Historias urbanas, con la película “Votemos”

Una película es un milagro, dijo Santiago Requejo a un cine Capitol lleno hasta la bandera el día del preestreno de su película “Votemos”. Otro actor del elenco, el conocido Gonzalo de Castro, dijo también que una película era un montaje.
Las películas, como la vida, son eso: un milagro repentino y un montaje permanente.
Los milagros por definición son perfectos en el sentido de que ocurren cuando donde y a quien son necesarios, con escasa intervención de uno. Sin embargo, un montaje exige en cambio la intervención de uno, o de unos cuantos, o de todos. Es pura colaboración.
Milagro y montaje. “Votemos” es una película de 88 minutos, que nació de un corto nominado a los Goya, con billete a los Óscar, y que tuvo vida propia en un teatro de Buenos Aires.
Con la excusa de una votación en una comunidad de vecinos del centro de Madrid, acerca de si cambiar o no un viejo ascensor, los distintos personajes van sacando a relucir los miedos que cada uno lleva en su yo más profundo. Y lo hacen hasta la polarización más extrema.
Se trata de una comedia (o casi tragicomedia )teatral con una carga de profundidad que sorprende al espectador. En seguida, uno empieza a pensar que no se trata de una simple votación, ni de una simple comedia. Hay un trasfondo que comienza a adueñarse de todo.
Inevitablemente, como toda película que se precie, como toda obra de teatro, como todo cortometraje, que todo esto es la película de Requejo, se produce un diálogo con los espectadores, como conjunto, con la sala entera, pero también uno más íntimo con el espectador, tomado de uno en uno. Sin que se produzca este diálogo el 50% de la obra, es decir, la totalidad de la obra quedaría perdida para siempre, no sería más que un mal montaje.
Este diálogo que se va construyendo durante el visionado de la película y que se va cincelando a golpe de risa y a golpe de inteligencia, a golpe de conocimiento de la naturaleza humana, y golpe de diálogo fluido, atrapa, entretiene, eleva.
Hay en “Votemos” una terapia de shock, entreverada en el ritmo trepidante de los diálogos. El guión va perfilando con precisión de cirujano la personalidad de cada personaje, que vienen a este mundo de la mano de grandes como Tito Valverde Charo Reina, Clara Lago, o el mencionado De Castro.
En algunos momentos el tono entre los personajes llega a extremos preocupantes que no son otra cosa que el reflejo del mundo en que vivimos, de la polarización de España. Las risas lo confirman porque las risas del público hablan de una aprobación subconsciente de los espectadores. Aparecen en el momento en que el espectador constata, aunque sea de manera efímera, que lo que se cuenta le pertenece. Pasando por tanto a ser la pertenencia a ese guión una adhesión incondicional al espíritu de la obra, a sus personajes, a su director.
Aunque “Votemos” está planteada como una comedia, y se disfruta como tal, subyace un drama por el que millones de españoles pasan al menos una vez en su vida. No desvelaré nada más. Sin duda alguna muchos de nosotros sabemos que la vida no es comedia. Al menos no solo. De hecho, lo normal es que sea dramática pero no trágica, cuando se tiene una esperanza.
Cabe preguntarse si los más cuerdos de los personajes que viven la discusión sobre la votación de un ascensor, de manera trágica, como si también les fuera la vida o su mundo en ello, de qué viven. O de qué vivimos cuando esos personajes, alguno de ellos, en algún momento, somos nosotros mismos. Aquí viene el gran contraste dentro de la película con el que Requejo nos enfrenta.
Una película para reírnos y para pasar un buen rato mientras a uno le asaltan preguntas existenciales sobre la convivencia con los vecinos, sobre los propios prejuicios y miedos, incluso sobre la democracia y sus formas y maneras.
Santiago Requejo en “Votemos” se aferra en realidad a las personas y a la vida misma. Parece que su enfoque social nos habla de alguien que se debe de tomar en serio su propia vida. Por cierto, además la recomienda el crítico de cine de El País, Carlos Boyero… El que tenga ojos, que vea.
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