´Faltan las bases de una Europa unida´
A pesar de las grandes dificultades, apostaron por el diálogo y el cambio llegó de un modo pacífico. ¿Solidarnosc puede ser hoy un modelo a seguir?
Sin duda. Recordemos que la idea de solidaridad de un modo muy sencillo es la convicción de que si uno no puede llevar solo un cierto peso, pide ayuda a otros. Estoy seguro de que este modo de actuar puede ser una solución para muchos problemas que estamos verificando a varios niveles: local, nacional y también mundial. En el mundo de hoy, todos los días nos encontramos ante grandes desafíos a los que raramente somos capaces de responder de manera aislada. Por tanto, la cooperación, la colaboración y, sobre todo, la ayuda recíproca, deben ser un elemento esencial en nuestra acción.
Hoy el anti-europeísmo está muy difundido, pero pocos saben que la Unión Europea es hija de un ideal de paz que nació tras la Segunda Guerra Mundial, en un siglo desgarrado por las guerras y el horror. ¿En qué medida tiene sentido hoy una Europa unida?
La Europa unida responde hoy a los cambios de la tecnología y de la globalización. No olvidemos que hasta hace no muchos años vivíamos una época de divisiones y conflicto, que por fortuna ya ha pasado a la historia. En este estado de cosas, debemos concentrarnos en el futuro, y es sabio afrontar juntos los problemas para encontrar las soluciones. Esta creciente y mayor unidad entre las naciones europeas es un proceso netamente positivo. Sin embargo, queda aún una cuestión abierta.
¿A qué se refiere?
¿Sobre qué bases se construye una Europa unida? No podemos olvidar que, además del desarrollo económico y político, debe haber también una base espiritual, y me refiero al patrimonio cultural de nuestro continente. Solo entonces podremos estar más tranquilos respecto al futuro de los Estados Unidos de Europa, que así serán capaces de afrontar los desafíos del mundo global. El estado actual solo provoca cansancio a la hora de gestionar estos desafíos.
¿Puede explicar mejor esto?
Quiero decir que Europa y el mundo deberían basarse sobre valores acordados; necesitamos un “decálogo” de mandamientos laicos que sean aceptados por todos. Eso puede ayudarnos a resolver difíciles cuestiones cuya solución interesa a todos. Hoy nos preguntamos cómo debe ser el mundo de esta nueva era, qué tipo de democracia y globalización necesitamos, qué valores universales constituyen un punto de referencia permanente para la nueva Europa y para el nuevo mundo. Tenemos que definir y adoptar una ley suprema común que pueda permitir a las naciones y a las religiones compartir sus diferencias con respeto y cooperación amistosa. Luego, sobre una base universal, hay que llegar a construir una comunidad sostenible y seguro. Sin todo esto, tanto Europa como el mundo tendrán dificultades para mantener su forma actual.
¿Quiénes pueden ser hoy los agentes del cambio?
El diálogo es necesario a todos los niveles. El compromiso para el diálogo debería implicar a cada uno de nosotros. Aunque yo no sea un político activo, estoy comprometido en la búsqueda de soluciones para Europa y para el mundo. Según el nivel –local, nacional o internacional–, el diálogo deberá implicar a funcionarios de gobiernos locales o a líderes mundiales. Si es suficientemente intenso, puede llevar a cambios específicos e importantes.
Si, durante la experiencia de Solidarnosc, el cambio pasó a través de un sindicato, es que el trabajo verdaderamente es una “dimensión fundamental de la existencia humana”, como afirmó Juan Pablo II en la Laborem Exercens, donde el movimiento polaco se inspiró. ¿Hasta qué punto está clara actualmente, sobre todo para los jóvenes, la importancia del trabajo?
El trabajo, o mejor dicho, la falta de trabajo, es hoy el principal problema de nuestra sociedad. Hace unos años en Argentina, y más recientemente en España y Grecia, protestaban sobre todo los jóvenes que no tenían trabajo, y por tanto no veían ninguna perspectiva para sí mismo. Cuando tenía 20 años, en Polonia el trabajo era un peaje obligado: la gente recibía el trabajo “ex officio”, la ocupación que tuvieran era una cuestión secundaria. Este sistema luego se comprometió, pero nos dio la ilusión de una relativa estabilidad. Cada uno de nosotros necesita estabilidad, pero hoy ya no es así. La gente realmente debe preocuparse de si tiene dinero para satisfacer sus necesidades básicas. Sin duda, la base de la vida humana es el trabajo, que es importante para dar estabilidad y permitir al hombre desarrollar sus talentos. El trabajo da comienzo al desarrollo de la comunidad, de la civilización, del estado y de los continentes, pero sobre todo el trabajo da comienzo también a la seguridad y a la paz. Sin embargo hoy, en una Europa donde seis millones de jóvenes viven sin trabajo, sin oportunidades y sin esperanza, resulta verdaderamente difícil imaginar el futuro que nos espera. Debemos hacer todo lo posible para crear puestos de trabajo. Y luego, que la Providencia nos asista…
La crisis ucraniana se hace cada vez más preocupante y compleja. Cuando el pasado jueves llegó la noticia del abatimiento del Boeing malasio, Obama y Putin estaban discutiendo por teléfono las sanciones contra Moscú. Ninguno de ellos puede decir la verdad: ni Estados Unidos ni Rusia pueden controlar realmente lo que está sucediendo sobre el terreno. América no consigue contener las incursiones de los soldados ucranianos, Moscú no consigue mantener las milicias filorrusas que se han adueñado de un arsenal militar del que Europa, EE.UU y Rusia parecen haberse olvidado.
Hablamos con Lech Walesa, presidente de Polonia durante los años 1990 a 1995 y Premio Nobel de la Paz en 1983, líder del movimiento Solidarnosc y actual presidente de la Fundación del mismo nombre.
Recientemente, usted se ha referido a la mediación necesaria para resolver la crisis ucraniana, ¿cómo cree que terminará esta situación?
En 2004 estuve en el Maidán. Entonces se esperaba que una oposición unida, la que puso en marcha la maquinaria de la “revolución naranja”, pudiese realizar cambios importantes. Obviamente luego se vieron las dificultades, había que ponerse de acuerdo al menos en ciertos temas fundamentales, como la Europa unida. Muy pronto nos dimos cuenta de que el bien de la nación terminó siendo la ambición de unos pocos. Pero después de nos años los ucranianos volvieron a creer de nuevo en el cambio. Si bien existen suficientes relaciones en el mundo, hay muy poco diálogo.
¿Qué quiere decir?
No salvaremos la situación de la guerra en el este. Siempre he creído en el diálogo y en los acuerdos, pero las sanciones y las declaraciones no llevan a nada. Hay necesidades específicas, y espero que la Unión Europea pueda comprometerse activamente para ayudar a Ucrania, donde hay gente maravillosa y muchos patriotas están luchando por el futuro de su país. Pero necesitan ayuda.
¿Qué prevé para el futuro inmediato? ¿Estamos entrando en una fase de nueva guerra fría?
Creo firmemente que es posible elaborar una solución capaz tanto de responder a la situación específica como de proporcionar una solución a los problemas contemporáneos. No pienso solo en Ucrania sino en otros problemas y “campos minados”. Los desafíos del mundo de hoy son muchos. El peligro llega cuando se quiere defender a toda costa las propias exigencias, los propios intereses. La falta de diálogo y voluntad de compromiso son los motivos que ponen de manifiesto en este momento los riesgos. En este caso, la amenaza de conflictos –locales e internacionales– es por desgracia muy palpable. Sin embargo, espero que cada vez haya más personas capaces de superar las divisiones, evitando así el peligro de sumar otros conflictos sangrientos, igual que hace treinta años. El mundo necesita otra vez solidaridad.
¿Se esperaba usted que el movimiento de Solidarnosc pudiera llegar a ser tan importante para Polonia, y para Europa entera?
La lucha contra el sistema comunista que estaba en la base del movimiento de Solidarnosc no podía imaginar ser capaz de atraer no solo a trabajadores y sindicalistas, sino también a la masa de la sociedad polaca. Poco tiempo después de su nacimiento, Solidarnosc conoció el apoyo de ¡diez millones de personas! Poco después supimos que fuimos la fuerza-guía de la transformación polaca y de los cambios en esta parte de Europa y del mundo. Solidarnosc partía de las exigencias ordinarias de los trabajadores y de los hombres, y transformó el modo de luchar para cambiar la realidad, además de la idea de libertad, dignidad y democracia. Nos convertimos en llamamiento universal a “romper las cadenas”, unimos a grupos sociales distintos y a diversos países.