Décimo aniversario de los atentados del 11-S

`Es difícil que los terroristas consigan el poder`

Mundo · Ignacio Santa María
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7 septiembre 2011
Se cumplen 10 años de los atentados del 11-S en Nueva York y Washington. Con tal motivo, entrevistamos a Martino Diez, director de Investigación de la Fundación Internacional Osasis, que promueve el encuentro y conocimiento mutuo de cristianos y musulmanes. Diez ofrece en esta entrevista un rápido balance de estos años, desde que se produjeron los atentados, valora la respuesta de Occidente y la reciente oleada de revoluciones civiles en el mundo árabe.

Tras el 11-S, algunos analistas recurrieron a la expresión choque de Civilizaciones, que Huntington había acuñado ocho años antes. Con ello aludían a la existencia de un supuesto enfrentamiento entre la civilización cristiana occidental y la civilización islámica oriental. Sin embargo, parece que la partida se juega más bien dentro del islam, entre diversas corrientes y concepciones: chiíes-suníes; fundamentalistas-moderados; violentos-pacíficos, etc. ¿Quiénes son ahora mismo los actores decisivos en este drama y cuál es el equilibrio de fuerzas entre ellos?

En realidad, la tesis de Huntington toma en consideración una realidad de posibles conflictos (justamente choques de civilizaciones) entre diferentes actores globales: no solamente Occidente e islam, sino también China, India o Latinoamérica. El problema de esta tesis es que para determinar algunas tendencias a largo plazo, tiene que subestimar la diversidad que existe dentro de las diferentes sociedades, no sólo en la musulmana (pensemos en lo genérica que es la etiqueta "africano").

En mi opinión, la diferencia de fondo en el plano geopolítico es, en Oriente Próximo, la contraposición entre suníes y chiíes y que vemos en acto muy claramente en Iraq. En medio de esta antigua confrontación irrumpe ahora la primavera árabe, que representa un cambio estructural de gran alcance y muestra el aflorar de una generación de jóvenes que ya no se reconoce en el programa de un Estado islámico. Aunque siga manteniendo una gran referencia a la religión, esta generación pide un espacio público que sea más plural. No creo que el viejo binomio ‘moderados-fundamentalistas' nos ayude mucho a leer esta realidad, porque presenta aspectos diferentes que hay que tener en cuenta.

Justo después de los atentados del 11-S, EEUU lanzó la llamada Guerra contra el Terrorismo, que ha tenido devastadoras consecuencias en Afganistán e Iraq, produjo fisuras en el seno de la OTAN y, al menos en una primera fase, no consiguió resultados espectaculares en la lucha contra el terrorismo. ¿Cree que EEUU y los aliados han aprendido de los errores cometidos?

La guerra en Iraq ha sido un desastre bajo todos los puntos de vista. Empezó por acusaciones que se descubrió que eran falsas, ha producido la mayor insurrección yihadista de los últimos 10 años, ha forzado la huida de las minorías del país y no ha "exportado" ninguna democracia estable. Con estas premisas, es casi del todo increíble que los levantamientos de la región meridional del Mediterráneo no hayan tenido una actitud negativa hacia Occidente. Este es un motivo de gran esperanza que abre a una nueva era de mayor comprensión mutua.

¿Cuál debería entonces ser el papel de Occidente ante los procesos de transición democrática en el mundo árabe?

Es evidente que estos movimientos democratizadores sólo podrán continuar en el tiempo si se ven acompañados de una sostenibilidad económica en los diferentes países. En este punto, Occidente tiene la posibilidad de hacer una gran contribución, que además favorecería sus intereses, ya que podría aliviar un poco el problema de la emigración.

¿Cómo cree que puede influir la primavera árabe en el fenómeno del terrorismo islamista y en su base social?

El terrorismo continuará. Es más, en algunos casos aumentará de intensidad por la mayor libertad de la que gozan todos los grupos tras la caída de las dictaduras. Sin embargo, es difícil que los movimientos terroristas consigan tomar el poder. A los propios fundamentalistas les interesa evitar una excesiva radicalización. Por otra parte, el ideal del Estado islámico parece haber dejado de interesar a los jóvenes manifestantes, que se han centrado en objetivos mucho más inmediatos como pueden ser el trabajo o la justicia social. El islam seguirá desarrollando un papel público muy importante, incluso superior al de décadas anteriores pero, después del entusiasmo que hemos visto en las revueltas, será la exigencia de estabilidad lo que prevalecerá. Para los islamistas también.

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