Irreconocibles

España · PaginasDigital
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10 marzo 2014
Días atrás, al llegar a casa, comenté perplejo lo que acababa de ocurrirme. Buscaba aparcamiento en mi zona, y tras varias vueltas sin conseguirlo, por fin diviso uno. Prevengo de mi maniobra poniendo los intermitentes.

Días atrás, al llegar a casa, comenté perplejo lo que acababa de ocurrirme. Buscaba aparcamiento en mi zona, y tras varias vueltas sin conseguirlo, por fin diviso uno. Prevengo de mi maniobra poniendo los intermitentes. Piso fuertemente el freno, al  escuchar que la persona que conducía el coche que me seguía, me regalaba un enfadadísimo toque de claxon, a la vez que me mostraba el anillo que llevaba en el dedo medio de su mano derecha. Me pregunté que hice mal, para ser agasajado con esas muestras de civilización del S.XXI y descubrí con asombro, que mi error fue encontrar un  estacionamiento en el que él también se fijó. Aún no alcanzo a entender, el grado de agresividad y mala educación , al colocar mi auto de forma justa en el lugar apropiado.

No hace mucho leí en un edificio público, un cartel que decía “Desterremos la violencia y la mala educación”. A mí me interpeló fuertemente.

¿Hemos llegado al extremo de tener que poner avisos, para no olvidar, que tenemos que ser educados?¿Nuestros impulsos violentos, tienen que ser controlados a través de mensajes externos y no por la razón?

Los acontecimientos me demuestran, que la ficción de las películas, ha dejado de serlo. Ciertamente la realidad supera ya, en demasiadas ocasiones, a lo que imaginábamos como imposible. Me cuesta creerlo, pero mi angustia crece, cuando contemplo escenarios que no me gustan. ¿De verdad estamos pisándonos unos a otros tan brutalmente y nadie pone remedio a ello?¿Será que nos hemos puesto una venda en los ojos, para no ver?… Pienso en la rutina diaria y percibo que la falta de modales, respeto y tolerancia están instalados desde hace tiempo entre nosotros.

Los asientos en los transportes no son cedidos a los que lo necesitan; la mayoría de veces ocupados por adolescentes, que ni se les pasa por la mente que otros precisan de ellos. Oigo tutear a personas ancianas, como si fueran los colegas del barrio, hablándoles sin respeto. Compruebo, como ante cualquier maniobra mal hecha o ´bien hecha´ con el auto, se le responde con un enorme pitido, acompañado de un acalorado insulto. Veo a chicas, soltando tacos propios de vikingos con almorranas. Conozco la actitud agresiva de padres que ante cualquier corrección a su hijo, por parte del profesor, lo toman como una embestida digna de denuncia. Veo a personas enfadadísimas, cuando se les amonesta por no llevar a su mascota atada para no asustar a los pequeños y te responden:” pues no saque a los niños”. Experimento, la impaciencia que nos come, cuando estamos en una cola y ésta no avanza, tachando de incompetente a la persona que nos atiende. Tenemos los gritos e insultos preparados, deseando ser disparados si opinamos diferente.

Contemplo atónito a varios “indignados” que un día, deciden saltarse las normas, erigiéndose en portadores de la verdad, reclamando respeto, tolerancia, y cambios, pero no dudan en implantar sus ideas y forma de vida, con una buena dosis de gritos e insultos, dirigidos a los que no comulgan con su forma de actuar.

Gritos, chillidos, alaridos. Qué feas palabras. ¿Quién quiere ceder? ¿Quién es capaz de serenarse? Aceptar la humillación es impensable .Bajarse del burro hoy, es agotador, así que permanecemos tozudamente sentados en él, con las vendas en los ojos para no ver.

¿Y los buenos modales donde se han escondido? Y en los colegios. ¿A qué nivel hemos llegado? Si los grandes educadores de la historia, “levantaran la cabeza” como suele decirse, estarían hoy encarcelados por exigir a sus discípulos, modales y principios. El deporte, símbolo de unión entre los pueblos y modelo de vida sana. ¡Cuántos espectáculos bochornosos nos presentan a menudo!

Estamos en el siglo del autoritarismo, de la prepotencia y de una gran chulería, encabezada por la clase política, en sus lamentables sesiones parlamentarias, donde la grosería, ordinariez y zafiedad, han sepultado a la cortesía, la elegancia y el respeto.

¿Tendremos que imitar a los gorilas, gritando, enseñando los dientes y dando  los golpes más fuertes para erigirse en dominador? … ¿Exagero?… Creo me quedo muy corto. ¿Humanos? … Algunos son irreconocibles.

Sin educación no hay moral, y sin ella, el respeto se pierde, el caos se instala y los instintos animales predominan sobre los racionales.

¿Hasta cuándo lo soportaremos?…

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