¿Gestación compartida por dos mujeres?

Sociedad · Nicolás Jouve de la Barreda
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20 noviembre 2023
Hace unos días saltó una noticia que, como tantas otras del mundo de la biotecnología, trataba de ofrecer como un gran avance lo que en realidad es una sencilla adición a la tecnología de la fecundación in vitro.

El hecho se refiere al nacimiento por primera vez en Europa de un niño en una clínica privada de Mallorca por el procedimiento INVOCell, procedente de una fecundación in vitro no al modo convencional, sino en un dispositivo colocado en el cuello uterino de una mujer. Luego el embrión fue transferido e implantado en el cuello uterino de una segunda mujer. Con ello, se trata de satisfacer las aspiraciones compartidas del sentimiento de maternidad de dos mujeres. Se trata de una innovación tecnológica que se ofrece como un método de gestación compartido a parejas de lesbianas.

Sin embargo, la noticia ha dado lugar a una sensacionalista interpretación que se expresa de diversas maneras: “nace un niño de dos madres”, “co-gestación de un embrión por parte de dos mujeres”, o incluso se llega a decir que “nace el primer bebé concebido de dos mujeres simultáneamente” … ¿no debería decir en todo caso gestado por dos mujeres sucesivamente? En realidad, lo de la gestación compartida, la co-gestación y todo lo demás no es más que un trampantojo, que no aporta nada de especial a la fecundación in vitro.

El enfoque utilitarista que lo justifica todo y lo retuerce todo, tratando de ocultar el verdadero significado de los fenómenos naturales, es habitual en el debate bioético. El logro que se anuncia hace énfasis en dos aspectos novedosos, ambos muy discutibles. Se dice en primer lugar que se trata de una fecundación in vitro natural, para añadir a continuación que su aplicación trata de satisfacer los deseos de dos tipos de pacientes: parejas de lesbianas, o parejas heterosexuales que desean un hijo con una menor intervención de laboratorio.

Para empezar, en el caso citado, la expresión fecundación in vitro natural es un oxímoron, una contradicción, pues como en la fecundación in vitro convencional, nada hay de natural de principio a fin. En el método INVOCell, se parte de una estimulación ovárica mediante un tratamiento farmacológico, que no solo no tiene nada de natural, sino que plantea serios riesgos para la salud de la mujer que ofrece sus óvulos por este procedimiento. Tras el tratamiento, se trata de recoger los ovocitos mediante una punción ovárica, lo que sigue siendo un método invasivo no natural. Los óvulos recolectados son introducidos en un dispositivo intrauterino, junto a la muestra de semen, obtenida de aquella manera, y el dispositivo se trasladará al interior del primer útero, junto con un segundo dispositivo de retención durante tres días. La única novedad respecto a la tradicional fecundación in vitro es la posible fecundación in útero, aunque en el interior de la cápsula que contiene los gametos y, por tanto, sin contacto con el endometrio de la mujer. Además, esta tecnología ofrece la posibilidad de llevar a cabo una inyección intracitoplásmica –ICSI-, para obtener el embrión, lo cual evidentemente habría de hacerse in vitro, antes de colocar el dispositivo en el útero. Este, con hasta siete óvulos máximo y el semen, o con los embriones procedentes de la ICSI, se mantiene tres días en el útero, periodo en el que en su caso se producirá la fecundación y tendrán lugar las primeras divisiones celulares embrionarias. Luego el ginecólogo retirará el dispositivo y evaluará, como en la fecundación in vitro convencional, el número de embriones presentes eligiendo el o los que serán transferidos e implantados en el útero de una segunda mujer.

Es evidente que el sistema INVOCell es tan artificial o más que la fecundación en placa de Petri del laboratorio o la ICSI de la fecundación in vitro convencional. Y como en esta, los mal llamados “embriones sobrantes” pueden ser congelados para una hipotética utilización posterior, que normalmente nunca llegará a producirse.

Por supuesto, al igual que en la fecundación in vitro convencional los ovocitos y espermatozoides pueden ser de donantes, materno y/o paterno. Es decir, heteróloga. Aquí no hay ninguna novedad.

En realidad, el método INVOCell no solo no es más natural, sino que aumenta la artificialidad, en primer lugar, por la utilización del dispositivo que contiene el medio de cultivo donde se depositan los ovocitos y espermatozoides, o los embriones procedentes de la ICSI, y en segundo lugar, al tener que retirar este dispositivo y el de retención del útero a los tres días, para después seguir el mismo proceso que en una fecundación in vitro habitual con la transferencia de los embriones al segundo útero.

Lo cierto es todo esto no es más que un trampantojo utilitarista que, al margen del significado real de los fenómenos naturales, se ofrece con un sesgo interesado y se disfraza con expresiones engañosas y eufemismos para ocultar y manipular su verdadero significado. El caso es que las cosas son como son y no como se quiere aparentar que son. Dejando sentado que lo único auténtico del procedimiento es el niño que nace, cuya naturaleza de ser humano no depende de la artificialidad del modo en que viene al mundo, quedan muchas dudas sobre cuestiones importantes: cuantos intentos se practican, cuántos embriones se producen, cuantos se desechan y cuantos se implantan en el segundo útero o se congelan. Todo lo demás es más de lo mismo solo que más artificial tanto en lo biológico como en el modo de presentarlo.

Por otro lado, es fácil entender que el sentimiento de la vivencia interna de la maternidad no tiene nada que ver con el hecho mecánico de la colocación limitada a tres días de un dispositivo intravaginal, aunque contenga uno o varios embriones en sus primeras etapas de desarrollo.

Foto de archivo

Es en definitiva una más de tantas derivadas éticamente discutibles de las técnicas de la tecnología de la fecundación in vitro. Algo que seguramente no previó en 1978 el pionero de esta tecnología, el médico inglés Robert Edwards (1925-2013), Premio Nobel de Medicina de 2010.

Sobre todo, la idea tropieza con el problema de dejar de lado el verdadero significado de un acto a la vez corporal y espiritual, destinado a satisfacer el deseo de tener un hijo mediante el abrazo conyugal de los progenitores, que aúna los sentidos procreativo y unitivo de la generación de la vida humana con sentido cristiano y acorde a la función biológica natural. En lugar de ello, todo se reduce a la producción mecánica de unos embriones, de los que ni siquiera se reconoce el estatus moral de seres humanos y personas, que les corresponde, y que se reducen a la consideración de meros objetos manipulables que quedan en la más absoluta indefensión. Solo uno de los múltiples obtenidos puede que se implante y llegue a término y vea la luz al final del embarazo.

Por otro lado, tras más de cuarenta años desde la aparición de la fecundación in vitro, sigue siendo una tecnología de muy bajo rendimiento para el fin primordial de satisfacer el deseo de conseguir un hijo a unos padres con problemas de fertilidad, que se cifre en un techo del 30%. A ello se añade, el convertir a los gametos, los embriones y hasta los niños que se producen, en mercancías y a las gestantes en meras incubadoras. La casuística de problemas éticos derivados de la tecnología de la fecundación in vitro es aún más amplia por las múltiples posibilidades que ofrece la producción de hijos para quienes simplemente los desean y pagan por ello, dejando atrás una secuela de embriones, congelados, desechados y abandonados, cuando no utilizados para investigación u otros usos. La fecundación in vitro convencional, ha abierto un campo de pingues negocios que aprovechar la oportunidad que ofrecen las familias monoparentales, la maternidad subrogada, y en el caso del INVOCell las parejas de lesbianas. En todos estos casos prima el deseo de unos adultos sobre el bien del menor, que puede incluso que no llegue a conocer su procedencia genética. Es justo lo contrario de la adopción, que sigue siendo la opción más ética para parejas con problemas de infertilidad, y en la que prima el bien del niño.

La tecnología INVOCell es un recurso más para atender la demanda de un hijo, que trata de satisfacer la emotividad de las dos mujeres que comparten sucesivamente el desarrollo del bebé. Se juega con la trayectoria vital de una vida humana al desplazarla de un útero a otro. Lo cierto es que la fecundación y desarrollo en los tres primeros días en una cápsula aislada en el primer útero no es comparable a la simbiosis del bebé y su madre gestante, que dejará la huella imborrable de la gestación durante los nueve meses del embarazo. Recordemos que según el principio fundamental del Derecho romano “mater semper certa est”, que en su versión popular significa que “madre no hay más que una”, la que gesta y da a luz al niño [1]. Según esto tendríamos que concluir que la verdadera madre es la que presta el segundo útero.

Foto: Encuentro

Finalmente, hay otro tema de especial preocupación en relación con los problemas de salud derivados de las tecnologías de la fecundación in vitro. Desde hace años se sabe, aunque no se dice mucho, que estas técnicas y en especial la inyección intracitoplasmática –ICSI-, pueden dar lugar a modificaciones epigenéticas que afectan al genoma de los embriones producidos. Estos problemas se deben al efecto de la manipulación a que son sometidos los gametos y embriones en las condiciones de artificialidad en que se generan y mantienen hasta la implantación. Se trata de posibles alteraciones durante el desarrollo por efectos sobre la expresión de determinados genes, en la etapa en que los embriones son muy vulnerables a las condiciones ambientales en que se encuentran [2].

Así, se ha demostrado que determinados componentes de los medios de cultivo podrían inducir la metilación en determinadas regiones del ADN provocando su inactivación u otras modificaciones epigenéticas con consecuencias en la expresión génica. Aunque la mayoría de los niños procedentes de la reproducción asistida tienen un desarrollo normal, se aprecia un aumento de casos de bajo peso en el nacimiento y un aumento del orden de 3 a 10 veces de ocurrencia de los síndromes de Beckwith-Wiedemann, Angelman, Prader-Willi, Silver-Russell, retinoblastoma y otros tipos de patologías entre los nacidos a partir de estas tecnologías [3 a 5].

Por ello, como requisito previo a la decisión de aplicar las técnicas de la fecundación in vitro, convencional, ICSI, INVOCell o la que sea, debe incluirse en la información a quienes se vaya a aplicar una información veraz sobre estos riesgos para la salud de los hijos. También resulta necesario informar a la sociedad en general sobre los riesgos de salud asociados a las técnicas de reproducción humana asistida y adoptar medidas para moderar el uso de las mismas en las políticas de salud pública.

 

[1] N. López Moratalla. “Mater semper certa est. El vínculo madre-hijo durante la gestación”. En “La Maternidad subrogada. Qué es y cuáles son sus consecuencias” (Nicolás Jouve, Coord.). Ed. Sekotia, Madrid, 2018. Pp. 49-83.

[2] N. Jouve. El mensaje de la vida. Credo de un genetista. Ed. Encuentro, 2020, Madrid.

[3] G.F. Cox y otros. «Intracytoplasmic sperm injection may increase the risk of imprinting effects». Am. J. Hum. Genet. 71 (2002) 162–164.

[4] M.G. Butler, M.G. «Genomic imprinting disorders in humans: a mini-review». J Assist Reprod Genet. 26 (2009) 477–486.

[5] A. Musca, A., y otros, «Assisted Reproductive Techniques and Risk of Beckwith-Wiedemann Syndrome». Pediatrics; 140(1) (2017) e20164311.


Lee también: ¿Embriones sintéticos? Fines y connotaciones éticas


 

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