¿Es real el debate sucesorio en el PSOE?

Lo que sucedió en la Ejecutiva Federal antes de ayer es buena prueba de lo cuestionado que está el líder. Le afearon el anuncio de la reforma de las pensiones, cuando estaba obligado a hacerlo. Síntoma de la gran debilidad que sufre el presidente es que un Tomás Gómez, que sólo ha ganado en las elecciones al ayuntamiento de Parla y en las primarias de Madrid, se atreva a pedir primarias para elegir al sucesor al frente del partido. Hasta no hace mucho se daba por seguro que Zapatero acababa la legislatura. Ahora no hay nada claro. La incertidumbre que planea sobre la colocación de la deuda pública podría provocar un cambio en el calendario electoral. Todo está abierto.
El PP tiene una ventaja de 19 puntos pero los propios socialistas piensan que esa ventaja puede ampliarse y que más desgaste les deja en la oposición hasta 2020. Pero todo eso no significa que la carrera por la sucesión haya empezado realmente. Rubalcaba no hace lo que hace para colocarse mejor en esa carrera. Lo hace porque es el único que en este momento puede evitar que el PSOE pierda su suelo natural. A los votantes socialistas de siempre hay que darles un motivo para que no abandonen las siglas que les han acompañado durante toda la vida. Y ese motivo es Rubalcaba. Al hombre que no sólo los socialistas, también parte de la derecha, le han perdonado por los GAL- ahora González viene a revindicarlos con sus medias palabras en Vanity Fair-, se le considera alguien de orden. Hay mucho ruido, sí. Pero es difícil creer que el partido pueda imponer nada a Zapatero por muy mal que esté y que el debate sucesorio se abra realmente antes de la debacle electoral. Ésas eran cosas que sólo pasaban en la derecha.