Imprevisible sucesión
En primer lugar, El Mundo publicó el martes unas declaraciones de "un alto cargo del PSOE" que aseguraba que Zapatero anunciaría su renuncia a presentarse en septiembre y que inmediatamente convocaría un congreso extraordinario para elegir candidato a las elecciones generales. Este alto cargo era el ministro Ramón Jáuregui, como Moncloa reveló después.
En segundo lugar, Manuel Chaves, que además de ser vicepresidente del Gobierno es el presidente del PSOE, habló el pasado miércoles de Zapatero en pasado, dando por hecho que no iba a ser el candidato del partido.
Y en tercer lugar, el propio Zapatero declaró en TVE que todavía no tiene abierta la carpeta de la sucesión y que lo que tenga que hacer lo hará rápido, tal y como ha actuado en las crisis de Gobierno.
Todo ello sugiere efectivamente que Zapatero ha decidido ya que no se va a presentar a un tercer mandato, una idea que él corrobora implícitamente con su actitud. Pero la cuestión es entonces quién va a ser el sucesor. La mayoría de las apuestas se centran en Rubalcaba, que desde hace meses se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno. Pero yo no estoy nada seguro de ello porque Zapatero siempre ha enfatizado que la elección será democrática.
No descarto que las cosas sean al revés de cómo parecen: que Zapatero haya promocionado a Rubalcaba como premio de consolación y que exista algún tapado que surja en el último momento. Lo digo porque no resulta nada coherente que Zapatero apueste por Rubalcaba, que representa muchas de las cosas contra las que él ha luchado.
El presidente es un político al que le gusta sorprender, por lo que podría estar guardando algún as bajo la manga. Pero creo que, en el año que le resta al frente del Gobierno, su único afán es intentar arreglar la desastrosa situación económica para salir del cargo con un poco de dignidad. Eso explicaría por qué no le importa que Rubalcaba acapare tanto protagonismo.
Como decía al principio, el futuro es siempre imprevisible, por lo que no cabe descartar ninguna hipótesis, ni siquiera la improbable de que Zapatero decida presentarse en el último momento.