Fascinados por la independencia

Me parece que hay dos factores principales,sin ánimo de querer dejar la cuestión zanjada, que pueden empezar a explicartodo este proceso.
El primer hecho es quela historia de España no se entiende sin el cristianismo. No porque todos"vayan a misa" sino porque supone una unidad de conciencia y de cultura paraafrontar la realidad. Si se suprime este factor de cohesión que es el cristianismoya no nos sentimos hermanos. La sociedad, una vez descristianizada, buscanuevos dioses como la patria, el dinero,… No es casual que el crecimiento delmito nacionalista y la conciencia cristiana siga una línea inversamenteproporcional.
Un segundo factorimportante lo expresaba bien Jon Juaristi en su libro Elbucle melancólico. Elnacimiento de los nacionalismos es una consecuencia directa de la caída delImperio Español que tiene como máxima expresión "el desastre del 98". Portanto, a mayor debilidad de España mayor fortaleza de los nacionalismos.Fundamentalmente desde entonces nuestra historia ha estado dominada por unavisión negativa, que denunciaba Julián Marías, y es evidentemente que podemosencontrar sombras en ella. ¿Acaso no es así también en la historia decualquiera de nuestros vecinos europeos?. Pero por una educación sectaria ymiope las sombras han parecido ser muy superiores a las luces y esto esinjusto.
¿Qué factores sonadecuados y cuáles son injustos de una política nacionalista? En un contexto deun mundo globalizado esta supone un anacronismo. Sin embargo, pueden serlegítimos, como dice la Conferencia Episcopal Española (CEE), "dentro loslímites de la moral y de la justicia", y además advierte la CEE "que debeevitar un doble peligro: el primero, considerarse a sí misma como la únicaforma coherente de proponer el amor a la nación; el segundo, defender lospropios valores nacionales excluyendo y menospreciando los de otras realidadesnacionales o estatales".
Para dar respuesta alnacionalismo se puede caer en la tentación de una política centralista quetambién presenta algunos riesgos. Por un lado, la unidad no significahomogenización, que supondría perder la riqueza y diversidad de dones de cadaregión. Por otra parte, la supresión de las autonomías y sus competencias, quealgunos proponen, no es la solución. Aunque es cierto que algunas competenciastransferidas merecen una reconsideración seria el estado de las autonomíasexige una sana corresponsabilidad.
La unidad surge de laconciencia de una historia común, en la que cada uno aporta su idiosincrasia node un centralismo homogeneizador.
Lo que sí es justo delnacionalismo o del regionalismo es un cierto amor a la patria y a sustradiciones siempre que no se convierta en una idolatría que produzca laceguera de concebirse como el ombligo del mundo. Lo que también es aceptable esque los pueblos pidan una justa y efectiva gestión de los recursos pero sincaer en la insolidaridad o en un falso victimismo. En las circunstanciasactuales muchos consideran que sería mejor concederles la independencia peroesta posición olvida que así perdemos todos y que supone violentar la historia.
Esta cita de MenéndezPelayo parece ser escrita por un autor contemporáneo: "Presenciamos el lentosuicidio de un pueblo que, engañado por gárrulos sofistas emplea en destrozarselas pocas fuerzas que le restan, hace espantosa liquidación de su pasado,escarnece a cada momento las sombras de sus progenitores, huye de todo contactocon su pensamiento, reniega de cuanto en la Historia hizo de grande, arroja alos cuatro vientos su riqueza artística y contempla con ojos estúpidos ladestrucción de la única España que el mundo conoce, la única cuyorecuerdo tiene virtud bastante para retardar nuestra agonía. Un pueblo viejo nopuede renunciar a su cultura sin extinguir la parte más noble de su vida y caeren una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil".