Entrevista a Remi Brague

´Hay que distinguir entre islam y musulmanes´

Mundo · PaginasDigital
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22 julio 2016
Remi Brague, profesor emérito en la Sorbona, repasa el reto que supone el islamismo en una reciente entrevista concedida a firstthings.com

Remi Brague, profesor emérito en la Sorbona, repasa el reto que supone el islamismo en una reciente entrevista concedida a firstthings.com

¿Qué cuenta del hecho de que a nuestros líderes políticos, de François Hollande para abajo, les cueste nombrar a nuestros enemigos? Hay un pánico extraño a mezclar islam con islamismo. ¿Por qué?

¿Tenemos algún líder político? ¿Hay algún piloto en este avión? Sería una grata sorpresa descubrir que alguien tiene el control. El miedo a poner nombre al enemigo viene de lejos. ¿Quién, antes de que cayera el muro de Berlín, se atrevió a dar un nombre verdadero al marxismo-leninismo o a la Unión Soviética? La gente prefería hablar vagamente de ´ideologías´. El plural era una niebla conveniente.

Esto sucede de nuevo hoy cuando la gente habla de ´religiones´. Del mismo modo, algunas personas prefieren usar el acrónimo DAESH, que sólo los escolares árabes entienden, antes que decir ´el Estado islámico´ porque el adjetivo nos remite al islam. Y no hay una verdadera línea divisoria entre islam e islamismo. Es una cuestión de grado y no de clase. Por esta razón es necesario distinguir verdaderamente entre, el islam por un lado, con todos sus niveles de intensidad, y por otro los musulmanes de carne y hueso. El rechazo legítimo a mezclar islam e islamismo conlleva la distinción de la gente concreta desde el sistema religioso que prevalece en su país de origen.

El sentimiento de mudez y angustia producido por el atropello de Niza (armando un camión, matando niños), ¿es síntoma de una cultura que ha perdido su sentido de la tragedia, su conciencia del mal y de la muerte?

La gente dice que estamos en guerra. Pero nadie tiene el coraje de hacer lo que hizo Churchill, y decirnos que no tiene nada que ofrecernos excepto sangre, sudor y lágrimas. Desde el final de la guerra en la que Churchill dejó su país, ha habido 70 años de paz y prosperidad. Eso se ha convertido en lo normal para nosotros, y pensamos en ello como nuestro derecho, como un hecho que es así sin que haya que decirlo. Guerra, hambruna… son cosas que le pasan a otra gente. Nuestro proverbio dice que ´la gente feliz no tiene historia´. Pero no nos hemos hecho a nosotros mismos más felices por imaginar que hemos escapado de la historia.

La intención de estos atropellos era dejarnos mudos, y los medios de comunicación con su cobertura continua están ayudando a conseguir ese objetivo. Olvidamos que la violencia es principalmente un medio, y que necesitamos quitar los ojos de la violencia en sí misma y preguntarnos cuál es el objetivo que persigue. Ese objetivo es establecer a lo largo del mundo un sistema legal que sea una especie de sharía y que legisle el comportamiento de los individuos, de las familias, de la economía, y a largo plazo, todo el sistema político. Nos hemos fijado en el aspecto espectacular de los atropellos, en las decapitaciones como las que el Estado Islámico pone ante nosotros con mucho cuidado y habilidad. Pero todo eso nos está distrayendo de la verdadera cuestión, que es la finalidad de estas cosas. Este final podría conseguirse a través de medios que son más discretos pero igualmente efectivos, como acusar de culpabilidad al enemigo, la presión social, incesante propaganda de guerra, cualquier tipo de truco.

La violencia quizá es un medio, sin la necesidad de implicar mucha acción. Todo lo que necesita es una amenaza lo suficientemente grande para forzar al adversario a rendirse sin luchar. Por un lado, el uso de la violencia psicológica podría ser contraproducente, en el sentido de que podría provocar un levantamiento del enemigo. Sería más inteligente tranquilizar a la gente con bonitas palabras o demostrar el poder sin utilizarlo.

En “L`Europe la voie romaine (Eccentric Culture: A Theory of Western Civilitation)”, muestra cómo nuestro continente fluye desde los griegos, los romanos y los cristianos. ¿Pueden Europa y Francia hacer una resistencia sólida a la amenaza islamista sin basarse en el legado intelectual que está en su ADN?

Lo que trato de mostrar, con más precisión, es que Europa siguió el ejemplo de los romanos, que tuvieron el coraje de reconocer que su civilización era inferior a la de los griegos, con los que se habían encontrado en una batalla y habían derrocado. Y así dejaron que la escuela griega permaneciera. Este es el ´camino romano´ o el método al que se refiere el título de mi libro. Europa es secundaria en relación a las fuentes de su cultura, que viene de los griegos por la filosofía (y la ciencia construida sobre ella) y de Israel, especialmente el Antiguo Testamento y los mandamientos, por su sentido de la buena moral y de Dios. Igualmente los romanos son secundarios con respecto a los griegos; y los cristianos respecto a los judíos. Esta relación con el Otro ha permitido que Europa sea audaz en la búsqueda de cosas buenas fuera de ella: entre los árabes, los bizantinos, los chinos… En cada ocasión uno no pregunta de dónde viene el invento, porque se puede utilizar; o de dónde vienen las ideas, porque son verdaderas; o de dónde vienen los distintos artefactos, porque son bonitos.

¿Qué puede aportar la fe cristiana a este nuevo tiempo de guerra? Uno tiene la impresión de que perdonar a los enemigos no sólo es imposible sino que es contraproducente.

Mucha gente imagina que el perdón de los errores e incluso la paradójica petición de Cristo de amar a nuestros enemigos significa que tenemos que renunciar a ver que tenemos enemigos. Un proverbio alemán dice: ´El hombre más pío no puede vivir en paz si eso no es lo que quiere su malvado vecino´. El perdón de los enemigos nunca es contraproducente. Pero necesitamos ver qué es lo que produce. No desarma el odio de nuestros enemigos, como Tolstoi imaginaba. Eso sólo sucede de vez en cuando. Pasó con Gandhi. Pero él estaba comerciando con los ingleses, quienes, a pesar de querer salvaguardar sus intereses y su poder (como haríamos todos), no tenían ideología. Se necesita una ideología para convencerse de que los del campo opuesto no sólo son adversarios, también ´aristócratas´ (Robespierre), una clase opositora del progreso (Marx), ´insectos´ (Lenin) o, en relación con aquellos ´del lado de Dios´ (Corán V.56), ´los peores animales´ (Corán VIII.22).

Cuando perdonar a los enemigos realmente desarma a la gente es por la conversión del propio corazón, el rechazo a quedar atrapado en el ciclo de la venganza, en la escalada de la violencia extrema. La persona que está preparada para perdonar se preguntará primero cómo llama a la persona que considera enemiga y debe darse razones para hacerlo. Le obligará a establecer derechos, sin emitir ninguna culpa. Luchará, porque tiene que luchar, y lo hará con coraje, pero sin odio.

Traducción: Elena Santamaría

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