Entrevista a Carlos Agullo

`Intentando `protegernos` de la muerte nos quedamos sin recursos para afrontarla`

Cultura · P.D.
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2 julio 2018
Con motivo del inicio de la tramitación de la nueva ley de la eutanasia, todos hemos empezado a mirar cómo son los últimos días de muchos en los hospitales, cómo son los cuidados paliativos. Carlos Agullo tuvo la genialidad de dirigir un documental precisamente sobre “Los demás días”, que es el título de esta película. Durante meses estuvo grabando los últimos días de gente que se estaba marchando.

Con motivo del inicio de la tramitación de la nueva ley de la eutanasia, todos hemos empezado a mirar cómo son los últimos días de muchos en los hospitales, cómo son los cuidados paliativos. Carlos Agullo tuvo la genialidad de dirigir un documental precisamente sobre “Los demás días”, que es el título de esta película. Durante meses estuvo grabando los últimos días de gente que se estaba marchando.

Tú has dicho que querías hacer esta película porque el tema de la muerte es un tabú en nuestra sociedad, ¿por qué no queremos hablar de ello?

Creo que es algo eterno en el ser humano, siempre ha sido una gran dificultad el finalizar la vida, pero también creo que sobre todo en el último siglo, sobre todo en la segunda mitad, los avances tecnológicos en la medicina nos han metido en esa especie de fantasía del todo se puede curar, y esto ha alejado mucho la muerte de la visibilidad de las personas. Entonces ya no se muere en casa, los cortejos fúnebres ya no cruzan los pueblos, no suenan las campanas, sino que se esconde, y eso hace que desde pequeños no veamos cadáveres, no veamos velatorios, ni siquiera a mí me llevaron de pequeño ni a cementerios ni a funerales ni a entierros, nos “protegían” de la muerte cuando en realidad te están dejando un poco desprovisto de recursos para afrontarla.

¿Qué has aprendido haciendo este documental?

Muchas cosas. Primero, que es cierto que existe el tabú de la muerte, pero también hay muchos otros tabúes, como es la tristeza, la enfermedad, la vejez, todas las cosas que perseguimos apartar. Creo que la tristeza es algo necesario y fundamental, que una vida sin tristeza no es real. Si fuese posible, sería estupendo, a todos nos gusta estar contentos y alegres, pero como la tristeza se va a dar, como la muerte se va a dar, mejor no tenerlas como un fantasma, ahí apartado pero que se va a dar. Eso es algo muy importante que he aprendido, que a los niños –ni a los mayores– no se les debe decir: no llores que no pasa nada. Sí pasa. Es normal llorar. Hay que escuchar. La principal lección de los médicos con los que he trabajado en paliativos ha sido esta, la capacidad que tienen para escuchar y muchas veces gente ajena a paliativos me pregunta cómo puede esta gente ser así, cómo pueden volver a sus casas después, que si están hechos de otra pasta. Y yo creo que precisamente es el hecho de estar tan en contacto con la vida, pero con la vida de verdad, no la vida sin tristeza ni muerte, eso es lo que les hace especiales, capaces de afrontar las cosas de otra manera.

Tú has tenido ocasión de trabajar intensamente en hospitales, ¿cómo son los paliativos en España?

Para empezar, insuficientes, no llegan ni a la mitad de los que lo necesitan en España. Pero son muy diferentes de lo que nos imaginamos. Cuando yo planteé el tema, sin conocerlo muy bien, uno se imagina algo así como el “doctor muerte”, alguien que es como siniestro, que se relaciona con la muerte, cuando en realidad los paliativos se relacionan con la vida. Lo que pasa es que al final la muerte no es más que una parte de la vida, y una parte de la vida especialmente delicada, especialmente sensible, pero también especialmente intensa y rica, porque cuando la gente sabe que va a morir vive las cosas de otra manera. La gente que ha pasado por experiencias cercanas a la muerte se da cuenta de la intensidad de las cosas, de la importancia de las pequeñas cosas, de que todos los días hay algo, y esto me ha cambiado mucho la manera de mirar la medicina, de ver cómo los médicos pueden verla. Y he visto muchos paliativos hospitalarios, pero sobre todo he visto los domiciliarios, que es lo que más hay, lo que más desarrollado está. Es una cara mucho más humana de la medicina, mucho más amable, que entra en la casa y recopila un montón de información a través de lo que ve allí, de las fotos que hay por las paredes, del contexto, de quién está ahí cuidando o quién no está, y esto aporta mucha información. Un problema de la medicina actual es lo especializada o compartimentada que está. A priori, un oncólogo en la carrera no es una persona que reciba una formación acerca de cómo manejar información y cómo transmitirla, cómo dar malas noticias, por ejemplo, no estudian psicología ni ese tipo de cosas. Los hay que harán máster en paliativos o en lo que sea, pero a priori la carrera de medicina con especialidad en oncología no lo contempla, y es absurdo que un oncólogo no esté formado para dar malas noticias porque es fundamental. Los paliativos sí veo que abordan al paciente desde una perspectiva más integral y tienen en cuenta el sufrimiento, porque ellos no se dedican a curar a nadie, saben que todos sus pacientes van a morir, pero se dedican a cuidarlos y entonces abordan el sufrimiento desde la parte física, con la morfina para el dolor y otros muchos medicamentos para otros muchos síntomas del final de la vida, pero también la abordan desde la parte psicológica, incluso desde la parte espiritual, que no necesariamente religiosa, es decir, esa parte que no es de las emociones o de las afecciones o de las relaciones humanas, sino más de lo que tiene que ver con la trascendencia. Me decía Pablo, el médico principal de la película, que pacientes, religiosos o no, todos tienen las mismas cuestiones espirituales sobre qué dejan en esta vida, su legado, la trascendencia, las preguntas que tenemos todos.

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