Garzón como excusa

Desde hace siete u ocho años, el PSOE de Zapatero ha resucitado los fantasmas de la Guerra Civil. Era el modo de impedir una tercera legislatura del centro-derecha. Era necesario romper el pacto elemental, la narración común que con mucho esfuerzo y mucho sentido común construyó la generación de la posguerra. La causa general que contra el franquismo abrió Garzón estaba en este contexto.
La decisión de un juez de izquierdas, Luciano Varela, de sentar al magistrado estrella en el banquillo, por indicios de prevaricación, ha servido como pretexto para desempolvar el guerracivilismo que sufrimos desde 2003. El acto que han celebrado esta semana los sindicatos, acusando al Supremo de complicidad con la torturas del franquismo, es un acto de presión y, sobre todo, una provocación. Como el encierro, por llamarlo de algún modo, de los actores de la ceja. Provocación del Gobierno, que estaba con los sindicatos, representado por Gaspar Zarrías, todo un secretario de Estado.
Garzón cumple su servicio a la causa rentista, convirtiéndose en víctima. Es la percha perfecta para movilizar a la izquierda de la izquierda. Conviene no caer en la trampa. No separarse un milímetro del espíritu de la transición, que es el que domina en la mayoría de los españoles.