En Loreto, para continuar la misma historia

Mundo · José Luis Restán
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4 octubre 2012
Es la misma Iglesia, antesy después del Concilio, el único sujeto-Iglesia que crece en el tiempo y sedesarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo y único sujeto del pueblo deDios en camino. Impresiona ver y escuchar a Benedicto XVI a los pies de Señorade Loreto, impresiona su humildad (tanto más difícil cuanto más grande es unhombre), la devoción sencilla y el fervor con el habla de su predecesor, elbeato Juan XXIII.     

En la casade Loreto, en la casa que se caldea al amor de la Madre, dos sucesores delapóstol Pedro han querido venir a confesar la fe de los sencillos. Han queridoseñalar que no son los planes estratégicos ni la astucia comunicativa lo queasegura el "éxito" de la misión de la Iglesia, sino la obediencia llena degratitud de la que Maríaes maestra. En frase genial del Papa Ratzinger Ella es la Madre del "sí", Ellaquien nos narra el camino para seguirle por la vía de la fe. Tenía que venir apostrarse en Loreto precisamente él, uno de los grandes pensadores de estetiempo: él, que es recibido por los Parlamentos y las Academias, para decirsencillamente en qué consiste el cristianismo a un mundo que en buena medida lodesconoce por completo.

Renovaciónen la continuidad: para irritación de los que postulan una Iglesiacompletamente nueva, reinventada a raíz del Concilio, y para escándalo dequienes denuncia, desde una soberbia palmaria, que todo el cuerpo eclesial con Pedroa la cabeza se ha despeñado al abismo. Frente a los unos y los otros la imagenmansa y luminosa de Benedicto XVI, su palabra transparente y musical, como unabrisa de primavera, su perfume inconfundible de Evangelio.

AquelConcilio tenía el objetivo de "extender cada vez más el rayo bienhechor de laEncarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social". No lodice ningún restauracionista de esos que la prensa progresista lleva cuarentaaños inventando. Lo dice el Papa Juan, el que convocó y lanzó el Concilio. Asíque ¡fuera interpretaciones!, para eso fue convocado. Y cincuenta años despuésBenedicto XVI ha dicho que "esa invitación resuena con particular fuerza en lacrisis actual… porque sin Dios el hombre termina por hacer prevalecer su propioegoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores,el tener sobre el ser".

¡Esnecesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre!, ha proclamadoapenas una semana antes de inaugurar el Año de la Fe. Una vez más BenedictoXVI ha querido hablar a la inseguridad de nuestra época, a sus miedos: "tenemosmiedo a que la presencia del Señor sea un límite para nuestra libertad… pero esDios precisamente quien libera nuestra libertad de su cerrarse en sí misma, dela sed de poder, de poseer, de dominar, y la hace capaz de abrirse… al don desí, del amor, que se hace servicio y colaboración". Esta es la almendra, estaes la enjundia de todo lo que se avecina estos meses en la Iglesia: volver aDios para que el hombre extraviado se reencuentre, cure sus heridas y pueda reconocerseen casa, dentro de una gran familia de hermanos. Más de uno torcerá el gestopensando ¡pero qué ingenuidad! Pero esa audaz ingenuidad es la que ha traído ala Iglesia hasta el día de hoy, no las estrategias o los poderes de este mundo.

En Loreto el Papa no ha querido hacer grandes análisis, esperarlo seríadesconocer quién es y cómo se mueve. Ha querido sobre todo poner en el centroal Dios de Jesucristo y contemplar a la Virgen que nos indica el camino. Y haquerido mostrar, incluso físicamente, que en el arduo camino de la vida Dios ha dispuestouna casa: "es la fe la que nos proporciona una casa en este mundo", la casa dela Iglesia en la que podemos habitar seguros, pero que también nos invita acaminar sin miedo por los laberintos de la historia. Suenanlos cañones, se inquietan los mercados, bullen las imágenes en la red, losviolentos trazan sus planes. En Loreto las campanas tañen a gloria. Empieza ajugarse la partida.    

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