Hace falta reactivar el pacto antiterrorista

España · Ignacio Santa María
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22 septiembre 2008
Lo han intentado una y otra vez hasta que lo han conseguido: ETA quería segar una vida. En su dialéctica perversa y en su lógica irracional consideraba que la ilegalización de ANV y el PCTV y la condena a Gestoras Pro Amnistía sólo podían ser vengadas con la muerte. Luis Conde de la Cruz es la séptima persona asesinada por los terroristas tras el peculiar proceso de paz puesto en marcha por Zapatero. Con ellos ha ido muriendo también el sueño alimentado por una parte de la izquierda y por las formaciones nacionalistas de que era posible alcanzar el fin de la violencia a través del diálogo con los que la ejercen.

Tras estos siete asesinatos, la tentación en la que puede caer la sociedad y las fuerzas políticas es la del desánimo y la costumbre. La tentación de acostumbrarse a la cruel sucesión de atentados, de resignarse a la acción destructiva de los terroristas y a que éstos mantengan sus feudos de poder: esos 30 ayuntamientos y esos 230 millones de euros de dinero público que todavía pueden gestionar.

Pero el deseo de justicia, de paz y de libertad que todos llevamos dentro nos impide abandonarnos a la desesperación. Nuestra alma (como personas y como pueblo) se contagiaría de una enfermedad incurable si renunciáramos a estas exigencias íntimas.    

Conviene por ello recordar que hubo un tiempo no muy lejano en que el Estado de Derecho le estaba ganando la partida al terrorismo y que consiguió debilitarlo profundamente hasta el punto de llegar a ver ya cerca, en la lontananza, su derrota definitiva. Esto se hizo a partir de un instrumento clave que fue el Pacto Antiterrorista entre los dos principales partidos, PP y PSOE, que fue llevado a la práctica por instancias políticas, policiales, judiciales y sociales a través de la unidad y la determinación.

Ahora más que nunca es necesario reactivar este pacto y su espíritu, porque el mayor daño que se puede hacer a los terroristas es convencerles de que nunca un Gobierno de España, sea del color que sea, volverá a negociar con ellos poniendo sobre la mesa contrapartidas políticas. Sólo desde la perspectiva de que su violencia (o su ausencia) no será premiada por ningún partido político en el poder y que sus chantajes nunca encontrarán un resquicio por el que colarse, ETA empezará a ver su fin.

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