Ideología de la desconexión y política del salvajismo

España · Fernando Vidal
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3 marzo 2016
Esta semana no ha sido de investidura sino un agrio debate de desvestidura. El país ha quedado políticamente más desvestido de lo que estaba. Tras este intento de investidura España está peor de lo que estábamos. No sé si se va hacia una segunda transición: lo que sí sé es que se avanza hacia una segunda decepción. Tras la enorme primera decepción que causó la crisis económica y el saqueo de las instituciones, ahora vamos hacia la Segunda Decepción. Tres cuestiones me parece que marcan el daño que este proceso ha hecho a nuestro país.

Esta semana no ha sido de investidura sino un agrio debate de desvestidura. El país ha quedado políticamente más desvestido de lo que estaba. Tras este intento de investidura España está peor de lo que estábamos. No sé si se va hacia una segunda transición: lo que sí sé es que se avanza hacia una segunda decepción. Tras la enorme primera decepción que causó la crisis económica y el saqueo de las instituciones, ahora vamos hacia la Segunda Decepción. Tres cuestiones me parece que marcan el daño que este proceso ha hecho a nuestro país.

Primero, se avanza hacia la Ideología de la Desconexión. La doctrina de la desconexión lanzada desde el secesionismo nacionalista se extiende como filosofía. Los cordones sanitarios en política son una forma de desconexión no con un partido político sino con todos los electores que sostienen esa opción. Es un modo de desconexión que trata de dividir a la población, criminalizar al diferente y romper la convivencia. El rechazo a colaborar entre instituciones de distinta ideología (etnia, religión, identidad, etc.) por el hecho de que sea de izquierdas, derechas, liberal o libertario es un modo de dividir el país. Es ideología de la desconexión. La ideología de la desconexión es peligrosa porque todo totalitarismo comienza por ahí: rompiendo la solidaridad, convivencia y pluralismo de los proyectos comunes. Como me dijo un amigo mío esta semana, para el mal nunca se es solidario sino cómplice.

Segundo, hemos asistido al comienzo de la política del salvajismo. Sitiar a políticos en sus hogares o sitiar las instituciones democráticas ya formaba parte de la política del salvajismo, pero el nivel sube cuando eso sucede dentro del propio Parlamento. Hemos escuchado a Esquerra acusar de “genocidio cultural de Cataluña” a quienes no apoyan el secesionismo dentro de Cataluña o en el resto de España. Las políticas del salvajismo son violentas, usan el tremendismo, extreman las diferencias, exageran los problemas, tienen una visión patológica y conflictual de todo, destruyen a los otros y deslegitiman a todos los que no opinan como ellos atribuyéndoles la peor de las intenciones. Las políticas del salvajismo deslegitiman a cualquier actor que no sean ellos o no haga lo que ellos quieren. Para las políticas del salvajismo todo es cal y nunca hay arena.

Tercero, la transversalidad y el mestizaje quieren sustituir a la idea de centro político. La idea de centro político es buscar el punto medio en que se hace el bien al mayor número de población. El centro político no es una ideología del medio sino que trata de trascender para encontrar un proyecto en el que las diferentes ideologías puedan participar y también discrepar. Parecería que la transversalidad y el mestizaje son ideas aún más poderosas que el centro político. Cuando hay tanta pluralidad partidaria es difícil convocar en un centro ideológico sino que hay que buscar aquellas cuestiones en que todos estamos de acuerdo que crean bien común y articularlas en un programa mínimo pero profundo. Pero para ello se necesitan las disposiciones y habilidades para hacerlo posible. No se ha mostrado suficiente capacidad para la transversalidad. Nadie puede decir que sea un partido transversal.

En general hay una gran falta de imaginación y generosidad. No se conoce bien lo que quiere la mayoría de este país. Nuestra apuesta es una legislatura partida con dos turnos de presidencia y cinco ministros elegidos por consenso para toda la legislatura. Hemos contado el modelo en Entreparéntesis (“2 presidentes para 5 grandes reformas”). 

Esta semana parecía que iba a ser de tanteo pero lamentablemente ha demostrado algo peor: que la cultura política de nuestro país no sólo no está preparada para la dinámica de las coaliciones sino que posiblemente esté empeorando. El compromiso con la cultura política del encuentro es una condición básica para superar con paz y justicia la crisis y las divisiones que ésta ha provocado. Crecer en libertad y cohesión social requiere que nos reencontremos y entre todos seamos capaces de recrear redes, redescubrir valores y regenerar las instituciones.

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