Fuera de la bolsa del canguro

Editorial · Fernando de Haro
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5 febrero 2023
La última obra de Serhiy Zhadan es “Orfanato”. La novela se sitúa en el Donbás invadido en 2014. Y ese Donbás se convierte en una metáfora del mundo en el que vivimos.

Pronto se va a cumplir un año de una guerra que no creímos que fuese a empezar. Pronto se va a cumplir un año de una guerra que pensamos que sería corta. No han resistido. Los ucranianos no han resistido. Cuando alguien resiste ya está derrotado. Cuando alguien calcula los metros que no ha perdido, cuando alguien solo levanta la voz para reclamar su derecho a ser diferente ya está derrotado. Los ucranianos no han hecho solo eso. Un año después, el factor humano, en una guerra muy cruel, sigue siendo decisivo. El factor humano es un deseo de justicia que no sirve solo para aguantar sino para crear un espacio, un país, libre.

También en la última literatura ucraniana se percibe una fuerza similar en un espacio en el que parece que la nada ha triunfado. Serhiy Zhadan es uno de los novelistas y poetas más destacado de Járkov. El orfanato, su última obra, se sitúa en el Donbás invadido en 2014. Y ese Donbás se convierte en una metáfora del mundo en el que vivimos.

Pasha, el personaje principal, es un maestro con cierta discapacidad, que vive en un pueblo pequeño. El avance de las tropas ha dejado a su sobrino al otro lado del frente, en un orfanato. Pasha es un hombre indolente que solo a última hora se decide a rescatarlo. Durante tres días y tres noches, como un espectro, avanza, retrocede, se refugia en edificios derruidos para poner a salvo al joven. El maestro ha dejado de vivir, es vivido por las circunstancias, por las heridas que lleva encima desde la infancia. Recuerda la frustración de no haber podido ir a unas vacaciones que le habían ilusionado. Su padre “no pudo hacer nada, nada para poner remedio a sus lágrimas”, lo mismo que más tarde “no fue capaz de poner remedio a la enfermedad de mamá, de impedir su muerte”. En realidad Pasha es también un huérfano. Nadie le ha enseñado a vivir fuera de un refugio. Y su traslado, de joven, a la ciudad para estudiar lo pone de manifiesto. “De pronto el mundo era mucho más grande de lo que él creía, aparte de mucho más peligroso. De pronto resultaba que el mundo contenía un sin número de objetos desconocidos e incomprensibles para él (…) y en estado de choque por haber sido expulsado de la realidad deja que la desesperación se apodere de él”. Pasha se da cuenta de que ha vivido “como un canguro joven pero ya crecido que intenta refugiarse en la bolsa de su madre”.

Pero en los tres días que necesita Pasha para recoger a su sobrino y traerlo a casa acaba despertándose. Paradójicamente la realidad terrible de la guerra y el encuentro con personas muy variadas le hacen darse cuenta de que está vivo, lo convierten en protagonista de su vida. Al entrar, por fin en el orfanato, se encuentra con un grupo de adolescentes que se pasan el tiempo maquilladas para intentar ahuyentar el miedo. “Sus progenitores las han abandonado como conejos en una jaula: sobrevivid como podáis”. Las niñas maquilladas son los niños de nuestro mundo. Pasha “también quería llorar y no lo hace porque le da vergüenza deshacerse en lágrimas delante de unas niñas maquilladas”. Al encontrarse con la responsable del orfanato se da cuenta de que él nunca ha sabido cuidar y enseñar como ella lo hace. Se da cuenta de que no ha sido engendrado y de que no ha engendrado: enseña a sus alumnos a hablar con corrección, “sin embargo, hablar sin más, hablar para que escuchen y te entiendan, eso no lo enseño”.

El encuentro con un militar, casi al final del relato, lo pone ante la gran disyuntiva. El soldado guarda un fósil muy antiguo como un gran tesoro. “Tú y yo -le dice- no habíamos nacido todavía cuando él ya tenía un millón de años. Tú y yo moriremos enseguida (…). Hoy estamos, mañana no”. Cuando el fósil ya era viejo Pasha no era todavía. ¿De qué depende Pasha? ¿Es un relámpago entre dos nadas?

Esta es la fuerza de Serhiy Zhadan. Resistir, limitarse a resistir, ser un buen combatiente por una causa justa no es suficiente. La realidad, de pronto, deja de ser una ilusión. La contingencia es un dato. Zhadan plantea la gran alternativa, no hay otra: el ser o la nada. ¿Hay un tú del que se depende o todo es viento? Pasha conoce el dolor, socorre casi en contra de su voluntad, a los que necesitan su ayuda. Y el tú del que acaba dependiendo es el de su sobrino, acaba experimentando una paternidad que lo engendra. ¿Es suficiente?

 

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