Final de Etapa, cristales y chinchetas

Siempre he asociado la Vuelta a una buena siesta, en la que el sueño va venciendo a las ganas, que ya ponen los ciclistas y los comentaristas.
El ciclismo es un deporte duro y sacrificado, que consume. Desgasta tanto como lo pueda hacer el gobierno, el desgobierno y el mal gobierno.
Nuestro Lope de Vega decía allá en el Siglo de Oro – siglo XVII- que, “quién gobierna, mal descansa”. Y ciertamente, se ha de descansar mal y poco como para que un presidente de Gobierno, a los micros, lanzase el mensaje encubierto de asaltar una de las marcas país más célebres de la piel de toro, la Vuelta.
El Giro, el Tour y la Vuelta, tienen siempre un Final de Etapa, y como toda gran prueba deportiva no es el comienzo de nada, sino el resultado de un proceso previo de entrenamiento.
En el mismo momento en que cientos, miles de manifestantes cortaban el recorrido de la Vuelta a España, en una desconocida y recóndita urbanización acomodada, unas familias organizaron unas Olimpiadas para celebrar, con espíritu olímpico, otro final de etapa, el del verano.
Esas Olimpiadas no han sido el comienzo de nada, sino el resultado de una relación previa entre vecinos, que para algunos tornó a amistad de muchas intensidades, tantas como vientos, a lo largo del tiempo.
El resultado es una generación de jóvenes que han crecido compitiendo entre ellos, creciendo en amistad, y solo en los últimos tiempos, al encender el televisor, entender que su presidente de Gobierno, si es que entienden esa figura, anima a asaltar competiciones deportivas por causas políticas -las suyas-, contra todo espíritu deportivo y olímpico. Solo por eso, España merecería, al menos, ser preguntada, si piensa en algún momento su presidente sabotear tal o cual competición.
No hablaré de Ucrania, ni de Kirk, ni de Palestina, sino de los valores del olimpismo. Cinco círculos, que son los cinco continentes, que representan competir en buena lid, con espíritu deportivo, llamando a las naciones a la fraternidad en un mundo que se encuentra suspendido en un rayo de Sol (Karl Sagan).
Verdaderamente, el Final de Etapa de la Vuelta es comparable al que querría para sí el presidente de todos los españoles y los palestinos. Un final polarizado, que reviente la reglas y las normas de pacífica convivencia más elementales entre vecinos, situando al país en el delirio emocional, abrazando causas que, no por legítimas de acuerdo con todo sentido de decencia y de acuerdo con el Derecho Internacional, justifiquen al tiempo la violencia en la vida pública (deportiva) española. El fin no justifica los medios.
“Kaleborrocar” la vida mediática, la opinión pública, las competiciones deportivas, y en general, España, haciendo desparecer el turismo, la clase media propietaria y lo que suene, en todo o en parte, a estabilidad, es el comienzo de un viaje doloroso y violento. España ya se desangró con ETA. La violencia no es el camino, como se ve en Israel.
En un país tendente a las dos Españas, como las dos palestinas o los dos israeles, en un mundo de extremos, cambiante en sus alianzas internacionales, encender la espita de la confrontación, en lugar de la convivencia, es jugar con fuego, precisamente, no el olímpico. No hablo de neutralidad, sino del “seny”, la prudencia y de trabajar por lo común, frente a la desconfianza y la división. Pero se está demostrando que el fuego da alas a los extremos -también la pésima gestión forestal y agraria del país según los expertos agrónomos y forestales, que es otro artículo-.
Es de agradecer que en un marco en que los manifestantes lanzaron cristales y chinchetas para pinchar las ruedas de los corredores -se entiende que solo querían pinchar las ruedas de los corredores del equipo israelí-, y estando entre ellos Irene Montero, no se quitara ésta la camiseta, como en la “Libertad guiando al Pueblo”, de Delacroix, en el acto de sabotaje deportivo más ignominioso del deporte español de lo que llevamos de Democracia, de siglo y de post-Covid. Irene gritaba de ira porque sabía que Sánchez, con sus palabras en Málaga, “le birló a su parroquia” al ponerse al frente de propalestinos – antijudíos, creciendo por su ala extrema. Con lo que llevamos en la mochila, al menos, déjenos dormir la siesta un domingo de vendimia. Y a ser posible, sin chinchetas. Solo le pido que no reste, aunque no sume.
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