Entre yo y yo mismo

Editorial · Fernando de Haro
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1 octubre 2023
No podemos limitarnos a lamentar la confusión del tiempo presente y a echarle la culpa a un “malvado poder” que nos aleja de la naturaleza humana. Tampoco es útil designar a ciertos expertos como referentes para que nos “expliquen el mundo”. La urgencia es “reconectar con la realidad". Del impacto con las cosas tal y como son.

También esto es inédito. Un presidente de los Estados Unidos en pleno mandato, participando en una huelga. Biden ha querido apoyar a los 150.000 trabajadores del sector del automóvil que han parado. Donald Trump también intenta aprovechar la situación y se ha sumado a las protestas del gran sindicato United Auto Workers (UAW). Es un paro que afecta a los tres grandes fabricantes —General Motors, Ford Motor y Stellantis-. Los empleados luchan por mejorar sus salarios. Las empresas quieren ahorrar para poder hacer la transición del coche de gasolina al coche eléctrico. El sector del automóvil está en la fase que Philipp Blom llama “la fase Omega”, un concepto económico que aplica a las cuestiones relacionadas con el sentido. La fase Omega es una etapa en la que una empresa que atraviesa momentos difíciles intenta solucionar sus problemas intensificando lo mismo que venía haciendo. Más  productividad, innovación, ahorro, refuerzo de la plantilla, presión sobre los precios, publicidad…, siempre más, y más rápido y de un modo más radical. Pero las viejas soluciones no sirven. El cambio es más profundo. Síntoma de ello es “que la realidad y la lengua que ha de reflejarla ya no concuerdan entre sí. La lengua no tiene las palabras adecuadas para expresar los sentimientos y las experiencias que determinan la vida de muchas personas” -apunta Blom-. Por eso es necesario empezar la búsqueda de otra lengua. Y esa búsqueda es un proceso lento y largo. Un proceso que se complica con “una lucha por el poder entre las distintas interpretaciones de la realidad (…) Se ensayan nuevos relatos, nuevas formas de saber, nuevas emociones, y proliferan descabelladas teorías de la conspiración. Son muchas las voces que intentan, con su volumen o su emoción, tomar otro rumbo, pero hace tiempo que se han quedado mudas”. Ante esa situación hay quien reclama que se valore, que se juzgue utilizando la “verdad”, “la verdad de siempre, la verdad que construye certezas”. Pero esas “supuestas certezas consisten en una huida hacia atrás, hacia la utopía de un pasado perfecto que nunca existió. Esa respuesta se llama repliegue, identidad”. Aceptemos el reto, tal y como lo formula Philipp Blom, para buscar una lengua, una valoración de la realidad, sin las falsas certezas que nos hacen huir hacia atrás. Para “reconectarnos con la realidad” es necesario usar un tipo de gramática que nos permita interpretarla. No hay relación con la realidad sin interpretación, sin realizar una crítica que nos ayude a  aferrarla. Esto está fuera de discusión. El problema es identificar de dónde puede nacer esa crítica para que la “reconexión” sea eficaz. Y aquí es donde los esquemas, las construcciones doctrinales, los sistemas de interpretación -irreprochables en su lógica interna- son inútiles. Una crítica que parta de la abstracción está condenada a la infertilidad. Si se trata de valorar para volver a la realidad, tal cual es, en su concreción, no podemos limitarnos a lamentar la confusión del tiempo presente y a echarle la culpa a un “malvado poder” que nos aleja de la naturaleza humana. Tampoco es útil designar a ciertos expertos como referentes para que nos “expliquen el mundo”. La confianza en los expertos es proporcional a la desconfianza en lo humano y suele conducir a los oscuros laberintos de dominación.  ¿Y entonces de dónde puede surgir la crítica tan necesaria? De la realidad misma, de las cosas mismas. Del impacto con las cosas tal y como son. En ese impacto surge la crítica rotunda, la crítica verdadera, la que -como decía el novelista- genera “la relación que existe entre yo y yo mismo”. Una relación nunca resuelta, siempre abierta. Los 150.000 huelguistas del automóvil tienen el reto de mejorar su sueldo pero también la urgencia de “reconectar con la realidad», tal cual es. Con un salario bajo es muy difícil vivir. Sin la reconexión es imposible.

 

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