Envidia

El domingo pasado el candidato anunciaba que había solicitado a Zapatero la recuperación del impuesto del patrimonio y que el presidente le había dado su consentimiento. Salgado se negaba a confirmarlo. Pero, como dijo el lunes Esperanza Aguirre con atino, las órdenes que da Rubalcaba al jefe de Ejecutivo son inapelables. La ministra de Economía iba y venía porque los estudios sobre el impacto del tributo son negativos. Lo ha explicado Jesús Fernández Villaverde, profesor de la Universidad de Pennsylvania, en su artículo El Impuesto de Patrimonio es una mala idea. Hay una triple imposición. Se grava la renta que permite tener patrimonio, la que genera el propio patrimonio y también la tenencia de capital. Por eso ha ido desapareciendo en casi todos los países, para evitar distorsiones. Pero lo que interesaba no era la recaudación -sólo 1.000 millones-, sino desatar la "carcoma de las virtudes".
Y el lío que se montó a partir del miércoles, con la cantidad de personas a las que iba a afectar, posiblemente no le ha venido mal al candidato. Ese día José Blanco anunciaba que iban a tener que "retratarse" 90.000 personas. Rubalcaba subía hasta 200.000 y el jueves Salgado las rebajaba a 160.000 y fijaba el mínimo exento en 700.000 euros. ¿Descoordinación en el Ejecutivo? Quizás. Pero ya había comenzado lo que interesaba, la subasta de los ricos. Se había despertado esa vieja inquina que produce saber cuánta gente tiene mucho más. Y hemos tenido a buena parte de una España, que sigue al borde del precipicio, sumando mentalmente sus ahorros y sus deudas y comparándolas con las del vecino. La trampa ha funcionado. Se trata de pescar en esos 2.000.000 de votos de la izquierda que se han marchado. Dice el Quijote que la envidia es el único de los vicios que no trae deleite alguno. Cuando lo que España necesita, para salir de la crisis, es recuperar el gusto, aunque sea desordenado, por trabajar, construir y salir adelante, Rubalcaba alimenta el pecado que menos energía moviliza.