Hace falta reactivar el pacto antiterrorista
Tras estos siete asesinatos, la tentación en la que puede caer la sociedad y las fuerzas políticas es la del desánimo y la costumbre. La tentación de acostumbrarse a la cruel sucesión de atentados, de resignarse a la acción destructiva de los terroristas y a que éstos mantengan sus feudos de poder: esos 30 ayuntamientos y esos 230 millones de euros de dinero público que todavía pueden gestionar.
Pero el deseo de justicia, de paz y de libertad que todos llevamos dentro nos impide abandonarnos a la desesperación. Nuestra alma (como personas y como pueblo) se contagiaría de una enfermedad incurable si renunciáramos a estas exigencias íntimas.
Conviene por ello recordar que hubo un tiempo no muy lejano en que el Estado de Derecho le estaba ganando la partida al terrorismo y que consiguió debilitarlo profundamente hasta el punto de llegar a ver ya cerca, en la lontananza, su derrota definitiva. Esto se hizo a partir de un instrumento clave que fue el Pacto Antiterrorista entre los dos principales partidos, PP y PSOE, que fue llevado a la práctica por instancias políticas, policiales, judiciales y sociales a través de la unidad y la determinación.
Ahora más que nunca es necesario reactivar este pacto y su espíritu, porque el mayor daño que se puede hacer a los terroristas es convencerles de que nunca un Gobierno de España, sea del color que sea, volverá a negociar con ellos poniendo sobre la mesa contrapartidas políticas. Sólo desde la perspectiva de que su violencia (o su ausencia) no será premiada por ningún partido político en el poder y que sus chantajes nunca encontrarán un resquicio por el que colarse, ETA empezará a ver su fin.