Entrevista a Alberto Ares Mateos

`Es un espejismo pensar que el control de fronteras es la mejor herramienta`

Mundo · Juan Carlos Hernández
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26 diciembre 2018
Dialogamos con Alberto Ares, director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, acerca de los desafíos de la inmigración en nuestra sociedad. Este profesor reclama a una mirada integral, donde trabajemos en programas encaminados a la integración y a la cohesión social.

Dialogamos con Alberto Ares, director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, acerca de los desafíos de la inmigración en nuestra sociedad. Este profesor reclama a una mirada integral, donde trabajemos en programas encaminados a la integración y a la cohesión social.

¿Cómo ha sido la evolución en España de la inmigración? Tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. ¿Ha habido una evolución del perfil del inmigrante, que primero era por razones económicas y ahora predomina el refugiado que huye de las guerras y el terrorismo?

En la primera década de este siglo, a España han llegado más de 6 millones de personas, se ha ido estabilizando con vaivenes de retornos o segundos procesos migratorios, junto a nuevas llegadas. Hoy en día en España residen 6.853.914 personas de origen migrante, lo que supone un 14% de la población total según los datos del INE.

El perfil de la persona inmigrante en España ha sido tradicionalmente un migrante por razones económicas proveniente de América Latina y del norte de África, junto con personas de Europa del Este, y con una menor presencia de comunidades del continente asiático y del resto de África. En los últimos años los conflictos armados y los desplazamientos medioambientales han provocado una llegada mayor de solicitantes de asilo desde Siria, desde diversos países del África subsahariana, de Venezuela, Colombia o Centroamérica, entre otros. Por poner un ejemplo, el año pasado, según datos del INE, la comunidad venezolana creció un 44,2% y la colombiana por encima del 15%. Cada año llega a España alrededor de medio millón de inmigrantes. El año pasado fueron 532.482 personas. Es la razón por la que, aun teniendo un saldo vegetativo negativo (desde hace más de tres años las personas que mueren en España sobrepasan a los nacimientos), España sigue aumentando su población. Según datos a 1 de julio de 2018 en España residen 46.733.038 personas.  

Entiendo que es especialmente preocupante la situación de los niños y mujeres, que hacen el viaje en una situación de gran indefensión. ¿En qué estado afectivo llegan los inmigrantes?

Cuando en los procesos migratorios no existen suficientes vías para realizar una migración segura y regulada, se generan en paralelo mecanismos alternativos que trafican con la vida de las personas. En esta circunstancia la indefensión es mayor para los colectivos más vulnerables, especialmente los niños y niñas. En algunos lugares, como en la ruta centroamericana a Estados Unidos, siete de cada diez mujeres migrantes sufren abusos sexuales, y nueve de cada diez acoso sexual. Ante los múltiples casos de abusos y violaciones, muchas mujeres migrantes utilizan anticonceptivos hormonales. Es frecuente que, ante el riesgo de sufrir abusos, muchas mujeres se vean forzadas a tener un “marido”. Es tal el acoso que se unen a grupos de hombres, con quienes pactan protección a cambio de relaciones sexuales durante el viaje. Esta misma situación, incluso en peores condiciones, ocurre en nuestra frontera sur española.

He escuchado en primera persona y he acompañado a personas migrantes que han sufrido auténticos traumas personales en sus procesos migratorios, algunos de ellos dentro de nuestro propio territorio, como en los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE). Muchos de estos traumas persisten durante años, y sin duda los acompañarán toda la vida. Algunos hablan de estrés migratorio o síndrome de Ulises.  

Me gustaría indicar que en ocasiones se pone demasiado el acento en la vulnerabilidad de las mujeres migrantes, bajo el discurso del “sexo débil”. Yo diría que más que vulnerables, son “vulnerabilizadas”, debido a la falta de salvaguarda de los derechos humanos básicos de parte de los estados. Cuando no se protegen convenientemente los derechos básicos de los individuos, la vulnerabilidad y la indefensión, en especial de las personas migrantes, crece de forma exponencial.  

Una vez en España, ¿cuál es su destino?

La distribución de la población de origen inmigrante que reside en España tiene un foco muy importante en la Comunidad de Madrid, seguida de cerca por Cataluña, la comunidad valenciana y murciana, y Andalucía. Las islas Baleares y Canarias también registran un porcentaje alto de población extranjera residente. Después de la crisis, un buen porcentaje de la población migrante comenzó otros proyectos migratorios, incluso de retorno. Pero el flujo de población inmigrante en los últimos años ha permanecido estable. En los últimos años, y fruto de los conflictos en Siria y en otros lugares de Medio Oriente y Centroamérica, un buen porcentaje de personas migrantes ha seguido su peregrinar migratorio hacia otros países europeos como Alemania o Suecia, en ocasiones por lazos familiares y otros por las mejores condiciones que obtienen las personas migrantes y refugiadas.

¿A su juicio, a qué retos nos enfrentamos para que se pueda articular una verdadera integración sin que ellos renuncien a su identidad?

Existen distintos retos en el ámbito migratorio, pero a mi modo de ver tres son los nucleares en este momento.

1.- Integración y cohesión social. Vivimos en sociedades diversas y necesitamos tomarnos muy en serio la gestión de esa diversidad como una gran oportunidad. En España desde la crisis apenas hemos invertido en integración. No existen un Plan Nacional de Integración y Cohesión Social desde 2014. Este es un elemento central en el futuro de nuestras sociedades y un legado para las generaciones presentes y futuras.

2.- Control de flujos. Hoy en día el gran debate se sitúa en las fronteras, en el control de los flujos.  Aparentemente abandonados a una corriente de actitud “nacionalista”, nos arrodillamos ante una actitud defensiva, que sitúa la seguridad como el eje central en el debate migratorio. ¿Cómo hemos llegado a sucumbir o a entregarnos al espejismo del control de fronteras como la mejor herramienta para gestionar las migraciones? Algunos países, como los del sur de Europa, se han cansado de esperar a una corresponsabilidad del resto de los países de la UE que nunca llega. La externalización de fronteras y los proyectos de acuerdos bilaterales millonarios son pequeñas “tiritas” que intentan contener una herida que no hace nada más que agudizarse. ¿Cuánto tiempo podrá contener esa tirita esta situación? ¿Cuánta gente se tiene que ahogar día a día en el Mediterráneo para que nos demos cuenta de que solo la seguridad no es la solución?

3.- Respuestas parciales vs Mirada integral. Llevamos muchos años intentando dar respuestas parciales y en algunos casos insuficientes a la realidad migratoria. En ocasiones se ha puesto el foco en las causas que dan origen a las migraciones, en otras se ha intentado atender a los flujos y a la acogida, o se han planteado políticas de integración y cohesión social. No siempre ha sido fácil tener una mirada de conjunto. Algo tremendamente interesante de los Pactos Mundiales que se han ratificado en este mes de diciembre es que ayudan a poner un marco integral a la realidad migratoria mundial, planteando las distintas dimensiones que envuelven este fenómeno, y potencian acciones coordinadas y globales.

El cardenal Angelo Scola afirma que “la propia identidad, expresada en el testimonio, es precisamente la que hace posible el encuentro con el otro”. Muchos de los brotes racistas, a mi juicio, tienen su origen paradójicamente en una falta de identidad entendida como don que uno ha recibido como tradición. ¿Qué juicio le merece esta afirmación de Scola?

La identidad es el gran eje sobre el que vertebrar actualmente el debate migratorio: seguridad nacional –inseguridad humana, ciudadanía nacional o europea–, ciudadanía universal, etc. ¿Qué significa hoy en día ser español o francés o australiano o chileno o estadounidense o marroquí o andaluz? Retomando las palabras del cardenal Scola con respecto a los brotes racistas, algunos teólogos católicos han planteado la hipótesis de que la mayoría de los cristianos en los países occidentales se sienten cómodos con una idea de nación-estado, en el que se acepta la asunción que vivimos en “nuestros” países y como poderosos huéspedes somos llamados a actuar benévola y caritativamente con los extranjeros. Muchos de estos discursos presupondrían una noción de nación como familia y/o hogar, expresado en términos como “la tierra de nuestros padres/madres o ancestros”, “cuidar de nuestra herencia”, “asegurar nuestros hogares”. En el otro extremo, se encontrarían creyentes que viven su ciudadanía como la manifestación del compartir la misma pertenencia a la gran familia de los cristianos a través del cuerpo de Cristo, recibido como un don.  

En las palabras del cardenal creo encontrar la mirada a la persona de Jesús en Mt. 12, 46-50. ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Por tanto, comparto totalmente la afirmación del cardenal Scola, nuestra identidad reside no en el credo de una nación sino en quiénes somos como pueblo peregrino seguidores de Jesús en el cual recibimos nuestra identidad como un don.

Nos encontramos frente a un desafío enorme. Una persona joven, con todo el futuro por delante, que ve su vida pasar sin un trabajo es algo que atenta contra la propia dignidad de la persona y que en segundo lugar puede ser el caldo de cultivo para problemas diversos. Me parece esencial que puedan encontrar un trabajo. Tanto a nivel político como social, ¿estamos respondiendo adecuadamente a los desafíos que sin duda también plantea la inmigración?

España y el resto del continente europeo están envejeciendo. En España, si no fuera por la inmigración, estaríamos perdiendo población desde hace años. Necesitamos balancear nuestra pirámide poblacional para poder mirar el futuro con esperanza. Asimismo, el trabajo es otro gran reto para nuestra sociedad y las generaciones futuras. ¿Cómo responder a esta situación? Lant Pritchett, economista y profesor en Harvard, afirma que Europa necesita más de 200 millones de inmigrantes en los próximos 30 años. Este profesor propone una receta radical contra este envejecimiento demográfico de Occidente: inmigración en masa rotativa y regulada. A mi modo de ver el modelo que plantea presenta muchos interrogantes, pero me alegra ver propuestas reales que alimenten el debate. ¿Por qué digo esto? Porque el control de fronteras, como comentaba anteriormente, nos está llevando a un callejón sin salida.  

Distintos informes recogen cómo la crisis económica y la no implementación de políticas sociales de gestión de la diversidad han precarizado la vida de los sectores más vulnerables de la sociedad, en los cuales la población de origen inmigrante ocupa un espacio considerable. Elementos como el acceso a la vivienda, la aglomeración en algunos barrios o poblaciones, o la falta de programas de gestión de la diversidad en centros educativos, entre otros. Nunca como hasta ahora ha habido tantos informes que recogen la bondad de las migraciones tanto en los países de origen como de destino. Universidades de todo el mundo lo acreditan, pero nunca como hasta ahora el crecimiento del discurso antiinmigración ha tenido acentos tan fuertes.

Sin embargo, en todo el mundo parece crecer un discurso antiinmigración.

¿Por qué ocurre esto y por qué hay un discurso nacionalista y de corte populista en el ámbito político que está recibiendo tanto eco? Cuando no invertimos en integración no solo afecta a la integración y a la cohesión social dentro del colectivo inmigrante, sino en un buen sector de la población que en muchos casos soporta una presión social muy por encima de la media. Cuando no invertimos en integración y posibilitamos que haya centros educativos con un porcentaje de diversidad en ocasiones de más del 90%, o pueblos o barrios sin espacios o mobiliario público adecuado, o sin mediadores interculturales, etc. Esta situación está dejando fuera a mucha gente que no vota (la población inmigrante), pero a mucha otra que sí.

Esta secuencia que vivimos en Andalucía puede encontrar su paralelismo en las elecciones estadounidenses, en el Brexit del Reino Unido, y desgraciadamente en países más cercanos como Italia. Simplificando mucho, cuando no se invierte en integración y la corresponsabilidad sufre por su ausencia, dejamos a muchas personas insatisfechas fuera de la “jugada”, con posibilidad de que algunas posturas populistas en el ámbito político aprovechen este vacío, enarbolando la bandera de la migración como uno de los chivos expiatorios del malestar social.

Recapitulando: “¿Estamos respondiendo adecuadamente a los desafíos que sin duda también plante, la inmigración?”. Yo diría que hemos hecho un gran esfuerzo, con resultados parciales y en algunos casos exiguos. Necesitamos de una mirada integral, donde trabajemos en programas encaminados a la integración y cohesión social, y donde recreemos creativamente nuestra propia identidad, si queremos legar a las generaciones futuras y a nuestras sociedades un futuro mejor.

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