Héroes de la fe

Mundo · Mario Mauro
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12 julio 2010
La liberación del obispo Julius Jia Zhiguo, obispo clandestino de Zhengding (China), tuvo lugar la semana pasada. Es una buena noticia pero no es la señal de un cambio en el régimen comunista de Pekín. El obispo Jia, de hecho, ya ha sido detenido en varias ocasiones y, después, liberado tras varios meses.

AsiaNews informa de que durante este período ha "está separado en una habitación y sometido a reuniones políticas en las que se le ha tratado de convencer de que firme la adhesión a la Asociación Patriótica, la organización del Partido Comunista que quiere construir una iglesia nacional, sin vínculos con la Santa Sede ".

El pasado martes el obispo, rodeado de cientos de sus seguidores, pudo celebrar la misa en la catedral del pueblo de Wuqiu, donde vive. Pekín ha publicado un plan de acción nacional para proteger derechos. Pero 2009 en China fue, según el informe mundial de Human Rights Watch, un año negro para los derechos humanos y la democracia. Y 2010 no ha empezado mejor.

"La persecución de católicos, protestantes y seguidores de otras religiones -asegura Bernardo Cervellera, el mayor especialista en cristianismo chino- se produjo desde el primer momento tras la proclamación de la República Popular. Desde el comienzo, el maoísmo se propuso destruir de forma planificada toda religión que consideraba una superstición, o absorberla para los fines del gobierno controlándola por el partido. Y rápidamente los hombres que trabajaban a favor del pueblo -y que habían visto con simpatía la llegada de los comunistas- se opusieron a la divinización del poder, salvaguardando la libertad de la propia conciencia". A menudo los religiosos fueron internados junto con otros opositores políticos en los laogai, o campos de trabajo diseñados para intimidar, adoctrinar y, al mismo tiempo, para proporcionar una numerosa fuerza de trabajo sin costo alguno. La "rehabilitación" se pone en marcha a través de "lecciones de estudio", después del trabajo diario. El preso se ve obligado a declarar públicamente sus pecados. Así nació la "nueva persona socialista", que para mostrar su lealtad al partido, a menudo denuncia a sus amigos y familiares. Según los tribunales administrativos los cristianos son culpables de "crímenes contra el Estado, organizado durante los encuentros de la secta maligna".

Pero a pesar de la opresión, en China sucede algo increíble. Los cristianos, en auténticas catacumbas, han resistido y se han extendido durante los últimos 60 años. "En los encuentros con los obispos y sacerdotes chinos nos damos cuenta de que estamos frente a una iglesia joven, dinámica y vibrante. También es cierto que vemos una Iglesia perseguida y dividida, donde la fe es probada. Pero aunque la Iglesia esté controlada, rebosa de energía y vitalidad. Los católicos en China son fuertes en la fe, sabrán resistir la persecución. Me encantaría verlos un día vivir su fe libremente, reunidos con la Iglesia universal". Estas palabras de Monseñor Nugent, representante de la Santa Sede en Hong Kong, muestran cómo la esperanza cristiana es más fuerte que todo y que todos, incluso de los que hacen uso del poder y de la ideología para borrar la dimensión religiosa del hombre, que es la libertad de la que dependen todas las demás.

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