la prima de riesgo italiana ha comenzado a superar a la española, tras varios años por debajo de la nuestra. Los mercados, de esta manera, dejan patente su desconfianza en la capacidad del Gobierno italiano para hacer frente al pago de su deuda nacional, lo que viene a suponer la confirmación de la deriva política en la que nuestros vecinos del sur de Europa se encuentran inmersos desde hace tiempo.

¿Por qué Italia, que posee la tercera economía de la eurozona, tiene una de las primas de riesgo más altas de la Unión Europea? La razón hay que buscarla en la inestabilidad política en la que lleva sumida desde hace tiempo y, sobre todo, en el empobrecimiento general del país, donde ya ni siquiera el rico norte es lo que era. Y para ello resulta clave saber qué ha sucedido en los últimos años para que la que antaño era una economía muy próspera y una de las mayores potencias industriales del mundo haya dejado definitivamente de serlo.

Me atrevería a decir que el inicio de la crisis italiana hay que situarlo en la primera mitad del año 2001. En aquellos meses se celebraron elecciones generales que permitieron a la coalición de centroderecha liderada por Silvio Berlusconi recuperar el poder tras cinco años de dominio del centroizquierda. Sin embargo, pronto pudo comprobarse que, si Berlusconi estaba en política, era, fundamentalmente, para protegerse de la acción de la justicia y, al mismo tiempo, tratar de fortalecer sus poderosos medios de comunicación, en lo que constituyó un flagrante “conflicto de intereses”. Así, aquellos cinco años (2001-2006) fueron desaprovechados en gran medida porque Berlusconi tenía que dedicar la mayor parte de su tiempo a resolver sus numerosos litigios judiciales, acusado como estaba de haber defraudado dinero a la Hacienda italiana, de haber sobornado a políticos e instituciones y, en definitiva, de haber infringido de manera constante la ley. Todo esto tuvo una continuación en los años 2008-2011, tras el breve paréntesis de gobierno del centroizquierda de los años 2006-2008 de nuevo bajo el liderazgo de Romano Prodi. Berlusconi tenía ahora además la ventaja de que la victoria de 2008, en este caso sobre el alcalde de Roma Walter Veltroni, era todavía más apabullante que la lograda en el año 2001.

Pero, cuando los mercados comenzaban a avisar de que una grave crisis económica se cernía sobre Europa, el primer ministro italiano quiso pensar, como también lo hizo el presidente Rodríguez Zapatero en España, que esta inestabilidad financiera sería algo pasajero. Pero no tuvo nada de pasajero, hasta el punto de que, casi seis años después desde que esta comenzara, tanto España como Italia siguen sin haber superado sus respectivas crisis.

La pregunta es: si Italia posee una base económica más sólida que España (porque a la importancia del turismo añade una rica industria que en nuestro país fue desmantelada hace décadas), ¿por qué los mercados consideran al país transalpino menos fiable que nosotros? La respuesta es muy sencilla: mientras en nuestro país el Gobierno de Mariano Rajoy posee una mayoría absoluta abrumadora y el control de la mayor parte de las Comunidades Autónomas, en Italia existe una frágil mayoría conformada, básicamente, por el Partido Democrático (PD, el partido del primer ministro Letta), el Nuovo Centrodestra (la escisión del Pueblo de las Libertades liderada por la antigua “mano derecha” de Berlusconi, Angelino Alfano) y la Scelta Cívica del ex primer ministro Mario Monti (esta formación por cierto muy minoritaria con respecto a la dos anteriores).

Pero hay más elementos que añaden incertidumbres. Los parlamentarios italianos fueron incapaces de elegir un nuevo presidente de la República cuando el mandato del último inquilino del Palacio del Quirinale, Giorgio Napolitano, expiró en la primavera de 2013. El entonces líder del PD, Pier Luigi Bersani, presentó varios candidatos (Franco Marini, Romano Prodi), pero ni siquiera su propio partido le apoyó en bloque. Así que no hubo más remedio que pedir a Napolitano, que en mayo cumplía los ochenta y ocho años de edad, que aceptara un segundo mandato, con las incertidumbres que este suponía al continuar al frente de la República italiana alguien de tan avanzada edad. Con Bersani dimitido de su puesto como líder del PD, y con Berlusconi sin apoyos para ser primer ministro, Napolitano tuvo que improvisar un nuevo primer ministro en la persona del joven Enrico Letta, que ya había formado parte de un Gobierno italiano a finales de los noventa. Pero el problema estriba en que Letta no lidera actualmente su propio partido, ya que en las primarias que el Partido Democrático celebró en diciembre pasado quien se alzó con la victoria fue el alcalde de Florencia, Matteo Renzi. Y ya sabemos, porque lo hemos vivido en España, que la bicefalia suele acabar degenerando en acefalia.

Y a todo esto hay que añadir la necesidad de una nueva ley electoral, tras ser derogada por la Corte Constitucional italiana la del año 2005 (la que alguno llamó despectivamente porcata por perjudicar a partidos minoritarios). En definitiva, Italia vive inmersa en una profunda crisis político-institucional que se concreta en los siguientes puntos: un presidente de la República casi nonagenario que es clave en su función de árbitro según lo establecido en la Constitución italiana; un Gobierno de coalición con un frágil respaldo parlamentario en un país con tendencia a las escisiones; un primer ministro con un liderazgo que puede ser discutido en cualquier momento por su jefe de filas; una nueva ley electoral muy necesaria pero que ni siquiera está siendo objeto todavía de debate parlamentario; una galopante crisis económica; y una Unión Europea que cada vez aprieta más en lo que a austeridad se refiere tras el apabullante triunfo de Angela Merkel en las elecciones alemanas del otoño pasado. Con este panorama, ¿cómo no va a sobrepasar la prima de riesgo italiana a la española? Eso sí, no olvidemos algo que siempre está ahí: la política italiana es siempre capaz de sorprender, incluso en sentido positivo. Veremos si finalmente es así.

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