Gratitud a un socialista

España · José Luis Restán
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7 junio 2017
A veces la grandeza no equivale a la victoria, sino que obtiene como recompensa amarga el ostracismo de propios y ajenos. El todavía presidente de la Gestora del PSOE, Javier Fernández, se vuelve a Asturias para cerrar no sólo un ciclo, sino toda una vida de servicio público. Quizás no sea sólo él quien inicia ahora una amarga despedida. Tras el golpe del 1 de octubre en Ferraz, con el que el Comité Federal trató de impedir in extremis que descarrilase el PSOE que inventó Felipe González, los barones socialistas encargaron al líder asturiano la ingrata tarea de conducir al partido hasta las primarias. 

A veces la grandeza no equivale a la victoria, sino que obtiene como recompensa amarga el ostracismo de propios y ajenos. El todavía presidente de la Gestora del PSOE, Javier Fernández, se vuelve a Asturias para cerrar no sólo un ciclo, sino toda una vida de servicio público. Quizás no sea sólo él quien inicia ahora una amarga despedida. Tras el golpe del 1 de octubre en Ferraz, con el que el Comité Federal trató de impedir in extremis que descarrilase el PSOE que inventó Felipe González, los barones socialistas encargaron al líder asturiano la ingrata tarea de conducir al partido hasta las primarias. Los libros de historia analizarán la debacle de un partido que se ha revuelto contra su propia tradición y contra sus líderes para aupar de nuevo a un secretario general que le ha conducido a sus peores derrotas y, lo que es peor, al extravío de su propia identidad como partido reformista de centro-izquierda, protagonista indispensable de la Transición.

Javier Fernández ha presidido esta semana la última reunión de la Gestora y lo ha hecho con la concisión y austeridad que siempre han caracterizado su figura. No ha perdido demasiado tiempo en la defensa de su propio trabajo, bien sabe hasta qué punto eso resultaría ya inútil, pero tampoco ha buscado un lugar bajo el nuevo sol, como se han apresurado a hacer muchos de los que le encargaron pilotar la nave en medio de la tormenta. Fernández no necesita mucha argumentación para exhibir su pedigrí de izquierda. Nació en Mieres en el seno de una familia de larga tradición socialista, estudió Ingeniería de Minas y se afilió al PSOE en 1985. Desde entonces ha servido a su partido, a Asturias y a España, desde una identidad socialista transparente que nunca le ha empujado al sectarismo ni a la trinchera.

Todo esto lo sabían sus compañeros, y hasta hace poco amigos. Para buena parte de ellos el reproche principal no radica en haber participado en el golpe que descabalgó a Sánchez y haber asumido la dirección de la Gestora, sino en haberse atrevido a argumentar en voz alta que el PSOE no podía buscar alianzas con la extrema izquierda, con el populismo y con los nacionalistas. En un tiempo en que la aversión a la derecha se había convertido en una suerte de dogma en las filas de la izquierda, Fernández tuvo una osadía verdaderamente notable: afirmó que, a pesar de los casos de corrupción, no se puede demonizar a un partido que ha recabado el apoyo de ocho millones de españoles en las últimas elecciones, y que con el PSOE articula la base de nuestro sistema democrático. No ha habido otro líder socialista en ejercicio que haya formulado de forma tan clara la necesidad de un pacto constitucionalista frente a la tentación de un frente de izquierdas con los nacionalistas, algo que para Fernández constituiría algo más que un error histórico, significaría el final del partido que él ha conocido y que tanto ha servido (con todas sus limitaciones y fracasos) a la reconciliación y el progreso de los españoles.

El presidente asturiano ya había actuado de acuerdo con ese principio al sacar adelante los Presupuestos del Principado para 2017 con los votos del PP y Ciudadanos, forjando así un tipo de alianza constitucionalista que podría haber funcionado en toda España (con todos los matices necesarios) desde diciembre de 2015, evitando el desgaste, la frustración y la pérdida de energías que ha conllevado el despliegue del tristemente famoso “no es no” de Pedro Sánchez.

Javier Fernández ha anunciado ya que no optará a un nuevo mandato en el PSOE asturiano. Le quedan dos años al frente del gobierno de la Comunidad y para entonces habrá cumplido los 70. Llega la hora del retiro para un hombre que nunca ha desplegado ambiciones ni ha buscado oropeles, y que podrá disfrutar de los suyos y del abrazo de la increíble belleza de su tierra. Es posible que la mala memoria, las burdas simplificaciones, y quién sabe si las miserias de algunos que fueron sus compañeros, asocien su figura a la imagen de un mero descalabro. Y sin embargo en este tiempo en que triunfan las figuras de cartón-piedra, en el que los tópicos fáciles de 120 caracteres sustituyen a los discursos con raíces y sustancia, y en el que aparecen los aprendices de brujo que rehúyen aprender de nuestra historia y nos empujan a nuevos enfrentamientos, yo me siento en deuda con él.

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