Europa: nacionalismo y sentido religioso
Estamos en la antesala de unas elecciones europeas con la incertidumbre del posible crecimiento de grupos nacionalistas que ponen en duda el proyecto europeo. Pankaj Mishra en “La edad de la ira” (Ed. Galaxia Gutenberg) habla del nacionalismo como el medio para establecer y reforzar la identidad colectiva, y para especificar quiénes somos “nosotros” y en qué medida nos diferenciamos de “ellos”. La gente busca autoestima a través de sentimiento de pertenencia a un grupo definido por etnicidad, raza o cultura dominante, afirma el autor indio.
En un contexto donde la globalización genera inseguridades en muchas personas, muchos aprovechan esta debilidad para “generar confianza” apelando a un sentimiento nacionalista. Pero ¿dónde está la frontera entre un sano patriotismo y un nacionalismo excluyente?
Una cierta idea de patriotismo es positiva. Es justo (y deseable) un cierto amor a la patria, a sus tradiciones y el conocimiento de su historia. Pero esto se oscurece cuando es instrumentalizado y se crea, más o menos de forma artificiosa, un enemigo común, llámese inmigrante, musulmán, cristiano, ateo, España nos roba…
Mishra, en un intento de explicar las contradicciones y dramas del mundo moderno, cita en su libro a Bakunin. “Mirad en vuestro interior y decidme honestamente: ¿estáis satisfechos de vosotros mismos, y podéis estarlo? ¿No sois todos tristes y andrajosas manifestaciones de una época triste y andrajosa? ¿No estáis llenos de contradicciones? ¿Sois hombres completos? ¿Creéis realmente en algo? ¿Sabéis lo que queréis y podéis querer algo?”.
Las preguntas últimas de Bakunin, que hoy en día se podrían actualizar añadiendo la preocupación por la ecología y por la libertad, son esencialmente las mismas para el hombre moderno.
Estas preguntas, con otras formulaciones, las han puesto Podemos y sus confluencias en el debate político y, por eso, han encandilado a tantas personas. Otra cosa es que luego su respuesta sea realmente realista o que genere una violencia porque tienen la pretensión de ser la respuesta utópica a ese deseo. Quien promete un mundo mejor ignora la libertad humana, nos enseñaba Joseph Ratzinger.
En el otro lado del escenario político, el centro derecha normalmente no ha entendido la conexión entre política y sentido religioso. No estoy hablando de ir a misa los domingos sino de deseo de felicidad, de justicia social, las preocupaciones por la ecología, de jóvenes que ven que sus ideales no se realizan… las preguntas de Bakunin.
El centro derecha, a veces con razón, otras no tanto, exclama: “¡Pero si nosotros gestionamos mejor, si disminuye el paro cuando gobernamos! ¡¿Cómo es que no nos votan?!”. Como si la persona se pudiera reducir solo a una cuestión económica. Cree que es suficiente una gestión económica mejor pero no se pregunta cuál es el origen de los populismos, no se pregunta si la gente desea algo más.
Antes de poner el calificativo de “facha” o “comunista” sería positivo hacer un ejercicio de preguntarse qué es lo que mueve a tanta gente (no puede ser que todos sean fachas o comunistas) a optar por opciones populistas que quizá sería mejor definir como opciones de voto protesta.