Es momento de tomar decisiones conjuntas
Quién sabe por qué habrá elegido Kuala Lampur, donde se encontraba en la reunión anual de jefes de estado y de gobierno de la Asociación de Países del Sudeste Asiático, pero el hecho es que desde la capital malasia Barack Obama ha anunciado un punto de inflexión radical en la política de su gobierno con respecto al Isis. “Destruiremos al Isis en el campo de batalla sin renunciar a nuestros valores, gracias a nuestra coalición”, declaró con tono perentorio el presidente norteamericano.
La potencia militar de EE.UU es inconmensurable. Sus fuerzas armadas son mucho más potentes que las del resto del mundo todas juntas. Su control de las “autopistas telemáticas” y por tanto del espacio aéreo estratégico es absoluto a escala planetaria. Nada puede ser transmitido ni volar por los cielos del mundo sin su consenso, explícito o implícito. De ello deriva –observemos como inciso– una consecuencia dramática: el que decide enemistarse con los USA o con sus aliados solo tiene un arma eficaz, el terrorismo, que consiste en ataques imprevistos e indiscriminados a objetivos civiles realizados con medios que escapen del control por vía telemática.
Si quieren, los EE.UU en el campo de batalla pueden destruir a cualquiera, y mucho más a bandas armadas como las fuerzas del Isis. Luego habrá que ver con qué daños en los lugares atacados y con cuántas pérdidas de civiles inermes, más aún teniendo en cuenta que no solo el Isis sino ninguna fuerza armada árabe en general permite y mucho menos facilita el alejamiento de los civiles de los lugares que van a convertirse en campo de batalla.
Si bien la victoria militar está siempre al alcance de la mano de los EE.UU, todavía no se puede decir lo mismo de lo que suceda después. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, después de ganar la guerra han perdido muchas veces la paz. Eso se debe a que no han querido proseguir al final de las operaciones militares la firma de tratados de paz, o a que la han retrasado durante décadas. Ahora parece en cambio que la experiencia por fin les está enseñando algo. Poco antes de las declaraciones de Obama en Kuala Lumpur, el secretario de Estado norteamericano Kerry, en una entrevista televisada, afirmó que retirar las fuerzas armadas iraquíes tras la derrota de Saddam Hussein fue un error que en Siria, tras la salida de escena de Assad, no se iba a repetir.
En Kuala Lumpur, después de repetir que es necesario “alejar a Bashar al Assad de Siria”, Obama añadió que “nos interesa a todos mantener un estado sirio, no queremos el caos”. E insistió: “Hemos visto los problemas que han surgido en el Líbano; cuando el aparato estatal se disuelve hemos visto lo que puede suceder, por lo que es necesario mantener un estado sirio. Debemos llevar adelante una transición política y será difícil, no será fácil, pero debemos concentrarnos en eso”. Queda pendiente la cuestión de Assad, de quien Obama sigue pretendiendo su salida de escena y que Putin por el contrario defiende. Lo más interesante sería saber qué piensan los directamente interesados, es decir, los sirios. “No es concebible que Assad pueda recuperar la legitimidad en un país donde la mayoría de la población ya no quiere a Assad”, afirmó Obama en Kuala Lumpur. ¿Pero quién lo ha dicho?, podemos preguntar nosotros. Y sobre todo: ¿quién puede decirlo?
De hecho, no es esa la impresión de los que siguen de cerca la situación en Siria, donde resulta que en realidad son muchos los que consideran a Assad, cuanto menos, el mal menor. Y entre ellos están la mayoría de los cristianos. En todo caso, solo se podría saber con certeza cuando, en una Siria donde callaran las armas y se restableciera la seguridad pública, se pudieran celebrar unas elecciones normales. ¿s realista pensar que eso solo pueda suceder al término de un periodo de gobierno de transición garantizado por la comunidad internacional, ¿pero a santo de qué se podría impedir la candidatura de Assad? Desde luego, no en nombre de la libertad y la democracia. Según Obama, “la guerra civil no terminará mientras Assad siga en el poder”. Aunque ha admitido que “Rusia no se ha comprometido oficialmente en una transición para sacar de escena a Assad”, y luego añadió: “En las próximas semanas veremos si podemos llegar a un punto de encuentro, si podemos ayudar a Rusia a cambiar un poco de perspectiva”. Obama quisiera que Rusia dejara de bombardear las posiciones de las milicias desplegadas contra Assad y concentrara en cambio todos sus ataques contra el Isis, pero en mi opinión Moscú no lo hará mientras no decaiga el prejuicio total de Washington contra Assad. Este es el núcleo de la cuestión: por motivos políticos más que militares, sin un entendimiento concorde y sólido entre rusos y americanos, el Isis no desaparecerá. De modo que hay que encontrar una solución al destino de Assad.