Insurrección en Europa

Mundo · Ángel Satué
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15 febrero 2016
“La insurrección que viene”, del Comité Invisible, es el Evangelio de todo revolucionario del siglo XXI, sea anarquista, comunista o antisistema. Libro por el que, según dice su contraportada, varias personas fueron detenidas en Francia solo por tenerlo (permítame, atento lector, el sonrojo). Ante una sociedad contemporánea de consumo, donde el hombre ha perdido las referencias históricas, éticas, morales, filosóficas y trascendentales que dan sentido a la vida, los radicales prometen la liberación de lo humano por la insurrección, el sabotaje y la revuelta.

“La insurrección que viene”, del Comité Invisible, es el Evangelio de todo revolucionario del siglo XXI, sea anarquista, comunista o antisistema. Libro por el que, según dice su contraportada, varias personas fueron detenidas en Francia solo por tenerlo (permítame, atento lector, el sonrojo). Ante una sociedad contemporánea de consumo, donde el hombre ha perdido las referencias históricas, éticas, morales, filosóficas y trascendentales que dan sentido a la vida, los radicales prometen la liberación de lo humano por la insurrección, el sabotaje y la revuelta.

Comprenden los anhelos del corazón del hombre, que alberga infinito, pero lo llevan a la autodestrucción, al enfrentamiento y al odio. La autodeterminación del propio Yo es imposible. Los radicales acusan a la élite político-financiera-industrial-religiosa europea de elegir la crisis como forma de gobernar y garantizar la paz social. Frente a la democracia, dicen que “lo que importa para una insurrección es que se haga irreversible”, “una insurrección solo puede triunfar como forma política –no con el ejército-”, “el poder no se concentra en un lugar en el mundo, es el propio mundo”, “bloquearlo todo es la primera reacción de cualquiera que se levante contra el orden actual”…

Desconozco si los que han ayudado a subir a Podemos, dándoles minutos de televisión, situándolos como adversarios, pactando con ellos, saben lo que han hecho, pues Podemos participa del ADN antisistema. No me cabe ninguna duda de que con Podemos influyendo, allá donde esté, hará todos los esfuerzos por sabotear el mejor ejemplo de convivencia y democracia que ha existido en Europa nunca: la Unión Europea.

Sin embargo, el sabotaje no será como predica el libro, sino que la estrategia será mucho más sutil, más trabajada, más de Podemos. Los superpopu-radicales no van a tener un discurso beligerante contra Europa, sino sólo contra la actual Unión Europea –como si fuera posible dividir el concepto, donde por cierto, en uno estarían Rusia y Turquía, y en el otro no–.

El discurso de la izquierda radical no es nuevo, pues reproduce el que ha venido sosteniendo desde tiempos de la Guerra Fría, el que los pueblos de Europa están oprimidos por los capitalistas y los funcionarios y burócratas aburguesados. Sin embargo, este discurso sí se reformula, pues paradójicamente puede pasar por ser el discurso más europeísta que se puede escuchar hoy en Europa, al prometer la Arcadia feliz, donde no hay injusticia, ni desigualdad, ni sueldos bajos ni nadie se muere… sin el permiso del Partido de la Felicidad, es decir, del Partido Comunista.

Así lo demostró el exministro griego de Finanzas Varoufakis en el teatro Rosa de Luxemburgo (que fue marxista) de Berlín el pasado 9 de febrero, al presentar un oxímoron, es decir, al presentar su nuevo partido radical de izquierda Paneuropeo-antiUniónEuropea (esto es, un nuevo tipo de partido imposible, como decir un “instante eterno”). DiEM25, se llama.

Para el año 2025 tiene previsto haber propiciado un cambio en la Unión Europea de tal naturaleza, que quedará irreconocible. Ahora bien, lo hace sin esbozar ninguna propuesta sobre políticas públicas, y diciendo que quiere traer la democracia a Europa, como si los europeos no viviésemos ya en democracias, que además construyen, poco a poco, la mayor del mundo. Varoufakis, o es un euroconvencido con prisas, o un radical euroexcéntrico.

Su Manifiesto (comunista) engañosamente europeísta no es creíble y parte de una falacia, la ausencia de libertades en Europa. Simplemente, es una estrategia de acoso y derribo a la Unión Europea, para sustituirla por otro proyecto, el suyo, que sería ya sí radicalmente democrático. En la práctica, nos llama a todos anti demócratas, y por tanto nos expone a una persecución social y política, y quién sabe si penal.

Alude al peligro de los radicales, los nacionalismos y el racismo, quiere retrasmitir en directo todas las negociaciones políticas europeas, cerrar el “obsoleto” Parlamento Europeo y abrir una Asamblea europea Constituyente. A modo del Tea Party norteamericano, se erige en representante de los pueblos de Europa y exige tomar el control en su nombre, para devolverlo a regiones, municipios y parlamentos nacionales mientras “europeíza”, es decir, eleva a la categoría de asuntos de ámbito y solución europea, la banca, la deuda pública, la inversión y la pobreza.

Como hay que acabar, aunque se podría seguir desgranando el Manifiesto (comunista), quiere una Oleada de Democracia, un tsunami. Europa no está en los tiempos de Omaha Beach, y mucho menos de los partidos salvapatrias o salvademocracias o salvaeuropas. Más bien está en los tiempos de cada persona, y de que esa misma libertad de cada persona sea capaz de reformar todas las carencias de la Unión Europea, que ciertamente son muchas, pero sin necesidad de volver a empezar de nuevo, como si el esfuerzo realizado hasta la fecha por generaciones de europeos no hubiera sucedido para bien.

Se trata de una batalla cultural que alguien en Europa debe dar. Todos los europeos deben volcarse con la Unión. Hacerse presentes en los demás países europeos. Ahora, más que nunca, deben lanzarse programas cooperativos europeos. Europa debe hacerse presente, porque es parte de la solución. Mientras tanto, debemos comprender que los radicales son personas con un corazón herido, con vocación como nosotros de bien común y anhelo de justicia. No debe haber enfrentamiento, sino seguir avanzando en la unidad. Es una oportunidad para el encuentro, no para la revuelta callejera.

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