Ibarretxe y Zapatero, más similitudes que diferencias
Todos actuaron al unísono y agolpándose. Parecía que competían por ser el primero en hablar. Pero nadie se salió del guión; nadie dijo una palabra más fuerte que otra. La consigna entre los socialistas era mostrar rechazo total al proyecto de consulta de Ibarretxe pero sin perder las formas, no fuera que alguien les dijera que hacían lo mismo que el PP. La falta de contundencia fue suplida con la fuerza coral: Zapatero, De la Vega, Elena Salgado, Rubalcaba, por parte del Gobierno; Alonso, Blanco y Patxi López, por parte del partido, a los que se sumaron todos los comentaristas del entorno mediático socialista.
De aquí a las elecciones vascas toca marcar bien las diferencias con el PNV y asegurar que el plan Ibarretxe es cosa bien distinta a la reforma estatutaria que se acaba de sacar López de la manga y cuyo contenido todavía es un misterio, aunque es presumible que estará inspirado en la vía catalana.
Pero, ¿verdaderamente es así? ¿Hay ciertamente esa distancia interplanetaria entre el modo de ver el futuro del País Vasco entre nacionalistas y socialistas, tal y como los segundos quieren hacer creer? Leamos una vez más las dos preguntas que el lehendakari quiere plantear a los ciudadanos vascos: "1- ¿Está usted de acuerdo en apoyar un proceso de final dialogado de la violencia, si previamente ETA manifiesta de forma inequívoca su voluntad de poner fin a la misma de una vez y para siempre? 2- ¿Está de acuerdo en que los partidos vascos, sin exclusiones, inicien un proceso de negociación para alcanzar un acuerdo democrático sobre el ejercicio del derecho a decidir del pueblo vasco y que dicho acuerdo sea sometido a referéndum antes de que finalice el año 2010?". ¿No son precisamente éstas las claves sobre las que el Gobierno de Zapatero puso en marcha en 2005 el proceso de negociación con ETA; no son concretamente éstas las bases sobre las que se asentaba el preacuerdo de Loyola, que firmaron el Ejecutivo, Batasuna y los partidos nacionalistas?
Sí, se trata de la misma metodología, que no es ajena a ETA ni a Batasuna, ya que ellos mismos la inspiraron a través del acuerdo de Lizarra hace ya 10 años. Ahora el Gobierno asegura que ha renunciado a toda negociación y dice buscar la derrota de ETA. Tal vez deberíamos creer que han rectificado aunque sin decirlo. Sin embargo, en la mentalidad de muchos dirigentes socialistas, y especialmente en la de los líderes del PSE, está firmemente asentada la idea de que es necesario retomar la negociación con los terroristas y con su entorno. Bermejo lo verbalizó hace meses y el pasado lunes hizo lo mismo Patxi López.
Fue durante un encuentro en el Fórum Europa, cuando ante los focos y los micrófonos el líder del PSE afirmó: "Yo creo en el final dialogado de la violencia porque, si no, no habrá final". Exactamente la misma frase que pronunció el entonces portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, Josu Erkoreka, en el último Debate sobre el Estado de la Nación. Entonces, ¿es tan amplia la distancia que separa a las dos formaciones en este punto crucial?
La experiencia dice que todos los procesos de diálogo con ETA que han incluido cuestiones políticas (aunque sea por el método de mesas paralelas) han servido para reforzar a los terroristas, otorgándoles la condición de agente político decisivo. Los etarras basan en esta doble vía (violencia y política) toda su acción y estrategia, como recuerdan su anagrama y su lema -la serpiente y el hacha; "Bietan Jarrai": doble lucha- Por ello, sólo eliminando por completo sus posibilidades de intervenir en el tablero político podría ETA ser derrotada. Sólo cortando la cabeza de la serpiente terminaría por desplomarse el hacha. Pero esto es algo que no terminan de aceptar ni los socialistas ni los nacionalistas. En eso coinciden, aunque no lo quieran reconocer.
Ibarretxe y Zapatero, tienen algo en común: prefieren seguir sus respectivos sueños a obedecer a la realidad. Les sobran las lecciones y condicionamientos de la realidad que se levantan como una barrera que hay que derribar para llegar a su particular "tierra prometida". Los dos son utópicos aunque Ibarretxe es un necio y Zapatero, no. Ésa es la gran diferencia.