Estallido diferido: ya estamos en el futuro
Dicen ahora que el sistema de bonus no sólo ha sido pernicioso en este momento, que es un mal permanente del sistema financiero porque los directivos alentados de un modo desproporcionado a conseguir una mayor rentabilidad en el corto plazo acaban asumiendo riesgos que siempre son desmedidos.
El bonus pondría en marcha una ecuación despiadada que no admite excepciones. El directivo que consigue cobrar más es el que más rentabilidad ha obtenido a costa de dejar en la empresa un activo tóxico que acaba estallando cuando ya se ha marchado. Luego llega el Estado y se hace cargo de los números rojos. La conocida historia de la socialización de las pérdidas.
A finales del mes de marzo, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, tuvo que reaccionar y recuperar los 165 millones de dólares que los directivos de la aseguradora AIG recibieron en bonus. En AIG se han inyectado 150.000 millones de dólares de dinero público para que siga a flote. Es una forma sofisticada de avaricia que se alimenta en el cortoplacismo y que deja minado el futuro. La condenó Zapatero pocas horas antes de coger el avión para participar en la cumbre del G-20 de Londres.
Pero el "estallido diferido" es un término que también puede aplicarse a la política. Es también consecuencia de la avaricia y del cortoplacismo en este campo. Y parece haber llegado al Gobierno de Zapatero: el riesgo asumido en el pasado inmediato ha tenido alta rentabilidad política personal pero escasa o ninguna rentabilidad social y estalla antes de que el "directivo" de la Moncloa haya cambiado de puesto.
En los últimos días "el estallido diferido" tiene dos frentes. Uno, el de la viabilidad de la crisis económica; y otro, el de las relaciones con Cataluña y el sistema de financiación. Frente a la crisis Zapatero ha optado por no cambiar nada y generar más deuda. En la comparecencia que ha protagonizado este miércoles en el Congreso para explicar su cambio de Gobierno lo ha dejado claro: la deuda pública de España está por debajo del 40 por ciento del PIB, por debajo de la media de la Unión Europea. Hay margen, dice, para no mover ni una sola coma del Estado del Bienestar.
Déficit y más déficit. Bonus político para el presente, activo tóxico para el futuro de los españoles. Pero la cuestión no es tan simple. Ha bastado que una voz independiente y no previsible como la del gobernador del Banco de España haya denunciado que la falta de reformas estructurales no sólo condiciona los años venideros sino el presente de la Seguridad Social y del empleo para que a muchos se le hayan abiertos los ojos. En realidad, en este campo ya estamos en ese momento del futuro al que se había diferido el estallido y el síntoma más evidente es el paro. En un mercado donde escasea el dinero, más deuda pública es menos financiación privada, menos trabajo.
Lo mismo ocurre con Cataluña. Durante la primera legislatura gran parte del capital político de Zapatero se basó en un Estatuto de Cataluña que mantuviera cautiva a una de las mayores reservas de votos. Que mantuviera también cautivos a los nacionalistas catalanes de izquierda y de derecha. Ahora empieza a verse cómo de tóxico era el activo del Estatuto. El plazo ha vencido. El hasta ahora presidente de la Junta de Andalucía, ya vicepresidente del Gobierno Manuel Chaves, se reúne con el presidente del Generalitat y asegura por su cuenta y riesgo que el Estatuto es constitucional. En su día, para contentar a su parroquia andaluza, lo criticó por disparatado. ¿Cómo va a comprar la parroquia andaluza el cambio?
Cuatro veces ha tenido que aplazar Zapatero la negociación de la financiación en el último año porque al ya jubilado Solbes no le salía el sodoku. Ahora ya no le queda más remedio que cerrarla porque los socialistas necesitan imperiosamente el apoyo de Esquerra en el Congreso. La ministra Chacón ha salvado in extremis una reprobación este martes por la abstención de Esquerra. Chaves ya lo escenificado: habrá bilateralidad y más dinero para Cataluña a costa de más déficit, a costa de más deuda. Noticias muy difíciles de digerir para los votantes con cuatro millones de parados.