Francisco, el padre Jorge

Cultura · Juan Orellana
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17 septiembre 2015
Hoy ha llegado a nuestras pantallas, tras su estreno argentino, la primera película de ficción sobre la vida de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco. Un emotivo bio-pic, coproducido entre España y Argentina, basado en Francisco, vida y revolución, la biografía escrita por la vaticanista Elisabetta Piqué, del diario La Nación, de Buenos Aires.

Hoy ha llegado a nuestras pantallas, tras su estreno argentino, la primera película de ficción sobre la vida de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco. Un emotivo bio-pic, coproducido entre España y Argentina, basado en Francisco, vida y revolución, la biografía escrita por la vaticanista Elisabetta Piqué, del diario La Nación, de Buenos Aires.

Francisco, el padre Jorge es como un cuadro impresionista que tiene la virtud de que, a través de un conjunto de breves pinceladas, nos ofrece una visión rica y atractiva de la vida de Bergoglio. El director gallego Beda do Campo ha sabido tejer un retrato del Papa argentino que, a pesar de ser inevitablemente incompleto, sugiere suficientes claves interesantes e imprescindibles para entender la identidad del Papa Francisco. Un retrato pintado con pinceles de drama, de humor, de poesía, de intriga, e incluso de melodrama. Se trata de un tapiz construido con mimbres muy humanos.

Estamos ante una película transparente, que evita las dobles lecturas y las enroscadas polémicas para “expertos”. No hay doblez ni en el guión, ni en la puesta en escena, ni en la interpretación de los actores, sin segundas intenciones. Dario Grandinetti, que a priori no recuerda mucho a Jorge Bergoglio físicamente, es creíble de cabo a rabo, y el espectador acaba confiando en su personaje como si de alguien real se tratara. Por su parte, la periodista que interpreta Silvia Abascal nos representa a todos, con nuestros dramas cotidianos, con las fatigas de cada día, y con el deseo de un cumplimiento bueno de la vida. Entre estos dos polos, el de una mujer que camina sobre la cuerda floja de su anhelo, y el de un hombre que vive de la certeza de la fe, se articulan las tramas que van trazando el boceto de un cristiano cabal, nada sofisticado, que llama al pan “pan” y al vino “vino”, devoto de la Virgen, compañero de camino de los pobres, consolador de los pecadores, poco amigo del poder y debelador de injusticias: el padre Jorge, “el más porteño entre los porteños”. El film también mira de frente las lacras de nuestro presente, el aborto, las drogas, la corrupción, la explotación de inmigrantes… incluso parece burlarse de ese periodismo sabelotodo tan frecuente.

Beda do Campo ofrece una mirada interesante sobre Benedicto XVI, y no sucumbe a los tópicos a los que estamos acostumbrados en las películas sobre la Iglesia. Ciertamente hay algún detalle suelto que quizá no responde del todo a la realidad de la Iglesia, pero es algo casi anecdótico y no ensombrece los aciertos de la película. Formalmente la película es pulcra, medida, mimada y juega muy bien con el tiempo narrativo, con ese cruce de pasados y presentes de sabor tan contemporáneo. Su puesta en escena es elegante y exprime al máximo sus posibilidades de producción. En resumen, una película bien hecha, luminosa, interesante y equilibrada. Lo que mucha gente sencilla llamaría una “bonita” película.

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