Grandes preguntas
Durante esta semana, tan ajetreada como incierta, han aparecido grandes preguntas en la prensa con un denominador común. Leila Guerriero citaba en su columna de El País el poema de Ana Blandiana “El sol de más allá” y “El reflejo de los sentidos”: «Me ahogo en la realidad: mis pasos ya no son anónimos (…) Ya no me reconozco. Me he olvidado. Me gustaría volver. Pero, ¿hacia quién?». Este poema recuerda a la explicación de Joseba Arregui en El Mundo sobre cómo votan los vascos: «lo que vota el ciudadano vasco es la bendición que parece venirle de la mano del Gobierno vasco del PNV para que no tenga que mirarse en el espejo y preguntarse qué hizo, dónde estuvo mientras duró la historia de terror de ETA».
«Miro el televisor y tengo tan llena la retina de dolor (…) que intento entender por qué somos tantos buena gente, y tanta buena gente resulta tan indiferente», provocaba Pilar Rahola en La Vanguardia. «El lenguaje de la conciencia trasciende la banalidad y la cotidianidad y aterriza en ese lugar inconcreto y temido del alma en el que aún nos hacemos preguntas». Parece que Pedro G. Cuartango le contesta en El Mundo: «estamos condenados a no saber y es posible que jamás lleguemos a resolver el misterio de quiénes somos y de dónde venimos».
El protagonista indudable de la semana ha sido el PSOE. Algunos apuntan a que no es tan diferente su crisis de estas preguntas que planteaban distintos columnistas. En una entrevista concedida a El Mundo, César A. Molina confesaba que «yo me impliqué en un momento dado con el PSOE por ser un partido heredero de esto [de la Constitución], pero ahora no veo que se sienta heredero, que conozca sus orígenes, que ni siquiera sepa bien quién era Pablo Iglesias, el verdadero. Ahora hay en el PSOE una tremenda orfandad». En el mismo periódico y en la misma línea reconocía Vicente Lozano que «el problema de fondo del PSOE no es el liderazgo de Sánchez, sino la crisis de identidad de la socialdemocracia desde finales del siglo».
Llegados a este punto, algunos se atreven a señalar hacia la educación. Juan Manuel Escourrido explicaba en El País que hay que defender las Humanidades mostrando «su indispensabilidad para entender a otros; para promover la igualdad y la justicia social; (…) para la convivencia democrática; para la comprensión de las fuerzas históricas que construyen la realidad; y para aprender, entender y moverse con soltura en el conjunto de las mejores respuestas que la humanidad ha dado a sus grandes preguntas». También César Molina en la entrevista citada decía: «lo que no se conoce no se ama».