Ganar en hambre y en detalles

Esa es la única posibilidad del Atleti. No seamos hipócritas, no es un partido que discierna mucho de la previa a la final de copa del Rey de la pasada temporada. No vendamos un duelo igualado. Puede serlo sí, será mérito del Atlético. Si miramos jugador por jugador, línea por línea, además del presupuesto, no hay partido, pero… ¡bendito fútbol! El Barcelona juega en casa, donde mejor practica su fútbol y tras el empate a un gol en la ida de la supercopa, parte con más ventaja si cabe, además de lo mencionado.
¿Dónde se juega el partido de los rojiblancos? En la actitud. Podrá parecer abstracto pero la actitud existe en un metro o quizás menos. Que le pregunten a Juanfran, perdió la tensión en una franja de treinta segundos y ahí estaba Neymar para, rematando mal de cabeza que tampoco es su fuerte, empatar el partido.
El Barcelona comenzó a estar cómodo a lo ancho y lo largo, dominando, pausando y como quien le quita importancia a un problema, hizo del Atlético en buena parte del segundo tiempo un equipo con menos personalidad, vulnerable, viviendo a merced de los azulgranas, dependiendo de su rival.
La final del Atlético se juega en el uno contra uno, en la presión, en el físico, en el desquiciamiento a través del ahogo futbolístico. La solución del Atlético vuelve a ser la misma que se diera frente al Madrid: la solidez defensiva y hacer a Simeone presente en el terreno de juego a través de la contundencia, agresividad y la pasión de quien tiene hambre por seguir haciendo algo grande. Por supuesto los famosos detalles, que forman parte del partido.
De primeras el porcentaje es claro. Me atrevería a decir siendo realista que la final está en un 70 a 30 favorable a los culés. En ese 30 se juegan mucho los de Diego Pablo, en ese 30 se juega mucho también el fútbol. En ese 30 se reabre el debate del final de las dos Españas.
Ganar en hambre es sinónimo de vencer por actitud, esa que el Cholo impregna día a día a base de deshacer complejos.