Fundamentalismo y deseo de una vida plena
Una de las características más significativas del cambio de época que estamos viviendo es, sin duda, el hecho de que el fundamentalismo islámico ha sustituido a las ideologías revolucionarias del siglo pasado como líder en la lucha contra el estilo de vida, los valores y las instituciones políticas de Occidente. A primera vista, la ideología revolucionaria comunista y el fundamentalismo islámico son lo más opuesto y, sin embargo, también presentan fuertes analogías por su común carácter “ideológico”: en ambos se tiene toda la verdad en un pensamiento único, rígidamente cerrado a los datos de la experiencia; los demás que no comparten este pensamiento son el mal, son enemigos que hay que eliminar; la sociedad perfecta o el paraíso están siempre y exclusivamente en el futuro, de la historia (comunismo) o del más allá (fundamentalismo religioso).
De todas las características ideológicas anteriormente mencionadas, esta última tal vez no se ha considerado con la debida atención, mientras me parece que constituye uno de los motivos más presentes en los actos de terrorismo suicida-homicida de los últimos tiempos. El islam, en su versión simplificada por el fundamentalismo, promete una salvación que se cumplirá solo en el más allá. La vida presente no se puede “salvar”, pero es posible rescatarla de golpe, con un único gesto suicida-homicida, que al mismo tiempo permite acabar con una existencia vacía e inútil (a veces fracasada) y conquistar la deseada felicidad plena del paraíso.
Aquí se encuentra el desafío más agudo a nuestra cultura occidental, relativista y consumista, que ha intentado fascinar y conquistar el mundo entero con la promesa de una felicidad posible ya desde ahora gracias al gozo ilimitado de los bienes presentes. Pero, ¿y si alguien no tiene acceso a estos bienes? Y más dramáticamente, ¿si alguien que tiene acceso a estos bienes se da cuenta de que no bastan para satisfacer los deseos del corazón? ¿Si alguien desea ser protagonista de la historia y dar la vida por algo verdaderamente grande? El fundamentalismo islámico se ofrece precisamente como respuesta a estas inquietudes: es la razón por la cual también jóvenes que no tienen una afiliación directa con Isis o Al Qaeda pueden de repente decidirse por una acción terrorista.
Estaríamos bien equivocados si la tratáramos como una problemática exclusiva de los jóvenes inmigrados en Europa: estas son las preguntas de todos los que no nos resignamos a que la vida sea solo el pequeño disfrute de bienes de consumo, sin horizonte ni ideal. ¿Hay una alternativa al obtuso disfrute presente del consumidor y a la felicidad futura del fanático fundamentalista? ¿Dónde encontrar a alguien capaz de dar un horizonte grande a la vida presente y de hacerla amar con pasión en todos sus aspectos? Necesitamos encontrar experiencias, no discursos. Tal vez sea precisamente esta la secreta exigencia que llevará a Cracovia, junto al papa Francisco, también a tantos jóvenes puertorriqueños para la inminente Jornada Mundial de la Juventud.