Hora de suspender las sanciones a Siria
La urgencia de poner fin a las sanciones contra Siria impuestas por las potencias occidentales fue uno de los temas que tocó en su testimonio el vicario apostólico de Alepo para los latinos, monseñor Georges Abou Khazen, durante su visita a Europa la semana pasada.
Invitado por el Consejo Regional de Lombardía, la diócesis ambrosiana y el Centro Cultural de Milán, monseñor Abou Khazen abordó la cuestión solo indirectamente y con mucha discreción. Pero al público que llenó el auditorio no se le escapó lo absurdo de tales sanciones, donde una vez más quien paga es la gente común y no el gobierno al que se pretende castigar. Mientras tanto, el tráfico clandestino de armas no se ha visto frenado y en cambio el intercambio de bienes indispensables se ha deformado, pasando del comercio legítimo al contrabando, y la solidaridad familias y civil roza el margen de la ilegalidad.
Bastan algunos ejemplos. Después del consiguiente bloqueo de transferencia de dinero hacia Siria, por correo o mediante bancos, los sirios ya establecidos en el extranjero antes de la guerra, entre los que no faltan profesionales cualificados y empresarios de éxito, no pueden enviar dinero a sus familiares que se han quedado en su país. Por este motivo, puede suceder que se impida a los hijos o nietos residentes en Europa o EE.UU apoyar a sus padres ancianos o a sus abuelos necesitados de atención y cuidados. Igualmente, un gran número de jóvenes que iban a universidades europeas o americanas gracias a becas de estudio ofrecidas por el gobierno o por otras entidades sirias han tenido que interrumpir sus estudios porque dichas becas han quedado bloqueadas.
El elenco podría continuar añadiendo que por ejemplo las ONG dedicadas a programas asistenciales ya no pueden enviar dinero legalmente a sus empleados en Siria; que a las misiones arqueológicas occidentales, ya activas en Siria, les resulta ahora imposible pagar a sus colaboradores y vigilantes, que de otro modo habrían podido hacer frente al saqueo de las excavaciones y de los museos.
Lo que en Occidente se presenta como una guerra contra el régimen de Assad con buenas intenciones, muchos sirios lo ven como una guerra contra su país, su sociedad y su economía. En el vacío hostil que se ha generado, un papel importante lo ocupa Rusia, a quien muchos ven como la única gran potencia que, aunque sea por su propio interés, realmente está buscando una solución no catastrófica para esta crisis. En su discurso, mons. Abou Khazen subrayó lo mucho que disgusta a numerosos profesionales y técnicos sirios que estudiaron en Europa, y que por tanto conocen bien sus lenguas y culturas, la ruptura de las relaciones no solo diplomáticas sino también culturales con los países donde han vivido y estudiado. De hecho, no solo se han cerrado las embajadas, sino también los institutos lingüísticos y culturales vinculados a ellas.
Más aún teniendo en cuenta cómo están ahora las cosas, quizás sea el momento de suspender las sanciones contra Siria. Es una decisión que se puede tomar independientemente de las negociaciones de paz, con las que no interfiere. Renovadas por un año en el Consejo Europeo de mayo de 2015, las sanciones caducan el próximo 1 de junio. Por tanto, es hora de volver a empezar a hablar de ellas.